Representación de la palma de la canangucha y la maloka de la comunidad La Samaritana, del pueblo indígena Murui Muina, en Puerto Leguízamo, Putumayo. Crédito: imagen compuesta por Giovanni Salazar Castañeda, de Agenda Propia.

Colombia

Las guardianas de la canangucha

Cocreadores

Conoce a las y los integrantes de este proyecto >

Feb 16, 2025 Compartir

Consulta este contenido en los idiomas y lenguas

Un colectivo de mujeres del pueblo indígena Murui Muina cuida las fuentes hídricas reforestando su territorio con plántulas de canangucha. Esta palma, vital para el equilibrio espiritual y ambiental, está amenazada por la expansión ganadera en la comunidad de La Samaritana, en Puerto Leguízamo, Putumayo. 

El avance de la deforestación para la ganadería ha puesto en riesgo los cananguchales y las fuentes hídricas en territorios indígenas del municipio de Puerto Leguízamo. Esta situación llevó a veinte defensoras Murui Muina de la comunidad La Samaritana, del Resguardo Alto Gran Predio Putumayo, a organizarse para proteger los nacimientos de agua mediante la siembra de más de cuatro mil plántulas y el aprovechamiento de los frutos de esta palma, también conocida como moriche, aguaje, burití o mirití.

María Celsida Biguidima, del clan Jidorueni (gente de pintura), coordinadora del área de mujer de la comunidad, recordó que hace cinco años en el mambeadero en la maloka (lugar sagrado donde se mambea coca y se comparte la palabra), se reunieron las más jóvenes con las abuelas y las autoridades tradicionales, y luego de escuchar “las afectaciones en el territorio por la deforestación y escasez del agua”, decidieron crear un plan para la “protección de la Madre Tierra”. 

Historia gráfica

La iniciativa comenzó con una investigación que llevaron a cabo junto a sabedores y sabedoras de su pueblo, con el objetivo de comprender el origen de los Murui Muina y su relación con las plantas.

Los mayores narran que el pueblo Murui Muina surgió de un lugar sagrado llamado kom+mafo, ubicado en la actual área no municipalizada de La Chorrera, Amazonas. De ahí, a cada clan le designaron un territorio. Para el caso de La Samaritana, fue el clan +duisa+, cuyo nombre significa “matafrío”: objeto tradicional para exprimir la yuca que se utiliza en la preparación de comidas como la fariña y el casabe.

La Samaritana se fundó alrededor de 1942 por familias que emigraron tras el genocidio cauchero de la Casa Arana y el conflicto colombo-peruano. Como explica el plan de vida de la Asociación de Autoridades Tradicionales y Cabildos de los Pueblos Indígenas del Municipio de Leguízamo.y Alto Resguardo Predio Putumayo (Acilapp), estas situaciones las obligaron a reacomodarse en territorios limítrofes con el pueblo indígena Zio-Bain.

Según sus relatos orales, su padre creador Moo Buinaima les entregó las plantas sagradas –coca, tabaco y yuca dulce– junto con un mandato, establecido en su ley de origen, para proteger todo lo que da vida, incluidos los cananguchales.

“Después de tres espacios en nuestro mambeadero, identificamos la palma de la canangucha. Fue así como las abuelas propusieron que trabajáramos para ser sus guardianas”, cuenta María Celsida. "

En las conversaciones, las mujeres aprendieron sobre el origen espiritual de esta planta. “La canangucha es un pueblo que fue absorbido por medio de la boa. La boa se tragó a las personas, entonces, las defecó a la orilla del caño, en la laguna, por eso es que la mayor parte de los cananguchales está en las cabeceras de ríos y quebradas”, les relató el sabedor Máximo Joinama, coordinador del área de cultura de la Acilapp.

Él también les explicó que la esencia de la canangucha la reciben por medio de la caguana, bebida tradicional hecha con el fruto de esta palma y que consumen durante los bailes, rituales y armonizaciones: “Para nosotros, la canangucha sí es una madre, porque sencillamente de ella dependen el agua y muchos animales”. Además, agregó que los abuelos siempre la sembraban en la cabecera de los caños o en las riberas para retener el agua y que “por eso no se debe talar”.

Esta planta tiene propiedades medicinales: de ahí nace el mojojoy, un gusano utilizado tanto para el consumo como para aliviar afecciones bronquiales.

La canangucha, cuyo nombre científico es Mauritia flexuosa, mide hasta 40 metros de altura y crece en zonas inundables. “Son palmas dioicas (femeninas y masculinas), de cuyo fruto se obtiene un aceite de interés para la industria cosmética y alimenticia”, informó el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi.

En la investigación comunitaria reconocieron que, desde hace generaciones, los pueblos indígenas han utilizado sus hojas para elaborar las casas y las malokas. Del cogollo sacan fibras para artesanías y del tronco salen tablones para los puentes. 

La canangucha está en riesgo de desaparecer por la deforestación para la ganadería extensiva. En La Samaritana, ubicada a una hora del casco urbano de Puerto Leguízamo, en la vía carreteable (sin pavimentar), han visto escasez de agua y de los animales para su alimentación tradicional.

“El tema de la deforestación nos ha afectado en el resguardo, porque por un lado el agua escasea y los nacimientos se secan, y por otra parte, la cacería de animales para nuestra alimentación se ha alejado harto, ya no se consigue cerca de las comunidades”, aseguró Leonardo Cabrales, gobernador indígena de La Samaritana.

Entre 2002 y 2023, Puerto Leguízamo perdió 60 mil hectáreas (kha) de bosque primario húmedo, según el reporte de Global Forest Watch. Sólo entre 2020 y 2022, en el resguardo Gran Predio Putumayo se deforestaron 1.829 hectáreas, de acuerdo con datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) suministrados a Agenda Propia.  

A lo largo del tiempo, la selva en Puerto Leguízamo se ha ido reduciendo y los territorios indígenas han sufrido los impactos de sucesivas bonanzas extractivas (como la del caucho, las pieles, la madera), así como de procesos de evangelización, deforestación, colonización impulsada por el propio Estado y la expansión de cultivos de coca para uso ilícito, según se documenta en el libro Leguízamo: hacia una construcción histórica del territorio. Además, estos territorios han sido utilizados como corredores por distintos grupos armados al margen de la ley.

Aprovechamiento de la canangucha

Luego de fortalecer su conocimiento sobre la canangucha, las mujeres se organizaron para adecuar terrenos, crear viveros propios y capacitarse en el uso y transformación de sus frutos y semillas.

En el año 2020 obtuvieron una beca con la organización Conservación Internacional que “consistió en un incentivo económico para logística por un año para desarrollar varias actividades donde nos apoyaban para la alimentación y las mingas para la recolección de semillas, viveros, adecuación de terrenos, siembra de plántulas y cierre de actividades con una feria”, relata María Celsida.

Desde entonces, han sembrado miles de plántulas en las riberas de los caños La Raicita y Sejery, y han contado con el acompañamiento del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), entidad pública de formación en Colombia, que las ha capacitado en la elaboración de productos derivados de la canangucha, como vino, mermelada y arequipe. 

Además, con las fibras y semillas de esta palma elaboran artesanías. “La pulpa se usa para hacer vino, se saca el postre, los helados, los bolis (helado de jugo de fruta congelado), el dulce, el arequipe y mucho más. Yo también trabajo las artesanías, más que todo de puras semillas, ahí va incluida la semilla de la canangucha. Se hacen llaveros y collares con la pepa”, cuenta Maritza Correa López, mujer guardiana.

Así mismo, el grupo ha organizado cinco ferias empresariales en La Samaritana y en el casco urbano de Puerto Leguízamo para ofrecer sus creaciones y contar su experiencia en la reforestación de la canangucha. Si bien la beca finalizó, María Celsida dice que se han apropiado del proceso y siguen impulsando estos encuentros por cuenta propia “con la finalidad de fortalecer nuestra calidad de vida”.

Aunque hoy, cuatro años después, ya no cuentan con apoyos externos, se ha vuelto una costumbre realizar la feria todos los octubres; en 2024 celebraron la quinta.

Para 2025, La Samaritana ha decidido ampliar la iniciativa de las guardianas de la canangucha a las comunidades Uai+ma, Nucanchiruna y Chaibaju, como estrategia para conservar el agua, proteger estas plantas y aprovechar de manera sostenible la palma y sus frutos.

*La historia se actualizó el 3 de junio de 2025.

Nota. Esta historia hace parte de la serie Territorio del Iaku. Tejido de voces cuidadoras del agua en Putumayo, cocreada por narradoras y narradores de pueblos indígenas, campesinos y comunidades urbanas del piedemonte andino-amazónico colombiano con la orientación editorial de Agenda Propia en su programa de Periodismo Colaborativo Intercultural. Este relato se realizó conjuntamente con el periódico Yoora+ma. Con el apoyo de la DW Akademie y en el proyecto “Periodismo y protección de la Amazonía”, del que hacen parte Agenda Propia (Colombia), Corape (Ecuador) y Servindi (Perú).

Comparta en sus redes sociales

1079 visitas

Comparta en sus redes sociales

1079 visitas


Comentar

Lo más leído


Ver más
image

Rituales para llamar la lluvia, la respuesta espiritual de los Yampara a la sequía

Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.

image

Indígenas en México son guardianes de la abeja nativa pisilnekmej

La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.

image

“¡No olvidemos nuestro idioma Shuar!”

La nacionalidad o pueblo indígena Shuar, ubicada en la cordillera del Cóndor, en la provincia Morona Santiago de la Amazonía ecuatoriana, se enfrenta al temor de la pérdida de su lengua Shuar Chicham.