Representación del territorio andino-amazónico colombiano a través de fotografías e ilustraciones que retratan a las seis mamitas sabedoras de los pueblos indígenas Inga, Kamëntšá, Zio Bain, Yanacona y Kofán, y destacan a Mirian Vietlia Criollo Queta, protagonista de este relato. Crédito: Imagen compuesta por Giovanni Salazar Castañeda de Agenda Propia

Colombia

Relato 6. Cuidadora del espíritu del yagé

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Feb 10, 2025 Compartir

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La mamita Mirian Vietlia Criollo Queta, sabedora del pueblo indígena Kofán, protege el agua a través de la planta sagrada del yagé. Desde el resguardo Santa Rosa del Guamuez, en el municipio de La Hormiga, hace un llamado para que las fuentes hídricas no sean contaminadas porque no se puede preparar esta medicina tradicional. Si el agua se pierde, también se rompe la conexión con los espíritus de la selva.

“Voy a contar la historia de cómo uno puede cuidar el agua por medio de la espiritualidad. Uno debe tomar la medicina (el yagé). Luego, con los cantos, se protege y se concentra para ver el espíritu de la selva, del yagé, de los árboles y de todo. Ahí, hay que pedirle a Dios que nos ayude para proteger el agua que viene del nacimiento de la selva”. 

Con estas palabras, la mamita Mirian Vietlia Criollo Queta, de 67 años, del pueblo indígena Kofán, explica cómo logra una relación con la energía del agua a través de la planta sagrada del yagé. Con esta medicina tradicional, ella concientiza a quienes la escuchan sobre la importancia del agua con la que se prepara este remedio, utilizado por su pueblo “para sanar el cuerpo, la mente y el espíritu”.

Cuenta que esta medicina no se cocina con “agua muerta, como lo es el agua en bolsas o tarros”, y mucho menos con agua contaminada. El yagé se hace con agua limpia, la que brota directamente de los nacimientos, tal como le enseñaron los abuelos.

Como yagecera, la mamita Mirian Vietlia es resiliente y ha salvaguardado su papel como sabedora. Su proceso de aprendizaje y la práctica del conocimiento espiritual los recibió del taita Querubín Queta Alvarado, un gran sabio del pueblo Kofán de Sucumbíos, fallecido en febrero de 2024. Además, los ha fortalecido con los consejos que le ha compartido su esposo, el taita Universario Queta.

En noches de ceremonias alrededor de la tulpa (el fuego), y con el olor del sahumerio, la mamita reflexiona sobre los cambios que se están generando con la naturaleza. Con tristeza, narra que con el paso de los años se ha ido modificando todo el territorio putumayense, incluido su resguardo Santa Rosa del Guamuez, ubicado en el municipio de La Hormiga: “Donde crecimos nosotros era montaña, harta montaña (selva). No había nadie blanco (personas no indígenas) sino puro indígena. Y había harta cacería: jaguar, jabalí, toda clase de animales, y de aves habían guacamayos, loros”. 

Esa abundancia natural de la que habla la mamita Mirian Vietlia se perdió cuando fue construida la carretera que le dio la entrada al petróleo y a las comunidades campesinas. Si bien ella no recuerda la fecha exacta, sí tiene presente el impacto que generó: “con eso fue llegando la colonización y fueron invadiendo el territorio, fueron entrando más colonos y arrinconaron a los indígenas”. 

El río Guamuez, que corre cerca de su territorio, “estaba lleno de pescado, de toda clase de pescado, y ahora hay poquito y está contaminado”, dice. Además, sus aguas están sucias porque en las veredas los campesinos arrojan basuras.

Actualmente, su comunidad, compuesta por unas 450 personas, toma agua de un pozo (aljibe) construido en el resguardo, ya que la del río no es apta para el consumo humano.

“Tomamos agüita que nace, que cae de la tierra. Ahí no tenemos que tumbar árboles, ni tirar basura. Tenemos que cuidar el agua y sembrar árboles que boten agua. Nosotros cuidamos, pues [queda] poquita montaña para los hijos, para los nietos”, dice. "

A la mamita además le preocupa que se estén perdiendo las costumbres de respeto al agua.

Recuerda que, en tiempos pasados, “los abuelos, mis papás, mi mamita, cuando tenían un bebé recién nacido, ellos [decían] para uno ir al agua tenía que ir [primero] a echar un sahumerio al agua para poder uno sacarla”. Estas prácticas, al igual que los cantos ancestrales, se están recuperando a través de otras abuelas de su comunidad, con el apoyo de la Asociación de Mujeres Indígenas Sabedoras de la Medicina Ancestral, “La Chagra de la Vida” (Asomi).

Comenta que para avanzar en la preservación de la naturaleza, hay que empezar por las mujeres, por eso, en las ceremonias y espacios de sanación, mamita Mirian Vietlia orienta con sus palabras en el autocuidado de la mujer durante los días de la luna, es decir, del periodo menstrual. “En estos días, ellas no pueden tomar yagé por respeto al cuerpo y al espíritu de la planta sagrada”. 

A las mujeres que toman el yagé, les recomienda tener un pensamiento bueno para que logren una bonita conexión con la Madre Tierra.

“Yo sí quiero dejar un mensaje como abuela yagecera, a las otras personas y a mis nietos, a las futuras generaciones, quiero decirles que cuiden el agua y que no la contaminen y los árboles también que reforesten, que siembren árboles que boten agua”. Hay que cantarle a los espíritus para que ayuden a proteger el agua “que está en la tierra”. 

Con la voz de la mamita Mirian Vietlia Criollo Queta concluyen los seis relatos de las “Cuidadoras del espíritu del Iaku”.

Nota. Esta historia hace parte de la serie Territorio del Iaku. Tejido de voces cuidadoras del agua en Putumayo, cocreada por narradoras y narradores de pueblos indígenas, campesinos y comunidades urbanas del piedemonte andino-amazónico colombiano con la orientación editorial de Agenda Propia durante su programa de Periodismo Colaborativo Intercultural. Este relato se realizó con la Asociación de Mujeres Indígenas Sabedoras de la Medicina Ancestral, “La Chagra de la Vida” (Asomi). Con el apoyo de la DW Akademie y en el proyecto “Periodismo y protección de la Amazonía”, del que hacen parte Agenda Propia (Colombia), Corape (Ecuador) y Servindi (Perú). 

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