Río Coca, una contaminación que afecta la vida y el sentir de la mujer kichwa amazónica

Giovanni Salazar.
Ecuador

Río Coca, una contaminación que afecta la vida y el sentir de la mujer kichwa amazónica

Cocreadores

Conoce a las y los integrantes de este proyecto >

Jun 15, 2021 Compartir

Consulta este contenido en los idiomas y lenguas

Las voces de las mujeres Cecilia Aguinda y su hija, Nancy Grefa, ambas lideresas Kichwa amazónicas de la provincia de Orellana, narran con dolor la contaminación de petróleo en río Coca, que ocurrió en abril de 2020. Traen a la memoria los daños irreversibles que la mancha negra dejó sobre las aguas del río, uno de los afluentes más importantes de la Amazonía en Ecuador.

Para ellas, como para las más de 100 comunidades indígenas y no indígenas afectadas por el derrame, el río Coca es su fuente de vida (agua y alimentación), de sanación y de espiritualidad. 

Ficha técnica

Tipo de contenido: Sonoro 
Año de realización: 2021
Título de la serie: Voces de la Amazonía ¡Escucha, la memoria habla!
Realizado(ra): Carlos E. Flores
Lugar: Orellana, Ecuador
Duración: 00:11:32

Río Coca, una contaminación que afecta la vida y el sentir de la mujer kichwa amazónica

Dos lideresas Kichwa amazónicas relatan el impacto que tuvo el derrame petrolero más grave ocurrido en los últimos 15 años en la Amazonía ecuatoriana. Catorce meses después, los más de 27 mil pobladores indígenas y no indígenas siguen demandando justicia por la vulneración y afectación de derechos a un medio ambiente sano, a la salud de las comunidades y los derechos de la naturaleza. 

Cecilia Aguinda es una mujer indígena de la nacionalidad Kichwa que vive en las orillas de uno de los afluentes más importantes de la Amazonía ecuatoriana, el río Coca (provincia de Orellana). Ella aún recuerda los gritos urgentes y angustiados de los pobladores cuando vieron que las aguas de este río estaban manchadas de petróleo: ¡Yana Curi! ¡Yana Curi! (oro negro, en kichwa). 

Era el 8 de abril del 2020. Desde la madrugada de aquel día, otros habitantes también daban testimonio de la contaminación, como lo cuenta Verónica Potes, una de las abogadas que defienden a las comunidades indígenas. Cuando Verónica visitó algunas zonas, los testimonios eran semejantes e insistentes: las personas que salían a pescar o los niños que se bañaban en el río salían con los cuerpos cubiertos de petróleo. 

Verónica contó que el derrame se produjo la noche del día anterior, el 07 de abril. Pero no fue hasta la madrugada del día siguiente que los pobladores lo notaron. Nadie les alertó. Grefa, una Kichwa hablante, se esfuerza para decir en español que el río sigue sucio, está enfermo. Ella llora y sigue demandando atención urgente. 

Este derrame petrolero es la contaminación más grave ocurrida en la Amazonía ecuatoriana en los últimos 15 años. Las tuberías se rompieron y el crudo cayó pesadamente sobre las aguas del Coca. Tanto Petroecuador (empresa estatal) como la OCP (empresa privada), las responsables de estas tuberías, dijeron que más de 15.000 barriles de petróleo terminaron sobre el río, cifra que también confirmó el ministro de Energía, René Ortiz, según declaró el 20 de abril de 2020 en la Asamblea, de acuerdo con la información que fue publicada por medios nacionales

Pero si uno habla con los pobladores, ellos afirman que la cantidad fue mayor porque nunca habían visto tanto petróleo sobre el río. Posiblemente, el cálculo no les falle. Alexandra Almeida, bioquímica de la ONG ambientalista Acción Ecológica, recuerda que hubo otros derrames de proporciones importantes: en el 2009, cayeron 14 mil barriles; y, en el 2013, 12 mil barriles. Todos afectaron al río Coca. 

Por su parte, las petroleras califican este hecho como un “evento de fuerza mayor”. Pero, bajo esa figura se quieren evitar responsabilidades legales, dice Verónica. Se quiere dar la idea de que no se pudo prevenir, un aspecto que tanto ella como Alexandra cuestionan. Para las especialistas lo ocurrido en el río Coca era “perfectamente evitable”. 

Esa afirmación también es sustentada por la Alianza por los Derechos Humanos, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y la Federación de Comunas Unión de Nativos de la Amazonía Ecuatoriana (Fcunae). Estas organizaciones afirmaron que diversos expertos ya habían advertido que la zona por donde pasaría las tuberías de la OCP era inadecuada por la inestabilidad del terreno, la erosión, la alta sismología y el riesgo volcánico. 

Hubo las mismas alertas cuando se empezó a construir la Hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, en el 2010. Diez años después, en febrero del 2020, la naturaleza dejaría sentir su presencia: ocurrió la desaparición de la famosa cascada San Rafael. Dos meses después, colapsaron las tuberías de las petroleras. 

Ha pasado más de un año del derrame y las consecuencias han sido notables, no solo en la afectación del río sino en los cuerpos de los pobladores indígenas que presentan sarpullidos y enfermedades en su piel.

El dolor para las mujeres Kichwa amazónicas de la provincia de Orellana ha sido grande, así lo narran Cecilia Aguinda y su hija, Nancy Grefa, ambas lideresas. Sin embargo, su lucha y esperanza es mayor. Ellas seguirán cuidando las aguas del Coca, que es su fuente de vida (agua y alimentación), de sanación y de espiritualidad. 

Nota.La serie sonora documental Voces de la Amazonía ¡Escucha, la memoria habla!, fue producida en un proceso de co-creación con periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias (Rede Tecendo Histórias), bajo la coordinación editorial del medio independiente Agenda Propia

Comparta en sus redes sociales

1551 visitas

Comparta en sus redes sociales

1551 visitas


Comentar

Lo más leído


Ver más
image

Rituales para llamar la lluvia, la respuesta espiritual de los Yampara a la sequía

Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.

image

Indígenas en México son guardianes de la abeja nativa pisilnekmej

La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.

image

Las plantas medicinales, el legado del pueblo Misak

Un sabedor tradicional, una partera y un cuidador protegen el uso de las plantas, uno de los legados del pueblo indígena Misak. En la casa Sierra Morena siembran más de 200 especies de flora que utilizan para sanar las enfermedades físicas y espirituales de sus comunidades en el municipio colombiano de Silvia, en el departamento del Cauca.