Paola Margarita Chindoy, joven indígena Kamëntsá y presidenta de la Asociación de Mujeres Indígenas Chagra de la Vida, durante la COP30.

Paola Jinneth Silva Melo.
Colombia

Mujer Kamëntsá Biya llevó a Brasil el mensaje de las sabedoras indígenas de la Andino Amazonía

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Dec 16, 2025 Compartir

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“Ser colibrí” no es una metáfora: es la tarea que la Asociación de Mujeres Indígenas Chagra de la Vida (Asomi) de Putumayo, Colombia, asumió al llegar a la COP30. Llevar la palabra de las abuelas y sabedoras a la diplomacia climática y devolverla a las comunidades fue la labor de su presidenta, Paola Chindoy Chicunque, en un contexto donde las decisiones globales siguen desconectadas de la vida y de los territorios.

Durante su participación en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), realizada en noviembre en Belém do Pará (Brasil), Asomi elevó el mensaje de las abuelas y sabedoras de cinco pueblos originarios de la Andino Amazonía colombiana. Paola Chindoy Chicunque, indígena Kamëntsá Biya y presidenta de la organización, fue su vocera: viajó con un mandato colectivo construido por mujeres que cuidan la vida comunitaria y la espiritualidad.

A las mujeres de Asomi les preocupa la salud propia y espiritual de las comunidades. Una salud que se agrava cada día por la crisis climática y por los impactos socioambientales de los proyectos mineros promovidos en Putumayo, bajo el discurso de la transición energética.

La COP es el principal espacio de negociación internacional sobre cambio climático, donde los Estados discuten compromisos, metas y mecanismos de financiamiento. Para los pueblos indígenas, estar presentes en estos escenarios es una forma de visibilizar realidades que suelen quedar por fuera de las decisiones globales y de disputar los sentidos desde sus propios espacios de vida.  

A la convención asistieron 42.618 personas de 194 países, según datos oficiales de la ONU y es la cuarta asistencia más alta en la historia de estas conferencias. Más de 5.000 pertenecían a pueblos originarios: una presencia inédita que, sin embargo, no se tradujo en poder de decisión plena dentro de las negociaciones formales.

Llegar con la palabra de las abuelas

Tras un largo viaje desde Mocoa, capital del departamento del Putumayo, Paola llegó a Belém el once de noviembre, en medio de una cumbre que se extendió entre el 10 y el 22 de ese mes. “Vine a dejar el mensaje sobre las afectaciones que estamos viviendo las comunidades y las mujeres indígenas”, dijo a su llegada. 

La organización comunitaria que representa reúne, desde hace 25 años, mujeres sabedoras, conocedoras de la medicina tradicional, de los pueblos Inga, Kofán, Koreguaje, Kamëntsá y Siona (Zio Bain), en los departamentos de Putumayo y Caquetá.

Las crisis que viven todos los días las mamitas –como llaman en su región a las sabedoras– se manifiestan en la alteración del ciclo ecológico para las siembras, los intensos calores, la extinción de las semillas nativas, la pérdida de efectividad de las plantas medicinales, la contaminación de las aguas y la deforestación.

A ello se suma la expansión de megaproyectos petroleros, viales y mineros; impactos exacerbados por el conflicto armado y por las múltiples violencias que enfrentan mujeres y niñas.

La zona azul y el choque de lenguajes 

Su experiencia en la COP30 fue extenuante y llena de desafíos. Durante las dos semanas que duró el evento, Paola tuvo que construir una agenda que le permitiera coordinar conversaciones con aliados, líderes y organizaciones; enfrentar barreras del idioma –las negociaciones se realizan mayoritariamente en inglés– y sortear largas caminatas bajo el calor y la humedad de Belém para llegar a los distintos eventos, citas y encuentros.

Aunque contó con el acompañamiento de organizaciones aliadas, varias citas fueron canceladas por las dificultades logísticas y el tiempo que tomaba desplazarse entre escenarios. Aun así, siguió: no se trataba de una agenda personal, sino de cumplir un mandato colectivo.

En sus primeros días, al recorrer los pasillos luminosos y aclimatados de la zona azul –el área donde se desarrollan las negociaciones oficiales entre gobiernos–, se reafirmó una sensación que ya había experimentado en la COP16 de biodiversidad, realizada en Cali en 2024: la diplomacia internacional entiende el mundo desde una lógica distinta a la de los pueblos originarios. 

“Cuando venimos a estos encuentros, debemos comprender qué es el cambio climático desde la mirada occidental y capitalista, y en un idioma que, además, no es el nuestro”, reflexiona Paola. “De alguna forma, como indígenas, terminamos siendo parte también de estos sistemas”. 

Para Asomi, estas conferencias necesitan fortalecerse con el pensamiento y las experiencias de las comunidades, porque sin ellas las decisiones quedan desconectadas de la vida real de quienes habitan y cuidan los territorios.

Negociar lejos de la vida cotidiana

Entre múltiples foros, conversatorios y eventos paralelos, Paola se esforzó por no perder el propósito de tejer posibilidades que transformen la realidad de las mujeres indígenas y sus familias.

“Mientras aquí hablan sobre crisis climática y responsabilidad ambiental, ahorita mismo las abuelas están tomando agua contaminada. Hay incertidumbre para llevar el plato de comida a la mesa y los negociadores no piensan en nuestra realidad”, advierte. Para Asomi, esta desconexión es uno de los grandes vacíos de las cumbres climáticas.

“Hay un afán de progreso, de desarrollo, de modernidad, de inteligencia artificial”, dice Paola, pero todo ese pensamiento debería concretarse desde el respeto a la vida y desde la concepción del planeta como un ser vivo que siente y que se cuida.

En ese caminar por los distintos espacios de la COP30, Paola se encontró con decenas de jóvenes, mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas y comunidades de todo el mundo que llegaron a la Amazonía brasileña para visibilizar sus luchas. Cada una traía su propia historia, pero todas compartían una sensación común: la negociación avanza en espacios privados, mientras los pueblos resisten en las calles. 

“Es una responsabilidad de cada región pensarse en una estrategia real de cuidado de la Madre Tierra, porque acá lo que hacen es negociar”, concluye. 

Estar presente en la COP30 no le fue fácil. “Se siente como una ausencia en la comunidad”, dijo Paola. Sin embargo, más de 63 abuelas de la medicina tradicional le confiaron una responsabilidad: mantener vivo el legado ancestral para la pervivencia de las futuras generaciones. Aunque existe escepticismo frente al impacto real de estos espacios, el mensaje fue llevado.

Ser colibrí: llevar y traer la palabra

A Paola le preocupa que en conferencias como estas se planteen soluciones globales y se hable de manera muy general de transición energética y acuerdos sobre combustibles fósiles, que luego terminan llegando a las comunidades étnicas sin su participación. Por eso, “en Asomi siempre hablamos de ser un colibrí, que lleva y trae el mensaje: para nosotras existe una responsabilidad muy grande de mediar entre estos espacios y nuestros lugares de origen”.

Asomi, creada nueve años después de la primera COP, realizada en 1995 en Berlín, nació del interés de las mujeres en gestar un espacio para hablar de autocuidado, del rol femenino y del conocimiento tradicional que ellas sostienen: la sanación a través de las plantas y el respeto de su espiritualidad. 

Desde sus inicios, la organización ha tenido el apoyo de los taitas (autoridades espirituales y tradicionales) de la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía colombiana, quienes también se han preocupado por la pérdida de la medicina ancestral y el deterioro del tejido de la vida.

“Yo admiro la sabiduría de Asomi, ese conocimiento empírico que se juntó y visionó un mandato, superando barreras como el requisito de tener formación occidental para sostener un proceso comunitario”, resalta Paola. Y cuenta que desde allí ella continúa ese tejido: es la tercera generación de un legado donde la abuela abre el camino para la hija, la hija para la nieta. 

Su madre, María Rosario Chicunque, también acompañó desde joven a sus abuelos, el taita Santiago Chicunque y Juana Concepción Chindoy Miticanoy, “mamá Conchita”, fortaleciendo Asomi con sus quehaceres. 

Ahora, ella hereda ese rol, ayudando a redactar informes, cartas y correos. Hoy, desde su formación en administración de empresas y la licenciatura que cursa en Pedagogía para la Madre Tierra de la Universidad de Antioquia, comprende con más claridad su misión: “Entiendo mi legado. Mi abuela cuidaba la tierra, las semillas, la medicina. Mi madre y mi padre también. Ahora, entiendo por qué se cuida el agua, las plantas. Caminar este proceso es una oportunidad de vida que se debe a la insistencia, persistencia de nuestras abuelas, de nuestros ancestros, para que nosotras como jóvenes estemos acá con una responsabilidad bien grande y sentida con la Madre Tierra para no seguir perpetuando y repitiendo dinámicas capitalistas”.

Ese propósito está intencionado en el manifiesto de Asomi “Por la defensa del agua, el territorio y la vida”. Un documento sentido y creado por las mamitas sabedoras de la medicina tradicional en 2018 para exigir, alertar y comprometerse con la vida de sus comunidades. Es su guía: la orientación de por qué, para qué y qué se defiende.

Además, es la oportunidad de recordar que “Colombia es un país de la Amazonía, que Putumayo está en un país amazónico, que la Amazonía en Colombia está en riesgo”, resalta.

En la COP30, Paola reafirmó que las transformaciones se hacen donde se vive: “Estar aquí me reafirma que mi lugar es con mis mujeres, con mis abuelas”. Reconoce, eso sí, que hay una brecha de acceso a información “donde es difícil que todas las comunidades logren comprender lo que aquí se decide”.

Sanar y cuidar el agua es el acto más sabio de adaptación y mitigación 

Con ocasión de la presencia de Asomi en Brasil, Paola recordó que como humanidad compartimos el mismo origen y que ese origen es el que nos está invitando al diálogo: “Venimos de un gran vientre que es la Madre Tierra y nosotras decimos siempre: si el vientre de nuestras mujeres se enferma, nacerán sociedades enfermas”. 

Su cultura le ha enseñado que debe haber un respeto a los límites de las decisiones que se toman: “Nosotros como pueblos indígenas hablamos de los pilares que están escritos dentro de nuestros planes de vida y uno de ellos es el respeto, hasta dónde se puede llegar. Y hemos superado los límites de lo que es sagrado”, dijo. 

Ese irrespeto es la crisis climática y se sintió en Belém: “La Madre Tierra nos ha azotado con este calor impresionante. Hace sol y llueve al mismo tiempo. Eso nos está recordando que es un ser vivo, un ser que siente, que sustenta y que, por lo tanto, es una vida que no se debería negociar”.

El territorio ancestral que cuidan las abuelas de Asomi abarca el piedemonte andino amazónico, nacimiento de las cuencas de los ríos Caquetá y Putumayo, afluentes que alimentan el gran Amazonas, que desemboca en el mar Atlántico, en el estado brasileño de Pará, cerca de Belém. Para ellas, la salud del agua es la salud del vientre. Por eso defienden la conectividad de este gran útero representado en los cuerpos hídricos. 

Son regiones y comunidades históricamente afectadas por la cauchería, la deforestación, las fumigaciones con glifosato –justificadas durante años para erradicar los cultivos de hoja de coca–, la explotación de oro, la industria de los hidrocarburos, el narcotráfico y, ahora, la minería para la transición energética. 

Frente a estas realidades, las abuelas hablan de desordenamiento y transformaciones territoriales. Esa ruptura de la integralidad –o desarmonía, como la nombran los pueblos–, Paola la ve reflejada en las enfermedades. 

“Las mujeres estamos padeciendo ovarios poliquísticos, diabetes y cáncer, que se relacionan con la afectación de nuestras formas de vida, de nuestros alimentos y medicinas; con la degradación del suelo, las semillas transgénicas, los monocultivos y todas estas prácticas tecnificadas que llegaron como falsas soluciones”, dijo preocupada.

“La contaminación ha deteriorado nuestros cuerpos y, desde nuestros conocimientos y misiones para atender la salud, sabemos que son necesarias las plantas”. "

Estas desarmonías, que en la COP30 catalogan como pérdidas y daños, pueden ser solucionadas –dicen en esos espacios–, a través de la mitigación y la adaptación.

“La mitigación son aquellas acciones que actúan sobre las causas del cambio climático, o sea, que ya no haya más emisiones de dióxido de carbono”, explica Gisela Hurtado, responsable senior de campañas de Stand Earth, organización de Estados Unidos y Canadá que trabaja con pueblos indígenas en la Amazonía y aliada de Asomi.

“La adaptación –añade– es cuando haces acciones para enfrentar las consecuencias del cambio climático; por ejemplo, si está subiendo el nivel del mar, se ponen diques”.

En su paso por la COP, Gisela explicó que los espacios de negociación donde los Estados deben presentar planes de adaptación al cambio climático no incorporan indicadores desde una perspectiva indígena. Esta exclusión, recordó, ya había sido señalada en la COP23, realizada en noviembre de 2018 en Bonn, Alemania, cuando “los pueblos indígenas pidieron que se reconocieran sus sistemas de conocimiento y aspectos fundamentales, como la titulación de la tierra”. Aun así, las discusiones siguen siendo profundamente occidentales: se habla de salud física, infraestructura o atención médica, mientras quedan por fuera la salud espiritual y territorial, que para los pueblos indígenas es inseparable del equilibrio climático.

Para Gisela, aportes como los de Asomi son clave para defender sus conocimientos y formas de entender el mundo. Pero insiste en que estas visiones deben escalar en los espacios de negociación. 

En el Pabellón de Colombia, ubicado en la zona azul, Paola participó en conversatorios donde expresó que la salud es una estrategia de adaptación y mitigación tan urgente como cualquier infraestructura. 

“Asomi viene de los pueblos indígenas del Yagé, nuestro remedio sagrado, y los abuelos dicen que la planta la estamos cocinando con agua contaminada”, explicó. “Los abuelos lo advirtieron y nosotros, en esta generación, lo seguimos advirtiendo. El día que se pierda ese equilibrio espiritual, no vamos a poder hablar de ordenamiento territorial. Entonces vendrá un momento en que, si todo está contaminado, no habrá cómo sanarnos”.

En cada oportunidad que tuvo, Paola posicionó la salud como base y principio del equilibrio, reconociendo el rol de las mujeres y fortaleciendo el sistema de salud propia. Habló de plantas medicinales y advirtió cómo el cambio climático amenaza el bienestar de sus comunidades. 

“Somos nosotras las que vamos a la chagra –el espacio de siembra en medio de la selva– a traer el alimento y la medicina. Las que vamos al bosque por las plantas. Y esas plantas están perdiendo poder”, dijo. 

“Por eso es necesario que estas agendas reconozcan y visibilicen el rol de las mujeres indígenas como cuidadoras, sanadoras y protectoras del agua, del territorio, de la vida y de la espiritualidad misma”.

La directora técnica de Amazon Conservation Team (ACT) Colombia, Juana Hoffman, explicó que hoy la salud se está viendo bajo el enfoque de la integralidad: salud ecosistémica, salud de los pueblos y salud de los animales. Un mensaje que –subrayó– las comunidades indígenas vienen compartiendo hace mucho tiempo. 

Para ACT, organización que lleva 30 años trabajando por los bosques de la mano de las comunidades locales y los pueblos indígenas, Asomi cumple un rol clave. Son ellas –las sanadoras– quienes ejercen el cuidado y la protección de la salud desde lo tradicional. Este proceso es vital, dijo, porque recuerda que el conocimiento científico nace del conocimiento ancestral y espiritual.

Sandra Patricia Patiño, profesional en Salud Indígena e Intercultural de ACT y también presente en la conferencia, resaltó que se está avanzando en comprender concepciones culturalmente adecuadas del cambio climático. Esto incluye planes para realizar armonizaciones territoriales, la protección de sitios sagrados esenciales para la reproducción cultural, espiritual y ecológica de los pueblos, y la articulación de médicos tradicionales, parteras y sabedores dentro de los sistemas comunitarios de vigilancia en salud. 

ACT, junto al Ministerio de Salud y Protección Social, lidera un piloto en los departamentos de Amazonas y Putumayo para crear planes de adaptación al cambio climático con enfoque en salud.

Transición energética, la continuidad del extractivismo

Otro tema que las comunidades advirtieron en la COP30 fue la transición energética, presentada como una solución global. Sin embargo, los pueblos indígenas ya han visto cómo la implementación de proyectos –como parques eólicos o bonos de carbono– reproduce lógicas extractivas y pone en riesgo su bienestar. 

“La transición justa solo es justa si se cuidan los conocimientos y las formas de vida propias”, aseguró Paola.  "

En 2009, la Corte Constitucional de Colombia declaró en riesgo de exterminio a 34 pueblos indígenas debido al conflicto armado, entre ellos a los pueblos Siona, Inga y Kamëntsá. Exterminio estrechamente ligado a la industria extractiva y documentado por organizaciones como Ambiente y Sociedad, el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI), entre otras. 

“Hoy esta cifra sube a 54 pueblos indígenas en riesgo”, detalló Camilo Niño, secretario técnico indígena de la CNTI. Junto a Paola, participó en el panel Defensoras territoriales indígenas, economías extractivas y transición energética en Colombia, realizado en la Casa COP do Povos, en Belém. 

En ese conversatorio, Paola alertó que las “soluciones” a la crisis climática siguen perpetuando el extractivismo. En particular, se refirió al proyecto Mocoa de la minera canadiense Giant Copper Resources.

Las montañas que contienen oro, cobre o molibdeno han sido milenariamente el hogar de sus ancestras. También guardan caminos antiguos que hoy ya no pueden recorrer libremente, porque sobre ellos se están construyendo vías para garantizar la extracción de estos minerales. 

“En Putumayo cohabitamos 15 pueblos indígenas y expresamos nuestra preocupación por el desarrollo de este proyecto minero”, dijo Paola en una de sus intervenciones públicas. “Para nosotros, el cobre, el oro, el petróleo y todos los minerales –mal llamados esenciales– permiten el equilibrio espiritual. Por eso las mujeres hemos sostenido esta resistencia: como dicen las abuelas, nuestra preocupación es el agua”. 

Este proyecto, advirtió Asomi, le costará la vida a la Amazonía. “La minera se proyecta sobre la estrella fluvial del macizo colombiano, en el mayor reservorio de agua subterránea. Allí también están los ríos voladores. La conectividad, la importancia y la amenaza sobre el agua son enormes”, detalló. 


La senadora canadiense Rosa Gálvez, conocedora del caso, coincidió: “No podemos usar la transición energética como un nuevo argumento para sostener el mismo modelo de negocios. El planeta no lo soporta”. Aun así, reconoció que en su país no se ha avanzado lo suficiente en garantizar los derechos de los pueblos indígenas ni en el funcionamiento efectivo de mecanismos de control sobre las mineras.

Aquí también está la misión del colibrí. 

“Para nosotras es muy importante que en estos espacios se nos escuche”, resaltó Paola: “Somos una especie que debe hermanarse para comprenderse y equilibrarse. Porque más que nuestra existencia, está en juego la existencia de la Madre Tierra. Nuestro llamado es a la conciencia y a la sensibilidad”.

Frente a este escenario, Paola tuvo la oportunidad de dialogar con funcionarios del Estado colombiano. Por ejemplo, en torno a la declaratoria de la Amazonía libre de combustibles fósiles y de gran minería

Asomi y la CNTI califican esta medida como un avance importante. “La protección territorial es la primera garantía para enfrentar la crisis climática”, coinciden. Sin embargo, advierten que sigue siendo insuficiente frente a los retos globales. El camino, dicen, apenas comienza.

La ministra de Ambiente de Colombia, Irene Vélez explicó que la declaratoria de reserva del bioma amazónico contempla dos decisiones centrales: no habrá nuevos contratos de hidrocarburos ni se renovarán los existentes, y no se podrá realizar ni la mediana, ni la gran minería de ningún mineral dentro de la zona protegida. 

Sobre la empresa Giant Copper, la Ministra señaló que, una vez se determine formalmente si el proyecto Libero Cobre corresponde a minería de mediana o gran escala, este quedaría restringido por la declaratoria de reserva. El proceso avanzará mediante consulta previa con pueblos indígenas y afroamazónicos, y el Gobierno espera finalizarlo en abril de 2026.

En términos internacionales, la COP no alcanzó compromisos ambiciosos. Los países del Norte global bloquearon discusiones sobre la eliminación de combustibles fósiles y el reconocimiento pleno de los derechos de los pueblos indígenas

“Esto es una lucha desigual”, afirmó Camilo Niño. “En Colombia nos están matando, amenazando y silenciando. La lucha que llevan las hermanas de Asomi es una esperanza para la humanidad. No se puede hablar de cambio climático sin los pueblos indígenas”.

Paola está convencida de que el trabajo de las mujeres indígenas seguirá siendo una siembra para las generaciones que vienen. “Mi camino corresponde a procesos maternales. Anhelo que sean las voces de los niños y de las niñas, más sensibles y conscientes, las que sigan alertando del daño que se puede causar”, dijo. 

Su camino, insistió, se mantendrá en su lugar de origen: “Porque se defiende lo que se conoce y se defiende con lo que se alimenta: la chagra, el pescado, el casabe, la yuca, los ríos”.

Volver al vientre

Tras la COP30 en Brasil, Paola volvió a su casa en Mamakunapa –Madre Tierra en idioma Inga–, sede de Asomi y primera área protegida privada gestionada por mujeres indígenas en Colombia, para seguir cumpliendo el mandato que llevó hasta la cumbre.

Allí, rodeada de flores, plantas medicinales y el mandato de las abuelas, realizan su propia COP: diálogos de la palabra que integran la espiritualidad, el sentir del territorio, la preocupación por las nuevas generaciones y el rescate de la sabiduría tradicional. 

Desde Asomi continúa la ardua y milenaria tarea de ser colibrí. Paola, junto a otras mujeres, llegará a los espacios que sean necesarios para que la humanidad escuche el llamado urgente de las abuelas y sabedoras de la medicina tradicional: seguir defendiendo y cuidando a la Madre Tierra. 

Nota. Este reportaje se desarrolló en el marco del proyecto "Periodismo y protección de la Amazonía", con el apoyo de DW Akademie y promovido por el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo. El contenido de la publicación es responsabilidad de su autor(a) y no necesariamente refleja las opiniones de DW Akademie.

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