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Mama Agustina Tunubalá es partera del pueblo indígena Misak.
Edilma Prada Céspedes.Consulta este contenido en los idiomas y lenguas
Un sabedor tradicional, una partera y un cuidador protegen el uso de las plantas, uno de los legados del pueblo indígena Misak. En la casa Sierra Morena siembran más de 200 especies de flora que utilizan para sanar las enfermedades físicas y espirituales de sus comunidades en el municipio colombiano de Silvia, en el departamento del Cauca.
El aroma de la huerta es relajante y sanador. Huele a una mezcla de aromáticas: hierbabuena, ruda, romero y marihuana. Hay variedad de tonos verdes y distintas texturas de más de 200 plantas grandes y pequeñas. Sobresalen los colores intensos de las flores como el anaranjado de la caléndula y el rojo y fucsia de la amapola. Todas las silømeras (plantas en la lengua originaria Namtrik) son usadas con fines curativos.
En la Yatul (huerta) de Sierra Morena, espacio de salud y nutrición del pueblo indígena Misak, se encuentra mama Agustina Tunubalá, quien selecciona hojas de anís estrella, hierbabuena menta y manzanilla para preparar un remedio que le dará a dos mujeres de su comunidad: una está en su séptimo mes de embarazo y la otra tuvo un bebé hace ocho semanas. Mama Agustina, de 62 años, es tamarepik, es decir partera en su lengua materna, y lleva ejerciendo esta práctica desde que tenía 18 años. Más de cuatro décadas.
A pocos metros de la Yatul hay una pequeña casa redonda con techo de paja rodeada de sembradíos de distintas especies de suculentas u orejuelas, sus hojas ovaladas sirven para sanar las enfermedades espirituales, incluso la tristeza y el estrés. En el interior de la casa está el taita Delio Muelas, de 61 años. El médico tradicional alista hojas de coca y de suculentas, tabaco y chirrincho (bebida) para un ritual de armonización o de “pishimarop” (refrescamiento).
En Sierra Morena, ubicada en el resguardo de Wampia, a dos kilómetros del área urbana de Silvia, se atiende a cualquier persona, sin distinción, sea Misak, de otro pueblo originario, no indígena e, incluso, extranjeros. Allí hay un laboratorio, una farmacia y está la Casa Payán que conserva elementos sagrados y fotografías de la cultura Misak. Por estos espacios camina el taita Leonardo Pechene mientras se alista para atender a un grupo de visitantes. Leonardo es el administrador del lugar.
Mama Agustina y los taitas Delio y Leonardo son los cuidadores del legado de la medicina propia a través del uso y preservación de más de 200 especies de flora. Esta labor no la hacen en solitario. Allí, en Sierra Morena, trabajan cinco personas más, entre auxiliares de la farmacia y el laboratorio, y sus gastos los cubre el Hospital Mama Dominga, institución prestadora de servicios de salud (IPS). Además, llegan hombres y mujeres indígenas de las comunidades quienes colaboran con la mano de obra, por ejemplo, desyerbando, y llevan variedades de semillas de sus propias huertas caseras y tierras; para los Misak (21.700 personas según el censo de población del Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE] de 2018) es tradicional cultivar plantas para su salud física y espiritual, y es sagrado preservar todas las especies.
En medio de la vegetación que se concentra en la Yatul, es notorio el azul del anaco (vestimenta) que lleva Mama Agustina y que la cubre del viento helado típico en Silvia. Ella explica que allí tienen sembradas plantas “frías y calientes”, algunas crecen en páramos y otras en zonas de montañas, y hay varias que son nativas de su territorio y otras que han llegado de distintos lugares del Cauca y de otros departamentos.
Mientras muestra el manojo de distintas especies de aromáticas que recogió de la huerta, Mama Agustina narra que su don le fue revelado en un pieik (sueño) a los 17 años. Soñó que una señora corría de un lado para otro, cuando atendía a una “muchacha que estaba en la cama, le hacía masajes y le daba aguas, también barría la casa. Yo le decía a los mayores (sabios de su comunidad): ¿qué será ese sueño?, y ellos me decían: usted algún día será partera, y ha sido verdad”, recuerda.
Su saber lo heredó de su abuela.
Esa acción de correr de un lado para otro es la misma que vive cada vez que atiende a una mujer que está en trabajo de parto. “Tengo que correr, que hacer el aseo, bañarlas a ellas, hervir las agüitas, hacerles masajes”, cuenta. Mama Agustina asegura que todavía cuando duerme le advierten cuándo va a haber una complicación en un parto o le avisan si todo va a bien. “Me saben decir en los sueños que debo tener cuidado”, comenta.
Para los indígenas Misak, considerados los hijos del agua, una manera de orientar su camino es a través de la interpretación de los pieik. Las y los médicos tradicionales recomiendan baños con plantas y dejar debajo de la almohada hojas de ruda para dormir y soñar mejor.
Después de recoger 16 especies de plantas, Mama Agustina camina rápidamente a la cocina, las corta en trozos pequeños y las pone a calentar en una olla para elaborar un emplasto o cataplasma que normalmente le aplica a las mujeres para “controlar el dolor en la matriz y en el vientre” que suele presentarse días después del parto. También esa mezcla de hierbas sirve para evitar las dolencias menstruales.
En un consultorio en el área de salud y nutrición de Sierra Morena, y sobre una camilla, atiende a una mujer que está en cuidado post parto y mientras le pone en la parte baja del abdomen el emplasto con las plantas, le da consejos para su recuperación y para que el bebé crezca saludable. En la conversación le receta tomar algunas aguas de plantas.
Dos horas después, Mama Agustina atiende a una madre en avanzado estado de gestación y con masajes se cerciora de que la posición del bebé sea la correcta. También le recomienda consumir varias aromáticas y estar tranquila para el día del alumbramiento.
En los controles médicos que realizan en el hospital cuando las mujeres han tenido sus hijos e hijas se les recomienda “el manejo de los fríos realizando la primera dieta con plantas y alimentación caliente, evitando dificultades en la salud y la desnutrición en las nuevas familias”, cuenta Mama Agustina que es quien, justamente, entrega este tratamiento.
Así, entre la Yatul, sembrando y recogiendo plantas, y atendiendo a mujeres de distintas edades y procedencias, se le ve a Mama Agustina. En las horas de menos actividad, ella teje mochilas y orienta a las y los jóvenes que la visitan para aprender del poder de las plantas.
El interior de la casa –donde el taita Delio Muelas hace los rituales– es oscuro. Tan solo entra un rayo de luz a través de una pequeña ventana redonda y le ilumina el rostro mientras el humo blanco de un tabaco que sopla se esparce lentamente por el espacio. El taita Delio, como también ocurre en otros pueblos indígenas, usa el tabaco y las hojas de coca para limpiar las malas energías y los pensamientos negativos.
“Mi trabajo es estar armonizando a la gente que llegue, a los pacientes. La enfermedad también es un møsik, entonces hay que apartar las malas influencias o la ciencia negativa que tienen para que quede limpio. Cuando se hace la limpieza, la enfermedad también se aleja rápido (...) entonces los apartamos cuando usamos las plantas, nosotros para eso estamos aquí para ayudar”, dice con un tono de voz pausado, mientras sigue soplando el tabaco.
Como le ocurrió a Mama Agustina, el taita Delio recuerda que a los 14 años le fue revelado en un sueño que sería merøpik (médico tradicional) y cuáles plantas servían para curar las enfermedades. “En el sueño me encontré con un médico que se llamaba taita Simón Tombe, y él fue el que me dijo: ‘que cuando ya sea más mayor, usted va a ser médico tradicional’. Como unos 10 años después, sin hacer remedio, soñaba con otros médicos, y ya después salí a Bogotá y allá en una laguna me soñé más preciso, vi todas las plantas como en una pared y ahí tenía como un reloj que iba marcando qué plantas es para esto y esto, entonces de allá fue que me traje más claro el sueño y ya pues practiqué y me volví médico tradicional”, narra.
Durante unos minutos el taita Delio muestra varias plantas: la alegría, la rendidora, la coca, el masón, el maíz apio y la yacuma negra y blanca, que utiliza para los rituales de armonización y para aliviar los dolores del alma, “preocupaciones de los pacientes”, dice.
La planta de la alegría sirve “para alegrar a la gente, quitar los resabios y se usa cuando son muy furiosos”, cuenta y se ríe. La orejuela o suculenta sirve para tranquilizar y quitar la fiebre y la rendidora se usa para que el trabajo sea más rápido. Para quien quiera usar las plantas, el Taita recomienda que busque a las y los sabedores de la comunidad, las parteras y las mayoras, ya que tienen más conocimiento para que su uso sea el adecuado.
“Las plantas tienen un poder y tienen un espíritu, hay que arrancarlas con mucha fe, pidiendo el deseo para qué la arrancan, entonces, ya con eso tiene su ayuda”, dice el taita Delio.
Mientras el Taita vuelve a armonizar el lugar soplando el tabaco y rociando la tierra con chirrincho, que simboliza “brindar” con los espíritus, asegura que la medicina propia, además de ser un legado de sus ancestros y ancestras, también es una forma de resistencia contra las creencias religiosas y las distintas formas que les han venido arrebatando sus costumbres desde la época de la colonización, como son la evangelización, el despojo de tierras y el conflicto armado.
“La religión nos está haciendo olvidar lo nuestro. Yo siempre le digo que del año 1492 cuando entró Cristóbal Colón trajo la religión, y entonces, con eso a nosotros ya nos hizo olvidar, nos hizo olvidar nuestras costumbres, nos robaron la tierra y nos arrinconaron. Nos hicieron olvidar hasta el vestido porque casi ya no usan, están usando pantalones hasta las mujeres, hasta las mismas abuelitas están usando pantalones y para eso estamos diciendo que cuidémonos nuestra cultura, cuidemos nuestro idioma, nuestro idioma Misak que algunos como que tienen miedo de hablar, no quieren hablar y cuando uno lo llaman ni contestan, entonces eso es lo que nosotros estamos ayudando para incorporar la tierra, recuperarlo todo”.
En las décadas de 1980 y 1990 el pueblo Misak hizo parte de las luchas por la tierra contra terratenientes y uno de los lugares que recuperaron es justo donde están ahora los terrenos de la casa Sierra Morena.
“Yo estuve cuando entramos en la lucha, yo tenía 20 años apenas, y ya con eso yo he visto todo lo que hicimos los primeros días de la lucha y cómo nos trataron y nos enfrentamos”, cuenta el taita Delio y añade que primero recuperaron Santiago, “después pasamos aquí, y fuimos avanzando, avanzando con la gente, pero en esas, pues teníamos los médicos tradicionales para armonizar y para guiar”.
Los recuerdos del taita Delio quedan en el ambiente y en las mentes de quienes estuvieron presentes en el espacio de armonización: además de la periodista, dos jóvenes que llegaron a aprender del poder de las plantas.
Al taita Leonardo se le ve con un grupo de personas. Les enseña la casa y en particular el laboratorio donde destilan los extractos de las plantas y elaboran distintos remedios naturales para infecciones respiratorias como la gripe, cremas de caléndula para la inflamación y otros medicamentos para curar distintas dolencias. Allí incluso elaboraron una medicina especial contra el covid-19, que en Silvia ha dejado 46 muertes de las mil personas contagiadas, según reporte del Instituto Nacional de Salud consultado en febrero de 2023.
En el laboratorio también destilan el chirrincho, una bebida muy apetecida en las fiestas y usada en los rituales. También, comenta el taita Leonardo, producen “el vino de arándanos para la gastritis y otras bebidas curativas”. El Taita reparte chirrincho, en pequeñas cocas (recipientes), a las personas que lo acompañan en el recorrido en Sierra Morena.
A las autoridades indígenas y a la comunidad Misak les preocupan que con el transcurrir del tiempo, por la modernización en la medicina y la crisis climática, el uso tradicional de las plantas se ha ido perdiendo, y también han surgido otras enfermedades que aquejan a la humanidad. “Es importante tener las plantas y destilarlas para muchas personas que necesitan algún remedio (...) y porque pues a veces estamos como muy pegados a la medicina occidental”, dice el Taita.
La atención de los pacientes sigue de acuerdo a su diagnóstico: se entregan medicamentos naturales, como aceites esenciales, hidrolatos (agua floral), pomadas, cremas, entre otros. Adicional, a pacientes con bajo peso o desnutrición se les recetan cereales a base de quinua. Según explica el hospital Mama Dominga, el tratamiento depende de un diagnóstico clínico y se complementa con la orientación del médico tradicional.
El taita Leonardo junto con los visitantes caminan hacia la entrada de la casa donde se ven flores de caléndula, rosas y jazmines, y plantas de lavanda y menta. Allí les comparte que también realizan sesiones con la inhalación de aromas o esencias para curar dolores externos, internos y emocionales (depresión y ansiedad). La rutina del Taita, al igual que mama Agustina y el taita Leonardo es sembrar plantas y participar en los espacios de palabra y sanación que hacen de manera frecuente en Sierra Morena y en otros territorios del pueblo Misak.
Palabras en lengua Namtrik usadas en este reportaje:
Nota. Este reportaje hace parte de la serie periodística Caminos por la Pachamama ¡Comunidades andinas en reexistencia!, y se cocreó con periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias (Rede Tecendo Histórias), bajo la coordinación editorial del medio independiente Agenda Propia.
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