Sabedores Kamkuamos reflexionan sobre la crisis del clima
Indígenas kamkuamos advierten que la crisis climática está afectando a sus árboles sagrados, los morunduas, y a diversas plantas medicinales.
Composición fotográfica. La mujer gunadule teje la cosmovisión de la abuela Mar en las molas. Foto: https://jocabedsolano.com/.
Giovanni Salazar.Consulta este contenido en los idiomas y lenguas
El cambio climático tiene en riesgo a la comarca Gunayala, habitada por indígenas del pueblo Gunadule, originarios de Panamá y Colombia. El aumento del nivel del mar amenaza su pervivencia. Los indígenas resisten con relatos y cantos ancestrales que tienen mensajes para vivir en comunidad. Uno de ellos es el relato de Muu Billi (de la Abuela Mar) que propone una relación de cosmovivencia de los gunadules con la mar.
En la comunidad de Digir (isla del Tigre), en Gunayala, Panamá, vive la abuela Laura Arango, indígena Gunadule. Ella ha presenciado cómo la marea de la abuela Mar ha subido y año tras año el agua avanza sobre tierra firme en las islas, ubicadas en el Caribe, muchas veces generando grandes inundaciones.
Ella se acomoda en una hamaca para explicar estos cambios con el relato y canto de Muu Billi, que para nosotros los gunadules significa la abuela Mar. Mi amigo Norlando Meza, quien es su nieto, y yo nos disponemos a escucharla; no sin antes conversar sobre que en las últimas décadas ha habido un aumento progresivo del nivel del mar que ha afectado la cotidianidad y la seguridad alimentaria de nuestro pueblo.
-Abuela Laura: ¿Cuando usted era niña, la isla de Digir se inundaba como ahora?
-“Siempre ha habido temporadas en las que la abuela Mar se renueva y sus olas crecen para sacar de su interior aquello que le contamina. Es en esta temporada que sabemos que es peligroso ir a pescar, porque las olas son enormes y fuertes. Pero desde mi niñez hasta este momento he visto un cambio profundo en varios aspectos. Cuando era niña, comíamos frutas, plátanos, maíz, cacao, así que las cáscaras no le hacían daño a la abuela Mar. Cuando ella se limpiaba así misma, las olas crecían, pero era una renovación que para todos era buena. Cuando íbamos a nadar, o a pescar, inclusive al río, todavía se veía hermoso y limpio. Pero hoy día ha cambiado porque, cuando las olas suben, las islas se llenan de basura y el agua entra a la isla y a las casas y nos inundamos. Hemos visto cómo hay un cambio en el nivel del mar”.
Durante mi visita a Digir, entre enero y febrero de 2020, estaba inundada. Allí, en la isla, a agosto de 2021 la situación del aumento del nivel de la Mar no ha cambiado, sigue subiendo.
Digir es una de las 38 islas de las 51 comunidades que forman la Comarca Gunayala, las 13 restantes están en la parte continental, en su mayoría en las áreas costeras. La Comarca hereda el nombre de su lengua materna, que significa “Tierra Guna” o “Montaña Guna” y que el Gobierno de Panamá reconoció formalmente desde 1938 de acuerdo con una ley emitida en septiembre de ese año. Décadas después, Gunayala es oficializada como comarca, de acuerdo con la Ley 99 de diciembre de 1998, según reseña el sitio oficial del Congreso General Tradicional Gunayala.
El censo del 2010 registró que en la comarca Gunayala había 33,109 habitantes. Las proyecciones para 2020 estimaban 47,341 personas. Sin embargo, el Congreso General Tradicional Gunayala establece que los gunadules son más de 80 mil personas. En Gunayala viven de la agricultura de subsistencia, la pesca, la creación de artesanías y el turismo.
Simion Brown, sabedor guna, reseñó que en un principio nuestra historia y “tradición eran los ríos y los caños, y hace 250 años empezamos a llegar a las costas”.
Relata que el conocimiento de la abuela Mar venía desde esa época. “Los saglas (guías espirituales y autoridades de las comunidades) en sus cantos mencionan a los seres vivos de la mar, de las especies que todavía no conocemos, de los remolinos que se hacen por los vientos y del oleaje que es uno solo para que los animales de la mar se reproduzcan, durante tres meses se dan esos fuertes vientos, es una veda natural”.
Simion dice que los actuales cambios del clima y la sobre explotación que hace el hombre de los recursos naturales y peces de la mar “puede hacer que nos extingamos, por eso, a la mar hay que cuidarla”.
Informes presentados por el Estado panameño ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) revelan que las islas están experimentando una amenaza “inminente y potencialmente por agravarse”. La subida del mar podría cifrarse en aproximadamente tres centímetros en los últimos cincuenta años, atendiendo a la información del mareógrafo ubicado en las costas de Colón, ciudad emplazada en la costa caribeña de Panamá, de acuerdo con un reporte publicado por las Naciones Unidas en 2019.
El cambio del nivel del mar, como lo narró la abuela Laura, se suma al problema de la basura que las personas lanzan al océano y que también descargan los barcos comerciales y turísticos que pasan por este corredor acuático.
-“Es en este momento que podemos ver cómo la isla se llena de basura, aún islas no pobladas, cuando las olas sacan del cuerpo de la abuela Mar lo sucio y se concentra en la orilla”, relata la abuela Laura.
El aumento del nivel del mar es una de las afectaciones más preocupantes del pueblo Gunadule. Está generando un desplazamiento por cambio climático de los habitantes de varias islas, hacia el área continental. Uno de esos casos ya lo viven los indígenas de la isla Carti Sugdub: son el primer grupo que ha pensado en la reubicación.
En 2010, la comunidad de la isla de Gardi Sugdub creó la “comisión de la barriada” para organizar el proceso. Hasta 2014, unas 300 familias (aproximadamente, 1.500 personas) de Gardi Sugdub se habían inscrito para ser trasladadas a la parte continental, según datos del informe de la organización Displacement Solutions, de 2014. Pero ese traslado no ha comenzado.
Otro caso de afectación por el clima ocurrió el 11 de enero de 2020, cuando un fuerte oleaje alcanzó a las comunidades e islas de Niadup, Yandup, Maguebgandi, Malatupu, Naranjo Grande, Naranjo Chico y Maladup. La Dirección Nacional de Coordinación de Proyectos del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MIVIOT) ofreció respuesta a las familias damnificadas por este fenómeno reconstruyendo una parte de las chozas derribadas, según información oficial.
También en la isla Ustupo han ocurrido fuertes vientos y tormentas. Según dijo Doris J. Bill F., indígena Guna, la isla ha padecido inundaciones y destrucción de viviendas. Como el problema empeora en invierno, muchos pobladores insulares retornan a la zona continental que, históricamente, era su hogar.
“Para lograr la estabilidad social de las comunidades indígenas se requiere un plan de ordenamiento territorial. Son pocos los pueblos que cuentan con este amparo. Este instrumento jurídico facilita un adecuado ordenamiento y tenencia de las tierras por cada familia, como derecho de herencia y accesibilidad a su territorialidad”, explica Doris.
El informe de 2014 de Displacement Solutions, organización dedicada a encontrar soluciones basadas en los derechos de los desplazados climáticos, enfatizó la urgencia de presentar planes de acción para enfrentar los problemas en Gunayala. Este estudio documenta que el desplazamiento progresivo de habitantes de las islas se lleva a cabo sin apoyo gubernamental y con poca divulgación a nivel nacional. El informe señala que “las líneas de comunicación con los funcionarios gubernamentales sobre el estado de los diversos proyectos no han sido confiables”.
Desde 2014, Displacement Solutions señaló que el gobierno de Panamá no parece tener ninguna estrategia oficial para abordar la situación de las comunidades que viven en las islas en Gunayala.
Sin embargo, en 2007 Panamá aprobó la Política Nacional de Cambio Climático (Decreto Ejecutivo N.35), que contiene objetivos y líneas de acción para promover medidas de adaptación, proteger a la población y asegurar el desarrollo sostenible en el país. A inicios de 2021, la Dirección Nacional de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente explicó que el gobierno está preparando el Plan Nacional de Acción por el Clima, pero no se informa en específico sobre la situación de los gunadules.
Además, Panamá presenta otras situaciones que se están sumando a la crisis ambiental, la cual se “complica con un sinnúmero de concesiones mineras, la alarmante deforestación en áreas protegidas y aledañas a comunidades indígenas, el contrabando de energía generada de las hidroeléctricas, la apropiación de los ríos y los daños ambientales producidos solo tienen posibilidad de aumentar con los desastres naturales”, según denunció el Colectivo Voces Ecológicas COVEC.
Por su parte, las comunidades afectadas han tomado la iniciativa de trabajar y plantear soluciones frente a esta amenaza.
Una iniciativa juvenil en la comarca Gunayala emprendió acciones como charlas y actividades culturales para instruir a la población sobre lo que representa el cambio climático, sus efectos y medidas que contribuyen a contrarrestar sus impactos negativos, como la iniciativa Anyar (“Por nuestros Territorios”), un proyecto desarrollado por la Academia de Liderazgo para Jóvenes sobre Cambio Climático, e impulsado por el Ministerio de Ambiente, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), según informaron medios locales panameños en su momento.
El legado de los abuelos y las abuelas sigue vivo. Los saglas cantan para orientar a las comunidades con las memorias propias, su mensaje es el de volver a la raíz, a la espiritual del pueblo Gunadule y de esa manera, también hacerle frente a las adversidades del clima.
Simion Brown nos recuerda que los gunadule le tenemos mucho respeto a la abuela Mar y que nuestra cultura siempre está en defensa de la armonía con la naturaleza.
-“La Mar es muy importante porque tiene una relación con el ser vivo, sobre todo con las mujeres que cuando están en estado de desarrollo (gestación) no pueden comer el cangrejo, las conchas, los peces grandes solo lo pueden hacer al llegar a los nueve meses. Se le llama Muu a ese fenómeno, porque Muu es como el útero, esa sabiduría y todo va concatenado, todo tiene su orden, tiene su unión y cuando rompemos ese equilibrio, se rompe la armonía”.
Ese desequilibrio del que habla Simion está relacionado con los cambios del clima, las inundaciones y las temperaturas elevadas que cada día experimentan nuestras comunidades.
Por eso una manera de defender a la abuela Mar es a través de los saberes.
-“Esos conocimientos sirven para que nosotros sigamos conviviendo con la naturaleza, sobre todo donde estamos, en las islas, y nos ayuda a prevenir, a mitigar, a sobrellevar el cambio climático que es algo que se está dando a nivel de la naturaleza (...) cuando se logra la armonía el cambio climático se puede sobrellevar”, reflexiona Simion.
Nuestra identidad está relacionada con la abuela Mar y la Madre Tierra, es la que nos da fuerza para que seamos un pueblo que sigue cantando para no morir y sigue cantando a la vida. Incluso las mujeres tejen en las molas ese sentir y cosmovisión, ellas en telas de diversos colores van creando con capas el movimiento de las olas, los peces, las estrellas, el sol y toda la dimensión del océano y de la tierra.
La abuela Laura, como tantas abuelas gunas, nos relata su memoria con relación a la abuela Mar (Muu Billi). El canto del que nos habla es una oración a Baba y Nana (creadores de los gunadules), que nos recuerda nuestra relación con la Madre Tierra y con cada ser viviente en Abya Yala (América). Este saber ancestral lo han pasado de generación en generación y envuelve las capas de sabiduría del pueblo Gunadule.
Lea el texto del canto La abuela Mar Muu Billi (Link)
Nota. Esta historia hace parte de la serie periodística Miradas a los Territorios ¡Resistir para Sanar!, y se produjo en un ejercicio de co-creación con periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias (Rede Tecendo Histórias), bajo la coordinación editorial del medio independiente Agenda Propia.
Comparta en sus redes sociales
Comparta en sus redes sociales
Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.
La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.
Un sabedor tradicional, una partera y un cuidador protegen el uso de las plantas, uno de los legados del pueblo indígena Misak. En la casa Sierra Morena siembran más de 200 especies de flora que utilizan para sanar las enfermedades físicas y espirituales de sus comunidades en el municipio colombiano de Silvia, en el departamento del Cauca.
Comentar