Imagen ilustrada basada en fotografías del contexto real de las comunidades.

Giovanni Salazar.
Bolivia

“El bésiro, el lenguaje del Bosque Seco Chiquitano”

Cocreadores

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Jun 15, 2021 Compartir

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Desde las entrañas del Bosque Seco Chiquitano, en la cuenca Amazónica boliviana, 29 comunidades indígenas de la nación Monkoxi resisten para revitalizar la lengua bésiro después de haber sido aplacada por una práctica colonizadora de la escuela pública que privilegiaba el castellano.  

Los mayores de la comunidad recuerdan a viva voz cómo en las escuelas en la década del 50 y 60 se les prohibía hablar en su lengua nativa, el bésiro. En la actualidad, su lucha es revitalizar el idioma como parte de un proceso colectivo para construir su autonomía y gobierno indígena.

Ficha técnica

Tipo de contenido: Sonoro 
Año de realización: 2021
Título de serie: Voces de la Amazonía ¡Escucha, la memoria habla!
Realizado(ra): Malkya Tudela.
Lugar: Lomerío, Bolivia
Duración: 00:11:45

El bésiro, una lengua nativa que buscan recuperar en las entrañas del Bosque Seco Chiquitano 

Las comunidades indígenas de la nación Monkoxi, ubicadas en Lomerío, en el Bosque Seco Chiquitano en la Amazonía de Bolivia, narran con urgencia la necesidad de revitalizar su lengua, el bésiro. Las y los mayores recuerdan cuando se les prohibió hablar su propio idioma. Hoy día consideran importante volver a sus raíces lingüísticas para recuperar su identidad.

El idioma bésiro fue erradicado poco a poco de las voces de los niños de Lomerío por los maestros de la escuela fiscal que llegaban de tierras lejanas hablando español. Han pasado cincuenta años de ese atentado al habla nativa en La Chiquitanía boliviana y los caciques intentan ahora revitalizar la lengua para fortalecer la identidad del pueblo indígena o nación Monkoxi y construir su autonomía política. 

En la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Lomerío, ubicada en el Bosque Seco Chiquitano en las tierras bajas de Bolivia, esos niños que recibieron la huasca (golpes) para forzarlos a hablar en español o castellano son ahora los abuelos de las comunidades. Ellos son los que más usan el bésiro para comunicarse entre sí porque la escuela arrinconó su lengua a un segundo plano, pero no logró eliminarla. 

“Cuando llegaron los curas y los profesores, nos obligaron a aprender el castellano”, dice Marcelino Peña Sumamí, de 65 años. Él fue por primera vez a la escuela a sus 13 y se mantuvo dos años aprendiendo lo básico de las humanidades.

Marcelino nació en la comunidad Palmira en los años 50, pero apenas en diciembre de 2020 fue testigo de la aprobación del estatuto autonómico de la TCO Lomerío para el autogobierno de la nación Monkoxi bésiro. El territorio, formado por pequeñas colinas o lomas cubiertas de bosque, de ahí su nombre, Lomerío, es una frontera natural al avance del agronegocio en el departamento de Santa Cruz, que busca terrenos llanos para el monocultivo de la soya. 

“Nosotros, como pueblo, estamos demandando al Estado nuestra autonomía territorial indígena, eso implica afianzar mediante nuestro idioma la autodeterminación y el autogobierno del pueblo de la nación Monkoxi”, dice Elmar Masay, cacique de la Central Indígena de Comunidades de Lomerío (CICOL). 

Una prioridad

La TCO Lomerío agrupa a 29 comunidades indígenas y a la vez se sobrepone a la administración municipal de San Antonio de Lomerío, que abarca un territorio más pequeño. Según el Censo de 2012, en el municipio existían 5.849 personas, de las que 3.991 tienen el castellano como idioma materno y 1.647 a “otros idiomas oficiales”, aunque solo se especifica en este conjunto al aymara, quechua y guaraní (18, 4 y 3 hablantes, respectivamente). 

En 2017, el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social, (CEJIS), con ayuda financiera de la Unión Europea, desarrolló una encuesta dentro del proyecto Navegador Indígena para averiguar las necesidades más apremiantes de las comunidades. Se identificaron tres: el acceso al agua, la seguridad alimentaria y la recuperación del bésiro.

Para el caso de revitalizar el idioma, el CEJIS y la CICOL trabajaron en las comunidades de San Simón y Palmira en dos niveles: en el ciclo escolar primario y en reuniones familiares con madres y niños menores de 3 años. 

Marcelino y su esposa, María Pocoena Tomichá, de 61 años, participaron como voluntarios en estos encuentros hogareños en los que el ejercicio consistía en practicar el bésiro en las actividades comunes de la casa, donde muchas veces los niños hacen de auxiliares de la madre llevando pequeños objetos de un lado a otro. 

¿Cómo ha sido enseñar bésiro a los niños? María dice que fue difícil. “Ellos vienen un ratito, están sentados, después se ponen a andar por ahí, peor (se distraen) si uno no tiene nada para invitarles a ellos. Están sentados escuchando lo que uno habla, a veces los mandamos a traer jasayecito, matecito, tutuma”, dice María, nombrando un cesto hecho de hojas de palma (jasayé) y frutos secos del bosque que se usan como recipientes. 

Pero la intención de utilizar el bésiro en la familia, en lo cotidiano y dentro del hogar fue entendida por las madres. María dice que el hijo del maestro de la comunidad ya entiende, habla y saluda en el idioma de los abuelos. 

Elementos en contra

Pedro Ípamo, cacique de Puquio, comunidad a 5 minutos en moto desde Palmira, es una década menor que Marcelino y María. Aún sintió los golpes de los maestros en la escuela y es un entusiasta de utilizar su idioma, pero no es optimista. 

La migración de los jóvenes hacia la ciudad y la irrupción de la tecnología juegan en contra de la práctica de la lengua propia, dice Pedro. 

La música con flauta y tamborita también está cediendo el espacio a la que llega por medio de los teléfonos inteligentes. “Ya no se escucha nuestra música, en las fiestas todo es amplificación”, comenta Pedro. Por la noche, los obreros contratados por el cacique desbrozarán la hierba en la plaza principal de Puquio, escuchando a todo volumen desde un teléfono celular una pieza de la cantante andina Yarita Lizeth Yanarico.

Aunque Marcelino es músico, lo que extraña es el ruido de las personas en sus actividades en la comunidad. Ahora está todo vacío, dice nostálgico, porque además de sus 9 hijos solo dos están en la comunidad.  

Marcelino y María se dedican a cultivar su tierra ocre y rocosa que todavía les da maíz, yuca y zapallos para su propio consumo. Por acuerdo interno, algunos comunarios extraen madera. 

El trabajo de la tierra y en el bosque ha disminuido. La caza y la pesca se han reducido porque los bichos (animales de caza) retroceden cada vez más y el río ha bajado su caudal.  

Lo curioso es que las frases que Marcelino y María más utilizan para dar ejemplos de oraciones en el idioma bésiro tienen que ver con ir a cazar o a pescar. 

Refugiados en el monte

La TCO Lomerío sufrió el impacto de los incendios forestales en 2019 ―que afectaron 5,7 millones de hectáreas del Bosque Seco Chiquitano y regiones de llanuras y pantanal, según Fundación Amigos de la Naturaleza―. 

A pesar de este panorama, la presencia de las comunidades resguarda la cobertura boscosa de Lomerío y ese es el objetivo de su organización CICOL. El cacique Elmar Masay remarca, en ese sentido, el significado del nombre de nación Monkoxi pues hace referencia a un pueblo que siempre estuvo, que está y que estará en el futuro ocupando ese territorio. 

Marcelino y María tampoco ven un futuro fuera de su comunidad y sin trabajar su parcela. Ellos están como atrincherados en el territorio, esperando el regreso de sus hijos. 

“Algún día van a volver nuestros hijos, qué es lo que les vamos a mostrar, qué es lo que hicimos de trabajo. (Les diremos) ese es nuestro trabajo aquí, mientras no están ustedes”, dice María.  

En la Amazonía boliviana, junto con el bésiro, existen pueblos con idioma propio que viven similares amenazas, entre esas lenguas están el araona, baure, canichana, cavineño, cayubaba, chácobo, chimán, esse ejja, guaraní, guarasu’we, guarayu, itonama, leco, machineri, maropa, mojeño-trinitario, mojeño-ignaciano, moré, mosetén, movima, sirionó. tacana, tapiete, toromona, yuqui, yuracaré y zamuco.  

Nota.La serie sonora documental Voces de la Amazonía ¡Escucha, la memoria habla!, fue producida en un proceso de co-creación con periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias (Rede Tecendo Histórias), bajo la coordinación editorial del medio independiente Agenda Propia

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