De izq. a der., la partera Gladis Pai, el curandero Gregorio Rodríguez García y la sabedora María Lolay Pai junto a representaciones del Kipu y de su territorio. Crédito: Imagen compuesta con fotografías e ilustraciones realizadas por Giovanni Salazar Castañeda de Agenda Propia.

Colombia

El Kipu, mensajero del agua para los inkal Awá

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Nov 28, 2024 Compartir

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En los municipios de Orito y San Miguel, en la zona montañosa de la región andino-amazónica del Putumayo, Colombia, las curanderas y curanderos del pueblo indígena +nkal Awá alertan sobre la desaparición del Kipu. La presencia de este cangrejo indica que hay buena agua y que las fuentes hídricas se encuentran saludables. A través del rescate de prácticas tradicionales la comunidad protege este animal, considerado la madre del agua.

El Kipu es un cangrejo pequeño de agua dulce, difícil de observar y con una gran capacidad de movilidad gracias a que sus ocho patas le permiten caminar en cualquier dirección. La elevación de sus ojos sobre su cuerpo lo convierten en un atento observador de los ríos, y sus inconfundibles tenazas, que mantiene alzadas como si fueran brazos, le sirven tanto para intimidar como para defenderse y atrapar presas para alimentarse.

Para las curanderas y curanderos del pueblo indígena +nkal Awá, este animal es la mamá del agua, un ser importante para la planificación de las actividades de las familias. “Como cultura entendemos, sabemos y conocemos que el agua es un espíritu, no es solamente un líquido que sirve para bañarse, para lavar o para hacer la comida, no. Nosotros decimos que es la madre del agua desde lo espiritual porque donde está el cangrejo no se seca el agua, por más verano que haya”, cuenta Gregorio Rodríguez García, curandero del resguardo Bellavista en el municipio de Orito, Putumayo.

El origen de los +nkal Awá

Ser +nkal Awá significa ser gente de montaña, el lugar donde se crean los hilos de agua que forman los ríos. Según su tradición oral, con la que conservan su cultura, su origen es una laguna llamada chinattɨm, ubicada en el vecino departamento de Nariño. Los relatos tradicionales cuentan que en su orilla había un árbol grande en el que se formaron dos barbachas (musgos), una blanca y otra negra, y con el paso del tiempo crecieron hasta tocar el suelo. De allí aparecieron las primeras dos personas +nkal Awá. El pueblo habita actualmente en territorios de Colombia y Ecuador. En el lado colombiano, se asienta a lo largo de las orillas de los ríos en los departamentos de Cauca, Nariño y Putumayo. 

En los municipios putumayenses de Villagarzón, Puerto Caicedo, Puerto Asís, Orito, Valle del Guamuez y San Miguel, se han organizado 48 comunidades, distribuidas entre resguardos y cabildos. Los +nkal Awá han creado sus espacios de vida (viviendas y chagras) a orillas de los afluentes. Entre ellos destacan al río Caldero, que alimenta al Orito; Churayaco, que nace en Nariño y desemboca en el Guamuez; La Cristalina, El Sábalo, La Hormiga y La Guisia, que fluyen hacia el San Miguel; y los ríos Vides, Conejo y San Juan, que desembocan en el Putumayo. Este último recoge todos los afluentes mencionados, formando la gran cuenca que lleva su nombre y recorre territorios de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil, hasta encontrarse con el río Amazonas.

El rol de los +nkal Awá es vital en el cuidado de los nacimientos de agua. Así lo confirman sus planes de vida y de salvaguarda, en donde se autodenominan 'cuidadores de la naturaleza' y llaman al territorio Katsa Su en lengua materna awapit, que al castellano traduce casa grande.
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Gregorio explica que el Katsa Su (casa grande) está conformado por cuatro mundos: ishkun Awá, el primero, está en el subsuelo y allí viven los seres más pequeños, la gente que come humo; awaruspa, el segundo, es donde estamos nosotros, los seres humanos, y todo lo que podemos ver; irɨsttuspa, el tercero, está conformado por los espíritus de los muertos y los ancestros; y susakatmika, el cuarto, tiene a los astros y a Dios, el mundo creador. Todos son el Katsa Su y lo que pasa en uno de los mundos afecta a los demás.

En el segundo mundo, por ejemplo, Gregorio menciona que el agua se encuentra en forma de nubes, lluvias, ríos, quebradas y lagunas. Para los +nkal Awá, esta tiene un espíritu que la protege y, si sufre algún daño, lo comunica mediante señales a los curanderos, quienes, a su vez, transmiten el mensaje a la comunidad, que se prepara con rituales y actividades para enfrentar lo que ocurra.

Uno de esos comunicadores es el Kipu. “Cuando va a venir un verano fuerte, el cangrejo sale del río y atraviesa la montaña buscando fuentes de agua. Entonces el +nkal Awá sabe que ese año la temporada de verano va a estar dura y se prepara, porque ya uno mira que el cangrejo va subiendo, se va yendo”, explica Gregorio y añade que según como el cangrejo camine o se mueva, el pueblo interpreta las señales.

Pero no cualquier cangrejo es el mensajero. Según lo describen en el pueblo +nkal Awá, hay cuatro tipos: el más común y grande se encuentra en las quebradas o ríos, y es el que consume la población; hay otro de color azul, muy difícil de encontrar; otro amarillo que también llama al agua, y, finalmente, uno de color café con pelos en las patas, que cumple la función de comunicador.

Misael Pai, curandero +nkal Awá del cabildo indígena Monterrey en el municipio de San Miguel, explica que el cuarto es el propio espíritu y, según su tradición, contribuye mucho más a la salud del agua: “Donde él hace las cuevitas llama al líquido. Por eso los abuelos decían que nosotros no debíamos matarlos”. 

Si este animal desaparece es porque algo se está haciendo mal en el territorio y es un indicador de la pérdida de vida de un afluente. El cuidado y el monitoreo de estos crustáceos es urgente, aconsejan Misael y Gregorio.

“Yo creo que la principal limitación para hacer estudios es la pérdida de los ecosistemas, que es muchísimo más rápida que el tiempo que toma poderlos investigar. Al no haber un ecosistema más o menos conservado, no va a permitir que se puedan realizar estas investigaciones”, dice Anmy Claros Morales, bióloga de la Universidad de la Amazonía y quien ha trabajado por ocho años en educación ambiental con niñas y niños en Orito. 

Si bien los +nkal Awá desconocen los nombres científicos de los cangrejos, están interesados en aprender más sobre ellos y compartir los conocimientos tradicionales. "

Colombia es el segundo país con mayor riqueza de estos animales en el mundo. De acuerdo con el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, el país cuenta con 111 especies registradas, de las cuales 90 son endémicas. Sin embargo, 40 de estos cangrejos tienen datos insuficientes, lo que impide conocer su grado de amenaza o estado de conservación, según informó el Instituto en una nota de prensa de 2021. 

Kipu, fuente de salud femenina

El cangrejo también se usa en la medicina tradicional. En ocasiones, cuando las mujeres +nkal Awá no pueden producir suficiente leche materna para alimentar a sus bebés y no tienen a la mano plantas que les ayuden, los curanderos van hasta el hábitat del Kipu. Allí, tras pedir permiso a los espíritus, lo pescan y preparan una bebida para la madre, para ayudarla a producir más leche. 

“Yo misma he cogido el cangrejo para hacerle remedio a la única hija que tengo”, relata María Lolay Pai, sabedora del resguardo El Espingo: “Ella tuvo un bebé y fue escasa de leche. Entonces, yo fui, busqué el cangrejo en la quebrada, lo cociné, le hice el caldo y le di”. La comunidad aclara que estas prácticas no ponen en riesgo la pervivencia del Kipu, ya que no es una situación común entre las madres indígenas. Sin embargo, es una información útil que se transmite de generación en generación.

El Kipu también ayuda a que las niñas y los niños caminen más rápido. “Usted lo pone patas arriba y se le pone a caminar el cangrejito en la barriga del niño”, dice Gladis Pai, partera y médica tradicional desde sus doce años. Hoy vive en el resguardo El Espingo. 

Anmy recalca que, fuera de las comunidades indígenas, el cangrejo es un animal muy demandado en bebidas y alimentos “por el alto potencial que tienen en proteínas y en nutrientes, llevando a asignarles propiedades afrodisíacas. Esto hace que sea muy apetecido en los preparados que se venden en las diferentes plazas de mercado o restaurantes especializados en mariscos”.

La siembra de agua

El pueblo +nkal Awá cuenta con saberes que permiten recuperar el agua, como ya naturalmente hace el Kipu: “El cangrejo escarba su cuevita y al poco tiempo hay agua, póngale un año”, dice María Lolay.

Misael también realiza una práctica tradicional para recuperar los nacimientos a través de un ritual de siembra. Este consiste en enterrar una totuma en el lugar donde se desea que brote el agua. El proceso puede tardar hasta diez años para que aparezca una nueva fuente. Por eso, el curandero insiste en la importancia de conservar los lugares donde ya existen lagunas, caños y ríos, y de reconocer las plantas que ayudan a mantenerlos. 

“Hay un monte en la madre naturaleza, que de pronto nadie lo ha distinguido, que llama el agua, como lo hacen también el nacedero y la guadua. Así como también hay monte para que no haya agua”, asegura Gregorio. 

Además recalca la importancia de volver a recuperar la conexión humana con su propia esencia y sus conocimientos: “Nosotros somos parte del agua”, dice Gregorio y explica: “En el awapit decimos aĩmpi que es la sangre de nosotros que corre por nuestro cuerpo, que es el agua y es la misma sangre de la Madre Tierra. Es por esto que al tomar agua también llevamos a nuestro cuerpo otros nutrientes y minerales de la Madre y que dependen si salen de un hueco, de una vertiente, de las rocas y arena, en donde también hay valores nutritivos y eso hace parte de la nutrición del cuerpo”.

Sentirse parte de la naturaleza hace que el pueblo +nkal Awá sea un cuidador de todo lo que lo rodea y tome de ella sólo lo necesario para cada día. Respetan los ciclos naturales y trabajan por garantizarles a los más jóvenes recursos como el bosque, las plantas medicinales, el agua, los animales y los alimentos. También enseñan cómo conservar y proteger. "

Armonizar nuestra relación con los espíritus de la montaña

A Gladis le preocupa que su territorio se está quedando sin la madre del agua. “Ahora ya no se encuentra como antes, que había hartísimo, y no se sabe por qué se fue”, dice refiriéndose al cangrejo grande del río que de niña pescaba para alimentarse con su familia.

Amny confirma que hay pérdida de especies de fauna y flora porque el territorio ya no tiene la misma capacidad de retención de agua. “Lo que más he evidenciado en el sur del país, en nuestro departamento de Putumayo, es la deforestación en las orillas de los ríos. Si no se respeta esa área de los bordes, lo que pasa es que se comienza a erosionar el suelo y a cambiar el nivel o los caudales de las fuentes hídricas, y pues a su vez obviamente la biodiversidad que existe en esta zona”.

La bióloga señala que el uso de agroquímicos en los cultivos agrícolas y las intensas y continuas fumigaciones realizadas por el gobierno colombiano como estrategia para la erradicación de cultivos de uso ilícito afectaron los ríos en esa región.

Los +nkal Awá aseguran que la actividad de los bloques petroleros, la pesca con explosivos, la contaminación por parte de las mineras y petroleras, y la tala de la selva han afectado gravemente a los ríos y los bosques. “Antes había hartísimo venado, danta, micos, ardilla, pilmo (ardilla pequeña), ratón de monte, micos y tintín. Había harta cacería pero ya todo ha terminado”, dice María Lolay quien recuerda la abundancia cuando llegó a El Espingo a sus once años. 

Por su parte, Gladis recuerda que en su niñez había mucha montaña, los ríos tenían bastantes peces –para su alimentación y la de su familia– y también había momentos para compartir con sus padres alrededor del fogón, donde se contaban las historias de origen de su pueblo. Estos espacios se han perdido, dice, porque con el sistema educativo actual, los jóvenes dejan el territorio para asistir a clases y luego no regresan. 

Esta pérdida de la vida es una amenaza a la armonía de Katsa Su, por lo que el pueblo +nkal Awá realiza actividades para enseñar a las y los estudiantes la importancia de reconectar con la naturaleza y con su espiritualidad.

“Estamos realizando unos rituales en las vertientes, en los ojos del agua, para ayudar espiritualmente a ese mantenimiento y fortalecimiento, y enseñándole a la gente a entender que son espacios espirituales que hay que ayudarlos a fortalecer, porque en algunas partes, algunas comunidades han talado todo”, asegura Gregorio.

El curandero explica que los espíritus de las montañas son parte de la barbacha (historia de origen +nkal Awá), habitantes primitivos que todavía están dentro de la montaña. “Por causa de las malas creencias, hemos venido abandonándolos y separándonos de ellos”, dice, “y por eso se han creado las enemistades con los espíritus mayores de la montaña. Si uno no respeta los límites, ellos defienden su territorio”.

Misael sabe que los pueblos indígenas están sufriendo por la escasez de agua y las sequías, por lo que hace un llamado a no olvidar los conocimientos tradicionales para cuidar a la Madre Tierra. Un consejo al que se suma María Lolay, al invitar a la comunidad a que no olvide la importancia del Kipu y de transmitir esos saberes a las nuevas generaciones: “yo les he explicado a mis hijos e hijas y también les he enseñado sobre remedios para que no se pierdan”.

Nota. Esta historia hace parte de la serie Territorio del Iaku. Tejido de voces cuidadoras del agua en Putumayo, cocreada por narradoras y narradores de pueblos indígenas, campesinos y colectivos de comunicación durante la séptima versión del Programa de Periodismo Colaborativo Intercultural de Agenda Propia. El especial se enfoca en las realidades y los sentires del agua en el piedemonte andino-amazónico colombiano.

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