Foto diseñada con elementos de las comunidades del pueblo Barí.

Giovanni Salazar.
Colombia

Las enfermedades que aquejan al pueblo binacional Barí

Cocreadores

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May 31, 2021 Compartir

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Pese a que la tuberculosis es curable y prevenible, el pueblo indígena Motilón Barí sigue sufriendo los estragos físicos y esta enfermedad amenaza su supervivencia física y cultural. También padecen paludismo y, como todo el mundo, tratan de mantenerse a salvo de la pandemia.

Además de la Covid-19 a los indígenas del pueblo Barí los afecta una enfermedad que también se transmite a través del aire. Estar expuesto a la tos, el estornudo o a la saliva de una persona que padece de tuberculosis pulmonar basta para contraerla. Como si fuera poco también sufren por la malaria o paludismo, aunque ésta la tratan más fácilmente con la medicina tradicional.

Los Motilón Barí, son un pueblo indígena que vive en las selvas del río Catatumbo, entre Colombia y Venezuela. Del lado colombiano son 3.018 personas y se concentran principalmente en Cúcuta y Tibú, departamento de Norte de Santander. Son 25 comunidades distribuidas en cinco de los municipios que conforman la región del Catatumbo, y que se agrupan en dos resguardos: el Motilón-Barí (23 comunidades) y el Catalaura-La Gabarra (dos comunidades).

A pesar de que, según la Organización Mundial de la Salud, OMS, la tuberculosis es curable y prevenible esta tiene en riesgo de extinción al pueblo Barí, por lo menos así lo asegura el estudio Susceptibilidad a la tuberculosis en la comunidad Barí Motilón Norte de Santander, realizado en 2019 por Álvaro Azoira Sagdabara para la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Santander. Dicho estudio indica que alrededor del 30% de la población sufre de tuberculosis y por esto la califican como uno de los mayores problemas de salud pública que afronta la comunidad Barí Motilón actualmente.

La muestra del estudio estuvo conformada por 128 enfermos de las comunidades Shubabarina, Obabuda, Brubukanina, Suerera e Ishtoda e incluyó población mestiza.

En el peligro de extinción en que la tuberculosis tiene a ese pueblo coincide Juan Titira, líder de la Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí.

“Nos preocupa porque hoy en día la tuberculosis nos está matando, nuestra tasa  poblacional ha ido reduciéndose y rápido”, asegura Juan.

Las cifras del Instituto Departamental de Salud de Norte de Santander, IDS, indican que entre 2018 y 2021 se han registrado 23 enfermos de tuberculosis en el pueblo Barí, mientras que en el mismo periodo 189 personas han padecido malaria en esa comunidad. En ese periodo tres indígenas Barí han muerto por tuberculosis, ninguno por malaria.

Según el IDS, hasta el 9 de abril de 2021, los contagiados por la Covid-1 han sido 24 y solo una persona ha muerto.

La diferencia en las cifras se puede deber a que, según explica Ashkayra Arabadora, representante legal de Ñatubaiyibarí, Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí, “culturalmente los barira no reportamos las personas fallecidas por nuestros procesos ceremoniales y creencias acerca de la enfermedad y de la muerte”. 

Para Ashkayra la mortalidad de la tuberculosis es poca. Asegura que los 2.905 Barí de menos al comparar los dos censos más recientes hechos por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, se explican en que está población es nómada (aunque ya hay algunos grupos sedentarios) y se traslada frecuentemente entre comunidades. En 2018 se registraron 3.018 habitantes, en 2005 se habían contabilizado 5.923 indígenas.

A Mireya Astroina, una joven indígena del pueblo Barí (de la comunidad Sacacdú, del municipio de Teorama) y quien está a punto de graduarse de derecho de la Universidad Antonio Nariño en Bogotá, le parece alta la tasa de mortalidad por tuberculosis porque la población es poca. Ella recuerda por lo menos cuatro muertes relacionadas con síntomas de esa enfermedad en los últimos cuatro años (tres mujeres y un hombre).

La joven resalta que es un derecho fundamental para el pueblo Barí la realización de programas de prevención e información en salud que el Estado debe garantizar en su territorio.

“Las instituciones de salud deberían cubrir todas esas poblaciones como un deber legal para que los indígenas no fallezcan por diferentes enfermedades. Si en Bogotá o en Cúcuta hacen programas de prevención y promoción de salud debería llevarse a cabo en el territorio y debería ser consultado con las autoridades acorde a la cultura, que se haga de acuerdo con la cosmovisión, que tenga un enfoque diferencial”, destaca Mireya.

Yenith Colmenares, especialista en salud y seguridad en el trabajo del IDS y quien trabaja desde 2017 concertando con el pueblo Barí las jornadas integrales de salud, explica que los encargados de la atención médica de los integrantes de este pueblo indígena son las Entidades Prestadoras de Salud, EPS, y que lo que se hace desde el IDS es gestionar el ingreso de esas EPS a los territorios donde ellos viven.

La funcionaria del IDS asegura que, por lo general, entran a territorio Barí durante las asambleas generales de esta comunidad, que se hacen dos veces al año, para aprovechar que la población se reúne. 

Yenith también dice que estas jornadas implican una logística bastante grande por la lejanía y la dispersión de las comunidades y que en ella incluyen un guía indígena, médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, odontólogo y bacteriólogo. 

Así también lo señala el líder Juan Titira y se queja de que esta atención la reciben tan solo una vez al año. “El IDS y los hospitales van a una brigada cuando tenemos asamblea, un encuentro comunitario grande para poder atender la población, pero una vez al año, eso no tiene mucho impacto, ahí es donde nosotros tenemos que buscar estrategias para que estos entes lleguen a nuestro territorio con campañas de prevención y promoción, que lleguen con las vacunas, que haya jornadas allá constantemente”.

Vida comunitaria y nómada los hace más vulnerables

La tuberculosis no es una enfermedad propia de los Barí, así lo asegura Juan y agrega que fueron los blancos quienes la llevaron hasta sus territorios, sin embargo, no recuerda la fecha en la que apareció el primer caso. “La población adulta mayor, mujeres gestantes y niños son los más afectados”, indica.

Los síntomas de la tuberculosis son tos, fiebre, sudores nocturnos, pérdida de peso, entre otros, y según la OMS, estos pueden ser leves durante varios meses, lo que puede hacer que los pacientes tarden en buscar atención médica y por ende transmitan la bacteria a otros. Esto hace especialmente vulnerables a los Barí, que tienen una forma de vida esencialmente comunitaria, cazan, pescan, cultivan y viven juntos en Bohíos, “que simbolizan el vientre de la madre tierra, por lo que su estructura es semiovalada y muy cerrada, en cada extremo tiene una puerta”, explica el libro Pueblo Barí, entre el exterminio estatal, extractivista y el conflicto armado.

El bohío es el centro de la vida Barí. “Para nosotros es el sitio de reunión, de reflexión, casa ceremonial, de pensamiento, ahí los más ancianos relatan alrededor de la hoguera el conocimiento, las historias, sus anécdotas, todos reunidos ahí, entonces todo el mundo escucha. El bohío encierra todo”, comenta Juan. En una estructura de estas pueden vivir todas las familias de una misma comunidad.

Según la OMS, a lo largo de un año un enfermo tuberculoso puede infectar entre 10 y 15 personas por contacto estrecho (compartir a pocos metros de distancia y por varias horas) y de no recibir el tratamiento adecuado, hasta dos terceras partes de los afectados por esta dolencia mueren. 

“La forma activa de la enfermedad que es sensible a los antibióticos se trata administrando durante seis meses una combinación estándar de cuatro medicamentos antimicrobianos, junto con la facilitación de información, supervisión y apoyo al paciente por un trabajador sanitario o un voluntario capacitado. La gran mayoría de los enfermos tuberculosos pueden curarse a condición de que los medicamentos se suministren y se tomen correctamente”, precisa la OMS, pero aunque suena sencillo es complejo para los Barí.

Juan explica que para recibir ese tratamiento los Barí deben trasladarse hasta los cascos urbanos más cercanos, donde muchas veces no tienen dónde alojarse, permanecen incomunicados, “no va a ver a su familia por varias lunas”, además que no tienen la alimentación a la que están acostumbrados y como si fuera poco no todos hablan español (su lengua es el Barí Ara), muchos sienten que como los médicos y las enfermeras no les entienden, no les prestan la atención que necesitan.

La soledad que dicen experimentar los Barí en los hospitales se entiende con esta explicación de Juan: “si nos remitimos a la parte baja del Catatumbo, que es el municipio de Tibú, las comunidades más cercanas son las que habitan en Tibú, que hacen parte del resguardo Catalaura La Gabarra, pero los que hacemos parte del resguardo Motilón Barí nos encontramos a un día de Tibú, a medio día del corregimiento de La Gabarra, que es donde se encuentra el puesto de salud más cercano”.

Por eso, Juan solicita tratamiento y vigilancia médica en el territorio indígena “que haya monitoreo, porque hay Barí que toman el tratamiento tres, cuatro meses y como ya se me quitaron los síntomas, me siento bien, me voy para mi bohío y dejo el tratamiento, esa parte es la que hay que fortalecer, pero eso se fortalece con la autoridad Barí, con las instituciones médicas”, asegura el líder indígena.

Juan pide también traductores en los hospitales, enfermeros, auxiliares de enfermería y promotores de salud Barí que se encarguen de esa población, pero dice que aunque los hay, no los contratan con el argumento de que falta presupuesto.

Babido Bobarishora es, precisamente, un indígena Barí auxiliar de enfermería en el puesto de salud de Ikiiakarora, en el municipio de El Carmen, Norte de Santander. Asegura que no le pagan hace ocho años, pero que sigue trabajando porque debe ayudar a su comunidad. Sabe tanto de medicina tradicional como de medicina occidental.

Babido cree que los Barí mueren de tuberculosis, en parte, por desconfianza en el sistema de salud. Cuenta que algunos están a tres días de camino y que cuando llegan en mal estado al puesto de salud los ponen a esperar, entonces mejor se van y si lo hacen no vuelven, por eso piden una atención especial, por la distancia que deben recorrer. 

También dice que son muy reservados y que les cuesta hablar con los blancos así sepan español, por lo que son muy importantes los traductores porque les dan confianza.

Babido coincide con Juan en que en los puestos de salud a veces no les ponen mucho cuidado a los indígenas porque, según él, hay racismo. También está de acuerdo en que los médicos deberían llegar a los territorios, pues para un enfermo de tuberculosis Barí es más complicado ir hasta el centro de salud porque debe pagar el viaje de una canoa cuya gasolina para ir y volver vale unos 360 mil pesos (eso cuando hay gasolina, pues es es escasa), más lo que vale el aceite fuera de borda para el trayecto y debe viajar solo, por el riesgo de contagio que representa. Pero eso no es todo, también debe pagar otra parte del recorrido por tierra.

“El sistema de salud no ha sido apto para el pueblo Barí. La prestación del servicio la hacen las EPS o las IPS y muchas de estas no ingresan al territorio en parte, por el orden público, eso es bastante complejo, por eso es que los Barí salen”, explica Ashkayra, que además precisa que llevan por lo menos seis años pidiendo que se replantee la atención en salud a su pueblo, pero que las entidades prestadoras y el IDS se tiran la pelota entre sí. “Una cosa es decirlo y otra cosa es hacerlo, porque aquí hay un tema de voluntades”, asegura Ashkayra.

Estas quejas no son nuevas, El Espectador denunció en 2015 la falta de atención médica al pueblo Barí en su territorio y por lo visto la situación no ha mejorado.

Yenith Colmenares, del IDC, dice que a los Barí les falta tener integrantes capacitados en medicina occidental para atender a los miembros de esta comunidad. Asegura que por ahora solo tienen a dos contratados y que están adelantando las gestiones para capacitar a algunos como técnicos en salud pública.

La tuberculosis debilita la cultura

Para Juan la tuberculosis tiene en peligro de exterminio físico y cultural al pueblo Barí por varias razones: si ataca a una madre gestante esta no va a tener a un niño sano y no va a estar en condiciones de trabajar la tierra (que es el papel de la mujer en esa comunidad) ni de buscar plantas medicinales para curar a su hijo, ni para participar de las actividades culturales.

Mireya indica que en el caso de las mujeres embarazadas que están en el territorio es más difícil recuperarse de la tuberculosis después del parto porque por múltiples razones no pueden alimentarse con la comida tradicional y por eso sus defensas se debilitan.

Si el enfermo es un adulto mayor, este no puede puede transmitir el conocimiento ancestral, no puede enseñar la lengua, no puede enseñar la fabricación del arco y la flecha, el reconocimiento del territorio, en general no puede transmitir la cultura, entonces se pierden esos saberes. Si es una autoridad indígena deja de realizar el ejercicio de gobierno propio y es su responsabilidad salvaguardar el territorio, los límites, los linderos, formar la escuela de liderazgo, además organizar la comunidad.

“Si el enfermo es joven y se va al pueblo a hacer el tratamiento corre el riesgo de quedarse allá, se recupera, pero pierde su cultura. Eso está afectando la comunidad en el sentido de la reducción del censo, está reduciendo la presencia física de él en el territorio, está perdiendo la lengua, los niños que nacen de blancos no van a hablar la lengua Barí, va a dejar de ser Barí porque no va a tener los conocimientos para elaborar el arco y la flecha, la migración del pueblo Barí a los cascos urbanos nos está afectando, pero es la tuberculosis la que causa eso”, precisa Juan.

Babido señala que los Barí ven cualquier enfermedad como un castigo merecido por hablar mal de alguien o hacerle mal a otro “el ancestro se encarga de castigarlo con una enfermedad”, explica.

“El paludismo está controlado”

Juan y Ashkayra coinciden en que el paludismo, la otra enfermedad que los aqueja, está controlada, pues la manejan más fácilmente con la medicina tradicional y con los medicamentos que les proporciona el IDS.

La OMS explica que el paludismo “es causado por un parásito denominado Plasmodium que se transmite a través de la picadura de mosquitos infectados” y que entre los síntomas del paludismo están la fiebre, las cefaleas y los vómitos, que generalmente aparecen 10 a 15 días después de la picadura del mosquito. 

Juan dice que el paludismo es común en la zona donde viven los Barí (región boscosa-húmeda tropical) y que se contagian fácilmente porque utilizan poca ropa, entonces los pica fácilmente el mosquito que la transmite.

Hay otras amenazas 

En el territorio donde viven los Barí confluyen múltiples amenazas para ellos.

Según el informe Inseguridad en el Catatumbo: el punto débil de la transformación territorial, de la Fundación Ideas para la Paz, FIP, actualmente en esa zona hay presencia de ELN, EPL y disidencias de las Farc y está “la Fuerza de Tarea Vulcano, la Fuerza de Despliegue Rápido (FUDRA III), los Batallones de Operación Terrestre (BATOT) y los Batallones Especiales Energéticos y Viales (BAEV). El Gobierno Duque, además, ha desplegado a 3.000 militares para combatir el narcotráfico, está implementando el Plan de Seguridad Fronterizo para Cúcuta, la campaña militar y policial ‘Esparta’, y enviado 12 pelotones (508 integrantes de la Fuerza Pública) a las zonas de mayor afectación, entre otras acciones”.

La misma organización alertó en abril pasado sobre la persistencia y el recrudecimiento del reclutamiento forzado en la región del Catatumbo, Norte de Santander.

Los grupos armados ilegales siembran minas antipersonal, que les impide a los Barí cazar y pescar tranquilamente, lo que reduce la dieta, explica Juan, para quien otro de los problemas que más afecta actualmente el territorio son los cultivos de uso ilícito, como la coca, pues los químicos que usan para el procesamiento de la hoja contaminan fuentes hídricas como los ríos San Miguel, Río de Oro y Catatumbo. Otra preocupación es la fumigación con glifosato de estos cultivos ilícitos debido a que afecta los cultivos tradicionales de yuca, plátano, ñame y maíz, entre otros productos. 

En territorio Barí (municipios de Tibú y El Tarra) se explota petróleo desde 1.905 y también carbón, lo que afecta el medio ambiente.

Con tantas amenazas es comprensible que los Barí teman desaparecer.

“Con la extinción Barí se perdería una cultura viva, se perdería historia, patrimonio, memoria, Colombia perdería uno de los pueblos originarios más aguerridos que le hizo resistencia a la opresión española”, concluye Juan.

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