Fotografía de la ahuëra (abuela) Gladys Payoguaje junto a ilustraciones del pueblo indígena Zio Bain, Gente de Chagra y Yagé, y sus relatos de origen. Crédito: Imagen compuesta con ilustraciones de Karen Yelitza Escobar Piaguaje y Giovanni Salazar Castañeda de Agenda Propia.

Colombia

Mai Jai Gantëya Ziaya Bain, nuestra gente del gran río de caña brava

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Dec 5, 2024 Compartir

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Los seres de la selva y del río Gantëya lloran por las afectaciones espirituales y la contaminación ambiental y sonora que las petroleras han llevado a este territorio transfronterizo entre Colombia y Ecuador. A través de esta historia, Deisy Brigitte Escobar Piaguaje, comunicadora del pueblo indígena Zio Bain, busca armonizar su territorio ancestral mediante la palabra, otorgando un lugar protagónico a los relatos de origen y a la sabiduría de sus abuelos.

La fuerza del origen

Las ahuëras y los ahuëros de mi comunidad, abuelas y abuelos en mi idioma mai coca, nos han dicho que nosotros somos Zio Bain, Gente de Chagra y Yagé. Con relatos ancestrales nos recuerdan nuestro origen, relacionado a las siembras de la comida, al remedio del yagé, a la espiritualidad y al río Gantëya, hoy conocido como Putumayo. 

Una de las historias que habla del origen de mi pueblo es la del morrocoy, tortuga de tierra que habita en selvas húmedas. Los ahuëros narran que dos mayorcitos, como les decimos en mi comunidad a las personas adultas, iban caminando en medio de la selva hacia la chagra (lugar donde cultivamos alimentos y la medicina) para limpiar y sembrar. Entonces, a lo lejos, alcanzaron a ver a una ahuëra que andaba despacito. Al acercarse a ver quién era, notaron que se había transformado en una morrocoya. 

Así está escrito en nuestro Plan de Salvaguarda: “Ellos miraron a una abuelita de vestido floriado [sic] que cargaba una mochila en la espalda, y donde ella movía la espalda iba botando semillas. De repente desapareció la morrocoya, esa abuelita se transformó en morrocoya. Al otro día volvieron y entonces dijeron, ‘vamos a mirar bien bonito y cerquita’, y claro que era una abuelita bajita, con un vestido floriado, toda chagüeta (caminaba torcido); y conforme ella iba andando, iba botando la hierba. Cuando miraron, a los poquitos días, empezó [sic] a brotar hierbas por todo lado y toda clase de hierbas. Y entonces es que dijeron ‘¿y esto por qué?’. Pues esa abuelita que va botando esa hierba, en ese momento botó unas escamas que tiene en la patica, que eran también semillas de medicina, y era dejando una medicina para la tierra, porque todo lo que verdea es medicina”. 

En tiempos pasados, antes de la colonización, los Zio Bain no permanecíamos en un único lugar. Mientras caminábamos, dejábamos sembradas plantas en la chagra. Así fue como nuestro pueblo comenzó a dispersarse a lo largo del río Gantëya, cuyo nombre en nuestro idioma significa “río de caña brava”. Lo llamamos así porque en sus riberas crece el pindo, una planta de tallo fibroso que puede alcanzar hasta once metros de altura. Es de uso medicinal y contribuye a la protección del agua.

El gran río Gantëya recorre la Amazonía en Colombia, Ecuador y Perú. Ahora, nuestra comunidad está ubicada en un área reducida, en la frontera entre dos estados, y nos mencionan como pueblos binacionales. Pero nosotros nos reconocemos como transfronterizos, porque, desde nuestro pensamiento, no existen divisiones del Mai Yija (territorio). Del lado colombiano, vivimos en el Resguardo Buenavista, con 4500 hectáreas en el municipio de Puerto Asís; y en la parte ecuatoriana, estamos en la comunidad San José de Wisuyá, con 1600 hectáreas en la provincia de Sucumbíos. El Gantëya nos conecta con ambos lugares.

Actualmente, somos 707 personas y 227 familias. Vivimos en casas de tabla, con techos de zinc. Tenemos un colegio, una casa de gobernanza, una caseta comunitaria, un puesto de salud y una cancha de fútbol. También hay casas de remedio, lugares donde los Yai Bain (“gente tigre”, nombre de nuestros taitas o médicos tradicionales) comparten la medicina del yagé en ceremonias que hacemos por las noches. 

Todas las mañanas, los pescadores se desplazan por el Gantëya. Entre semana, es común ver en los botes a niñas y niños que cruzan el río para ir a estudiar. Nuestras madres, padres y jóvenes van a la chagra en medio de la selva para sembrar plantas y alimentos. También tenemos reuniones comunitarias y mingas, ejercicio colectivo que hace parte de las prácticas culturales del Zio Bain. Así es nuestra cotidianidad. 

En mi territorio hay pájaros mochileros que entran y salen de sus nidos alargados; loros y garzas que vuelan todas las mañanas, atravesando el gran Gantëya, para alimentarse de los peces. También tenemos frutas silvestres que florecen una sola vez al año, cada que llega su temporada.

Los Zio Bain somos alegres comiendo chontaduro, uva silvestre, canangucha, mil peso, juansoco, caimo, guama y madroño. "

Cuando recordamos las historias, como la de la morrocoya, resistimos para no olvidar nuestro origen. Origen que han querido borrar los cuya bain (gente blanca), quienes desde la colonización nos cambiaron el nombre y nos denominaron Siona. Nuestras ahuëras y ahuëros nos cuentan que fueron sometidos a aprender el español y los obligaron a dejar nuestro idioma mai coca, porque, si no lo hacían, eran castigados: los arrodillaban donde había bastantes piedras y los azotaban. Esta es una de las muchas situaciones que han afectado nuestra identidad Zio Bain. Pero hoy estamos recuperando la lengua.

Además de haber sobrevivido a la colonización, nuestro pueblo ha resistido a muchas bonanzas (la de la cauchería, las pieles, el tráfico de madera y la coca), al persistente conflicto armado y al daño ocasionado por las multinacionales. Las aguas del río Gantëya, junto con las de los caños y quebradas que para nosotros son sagradas, están contaminadas. También el ruido de las plataformas petroleras afecta nuestra espiritualidad. 

El río Gantëya: una fuente de vida

La ahuëra Gladys Payoguaje y el Yai Bain Humberto Piaguaje son dos mayores sabedores del Resguardo Buenavista. Con su palabra, ellos nos han enseñado que todo tiene su espíritu: la selva, el río, el agua, la tierra y los animales. 

Por eso, cuando los cuya bain extraen el petróleo (la sangre de la tierra) y se contamina el río por las aguas negras y las basuras, los espíritus lloran. Lo hacen porque ellos ven y sienten, son compañeros de los humanos y sufren porque la selva se va acabando. 

La ahüera Gladys dice: “Nosotros defendemos el territorio, la selva; ahí está el hospital de nosotros, allá está el supermercado de nosotros, allá está todo en la selva… allá está la cacería, los pescados, los remedios. Con eso vivimos nosotros los indígenas. La compañía (petrolera) viene, nos va a acabar todo. Los espíritus están llorando”.

Los Zio Bain siempre hemos usado el río y sus caños para cocinar, lavar la ropa y bañarnos, pero desde que llegó la petrolera todo cambió. Los nacimientos de agua han cambiado su curso. Ahora, en tiempo de verano, las quebradas tienden a secarse y desaparecer, lo que ocasiona que nuestras familias no puedan acceder al agua y los peces mueran. Los ahuëros recuerdan que el caudal de Gantëya era mucho más ancho de lo que es hoy, no había contaminación. Con el tiempo se ha ido reduciendo. “Queda como un caño, el río, un chorrito de agua”, dice la ahuëra, con tristeza.

Al igual que el cauce del río ha cambiado, ella, con su sabiduría, cuenta que el tiempo del calendario ecológico ahora tiene otro ritmo: “Es puro invierno, puro verano, no se comprende qué es. Antes el horario era bueno, antes que hubiera tanta cosa en este mundo”.

La ahuëra Gladys hace memoria y dice que hasta su juventud, de noviembre a febrero era verano, de marzo a julio era pura lluvia y conejera, como llamamos a la época en la que el Gantëya crece e inunda la tierra. Entre agosto y septiembre era el tiempo donde se miraban las pepas voladoras (semillas que parecen algodón), los abuelos las recogían para usarlas en la bodoquera (arma para cazar), y estas crecían en la selva y anunciaban el verano.

En estos tiempos, en la comunidad conversamos que el clima está tan cambiante porque se debe a las afectaciones por la crisis climática, a la pérdida de biodiversidad y al impacto que ocasionan las petroleras; y hemos visto que todo perjudica nuestras prácticas de vida, el sistema de la siembra de las semillas y hasta el relacionamiento con el territorio.

Desarmonías a nuestro Mai Yija

Ahora no se siente una armonía en el territorio. La ahuëra Gladys asegura que “antes era todo sano, no había mal aire, susto, tanta cosa”, y el Yai Bain Humberto agrega con preocupación que “los abuelos han ido muriendo, por eso todo ha cambiado”. 

Hay enfermedades espirituales en Mai Yija y afectan a la comunidad cuando hay desarmonía. Para nosotros, los Zio Bain, la espiritualidad es el origen de la vida, nos permite la conexión con el territorio, los espíritus y los animales.

Es por eso que durante las ceremonias de yagé, el Yai Bain hace cantos para llamar la cacería y limpiar el espacio, manteniendo la armonía con los tres mundos que concebimos: mente, lo que está arriba de nosotros y no podemos ver fácilmente; corazón, el mundo que habitamos, y vientre, lo que está debajo de la tierra y que permite dar frutos para el cuidado de nuestra vida.

Para salvaguardar el territorio, “los Yai Bain desarrollaron la defensa mediante el poder del yagé, y armaron varias trampas por el río, con la ayuda de la boa; por el aire, con las águilas y los micos, y por la tierra con los tigres y otros animales”. Este es otro relato de nuestro Plan de Vida que refleja nuestra espiritualidad.

La presencia petrolera y sus impactos en el territorio

Una de esas muertes de las que habla el Yai Bain Humberto fue la del también taita Luis Felinto Piaguaje Yaiguaje, quien en 2018 enfermó luego de que los tubos de la petrolera pasaran por la casa de remedio, generando el taponamiento de un ojo de agua que la abastecía y que se utilizaba para preparar el yagé. El abuelo no resistió que el territorio fuera destruido.

Las quebradas que se unen con el Gantëya son fuente de nuestra soberanía alimentaria, allí pescamos mojarra y guaraja para comer. Además, el gran río nos permite navegar para comunicarnos con nuestras familias. Debemos cuidarlo.
"

En las memorias que conservamos en la comunidad Kichwa Siona de San José de Wisuyá y Los Chiparos es muy evidente que las petroleras violaron nuestros derechos a la consulta previa, libre e informada. Así también lo informó la Defensoría del Pueblo de Ecuador que señaló que las “actividades fueron ilegales por incumplir con permisos ambientales” por parte de Petroamazonas EP y Amerisur PLC (ver: Comunicado de la Defensoría y la Resolución de revisión No. 009-ADHN-DPE-2019).

Otra situación que preocupó al resguardo Buenavista fue el derrame de petróleo en el río Gantëya en 2015. Mario Yaiguaje, líder Zio Bain asegura que personas no indígenas intervinieron los tubos para robar petróleo y, en una ocasión, dejaron la válvula abierta, contaminando las aguas. “El agua para nosotros es muy importante. No solamente porque nos da vida, porque la tomamos, sino porque es un complemento para la existencia de los pueblos”, dice Mario.

Como la petrolera queda tan cerca del territorio, nos ha impactado en temas ambientales, auditivos y espirituales. Mario explica que las plataformas están a menos de tres kilómetros de la línea del resguardo, por lo que el ruido es permanente día y noche, y no permite concentrarse durante las ceremonias (ver: Los Siona piden silencio para sus rituales del yagé. Se sienten “perturbados”). 

En los recorridos que hacemos por nuestro territorio ancestral –cuentan las ahuëras y ahuëros, se extiende desde Orito hasta Puerto Leguízamo, y en el caso de Buenavista, llega hasta el río Mecaya–, las petroleras han construido varias carreteras para transportar el petróleo, causando deforestación y daños en los cananguchales. Estos son un tipo de palma que crece en terrenos inundados o con suelos muy húmedos, y sirven de refugio para animales acuáticos. Ahora, nos encontramos con áreas de selva deterioradas y aguas secas. Además, se han afectado los salados, sitios sagrados a donde los animales van a bañarse y alimentarse de nutrientes del agua. 

Tejido colectivo Zio Bain para la defensa territorial y cultural

Todas estas situaciones han hecho que nuestras ahuëras y ahuëros Zio Bain orienten con más fuerza los procesos colectivos para cuidar el territorio. Sus consejos siempre han sido claros: no a las petroleras en el territorio; fortalecer el trabajo de los cuiracuas (las mujeres y hombres que cuidamos todo lo que nos rodea); y enseñar a niñas, niños y jóvenes la lengua, los relatos de origen (como el de la morrocoya), los sitios sagrados, y la importancia del agua, el yoco, el yagé y la chagra. 

Siguiendo estos consejos, hemos luchado por nuestros derechos. Por ejemplo, Mario cuenta que entre 2012 a 2013 la comunidad llevó a cabo el proceso de consulta previa con la petrolera Amerisur Exploración Colombia. Sin embargo, y luego de haber elaborado un protocolo (de 2014 a 2015) en el que se le dice no a la exploración sísmica en el territorio Zio Bain, la empresa quiso entrar mediante engaños (ver: Alerta temprana del Resguardo en agosto de 2018).

En diciembre de 2016, iniciamos la primera minga de resistencia para la defensa y vida Zio Bain, convocando a las entidades del Estado colombiano y solicitándoles que respetaran la decisión comunitaria de “No a la empresa petrolera” (que se quería avanzar con el Bloque PUT 12 en territorio ancestral) y que atendieran las necesidades colectivas ante la falta de garantías para los derechos de la comunidad.

Ahí mi pueblo empezó una lucha legal por los impactos ocasionados en nuestra historia. En 2009, en el Auto 004, la Corte Constitucional ratificó que estamos en riesgo de exterminio físico y cultural. De 2014 a 2015, caminamos el territorio ancestral con los cuiracuas para caracterizarlo, pero fue en 2018 cuando el resguardo le solicitó al Estado reconocerlo a través de la ampliación de 52 029 hectáreas. En agosto de ese año, nos concedieron una medida cautelar (acción que se emite para proteger el territorio mientras se avanza en el caso). Este proceso todavía está abierto en el Juzgado Penal del Circuito Especializado en Restitución de Tierras.

De igual forma, después de realizar dos mingas de resistencia en los años 2016 y 2017, en las que participaron autoridades políticas; ahuëras y ahuëros; niñas, niños, adolescentes, jóvenes, mujeres y hombres Zio Bain, solicitamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos medidas cautelares para la atención de urgencia de las necesidades a las que nos enfrentamos por la vulnerabilidad de nuestros derechos. Estas fueron concedidas en 2018 como MC 395-18 a favor de nuestro resguardo y Piñuña Blanco.

Dentro de todo lo que ha ocurrido, resaltamos la importancia de los cuiracuas, quienes realizamos recorridos a través del monitoreo ambiental y acompañamos todas las actividades colectivas y territoriales en la lucha y defensa para la pervivencia Zio Bain, así como para mantener la armonía en Mai Huë (nuestra casa), orientados desde la espiritualidad. “Con todo el contexto de vulnerabilidad al que nos enfrentamos los Zio Bain, hemos logrado legitimar a los cuiracuas, quienes recorren y defienden el territorio”, cuenta Mario. El proceso comenzó en 2008, pero fue en 2014 cuando se empezó a fortalecer desde lo espiritual.

Si los estados continúan otorgando licencias ambientales a las multinacionales, nos vamos a quedar sin agua y sin territorio. Por ello, somos las nuevas juventudes quienes tenemos el reto de fortalecer nuestra identidad cultural para que el legado del ser y sentir Zio Bain permanezca vivo.  "

Hoy llevamos un bastón que simboliza la protección espiritual y un chaleco color tierra con nuestro logo. La imagen representa el río, la canoa, los remos, la wayra (plantas secas utilizadas por los Yai Bain para curar), el jaguar, el guacamayo, la heliconia, la selva, nuestra casa de pensamiento, el amanecer, el bejuco del yagé, los bastones, la corona, y la mujer y el hombre Zio Bain, con nuestros trajes propios.

“Este proceso colectivo, que trasciende desde la espiritualidad, nos ha permitido consolidar una iniciativa de formación a formadores, donde concebimos que quienes ahora aprenden sean los que continúen liderando desde la estructura organizativa que tiene el resguardo”, explica Mario. 

Como dice el Yai Bain Humberto: “los antiguos abuelos contaban que cuando ellos partieran de este mundo iba a llegar la violencia. Sólo ellos lo sabían y así fue. La única forma de darle fuerza y valor a la humanidad es tomando el sagrado remedio del yagé, es la única defensa para la juventud”.

Nuestras prácticas siempre existirán en torno a los espacios de la chagra y al cuidado del agua, en donde fortalecemos nuestra identidad y sembramos las semillas para nuestra subsistencia. Las ahuëras y los ahuëros nos siguen orientando para la pervivencia del pueblo, para que no perdamos nuestro origen. La historia de la morrocoya nos invita a cuidar el río y la chagra, con todos los seres que allí habitan.

Nota. Esta historia hace parte de la serie Territorio del Iaku. Tejido de voces cuidadoras del agua en Putumayo, cocreada por narradoras y narradores de pueblos indígenas, campesinos y colectivos de comunicación durante la séptima versión del Programa de Periodismo Colaborativo Intercultural de Agenda Propia. El especial se enfoca en las realidades y los sentires del agua en el piedemonte andino-amazónico colombiano.

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