Un día con las buscadoras de agua del pueblo Wayuu | Namaa jiyeyuu aja'itüshii wuin
Esta historia retrata el caminar de las mujeres por el desierto y la lucha de dos comunidades por preservar el agua que cada día es más escasa.
Composición fotográfica. En la imagen, Maricela Fernández Fernández, indígena Cabécar. Foto: Ivannia Alvarado.
Giovanni Salazar.Consulta este contenido en los idiomas y lenguas
En las montañas del Caribe Sur de Costa Rica, el pueblo indígena Cabécar vio amenazado el acceso y distribución de alimentos a raíz del confinamiento provocado por la Covid-19. La Asociación de Mujeres Kábata Könana (Defensoras del bosque), liderada por Maricela Fernández Fernández, reaccionó rápidamente e inició un proyecto que ha abastecido de productos agrícolas a más de 110 familias (más de 500 personas) de las comunidades Bribri y Cabécar. Esta iniciativa también se proyecta como una medida contra los efectos de la crisis climática.
El Estanco de trueque virtual productivo, iniciativa del pueblo indígena Cabécar en Costa Rica, ha rescatado la práctica tradicional del trueque utilizando nuevas tecnologías con la mensajería instantánea de la aplicación de WhatsApp. Además, han recuperado técnicas agrícolas ancestrales, garantizando la seguridad alimentaria de las comunidades golpeadas por la cuarentena establecida para la prevención de la Covid-19.
Este proyecto no solo se convirtió en una respuesta a la pandemia, sino también en una medida adaptativa a la crisis climática que desde hace más de 10 años afecta al territorio Cabécar, ubicado dentro del cantón de Talamanca (provincia de Limón), esto lo afirma la misma población. El área de Talamanca se subdivide en ocho territorios indígenas en la zona Atlántica: Talamanca Bribri, Talamanca Cabécar, Kéköldi, Tayni, Telire, Nairi-Awari, Bajo Chirripó y Alto Chirripó.
Los pueblos originarios de esta región húmeda y calurosa hacen hincapié en que el cambio climático es el resultado del desequilibrio de la relación del ser humano con el medio ambiente. Aseguran que eso se ha manifestado en la desaparición de especies, en épocas con temperaturas cada vez más elevadas y períodos lluviosos más extensos e intensos, lo que va ligado al aumento de la frecuencia de tormentas tropicales que han provocado el desbordamiento de ríos, deslizamientos y pérdidas en agricultura e infraestructura.
Maricela Fernández Fernández, lideresa y fundadora de la Asociación de Mujeres Kábata Könana, dirige el Estanco de trueque virtual productivo. La asociación se creó en el 2016 y actualmente está conformada por un grupo de 247 defensoras del bosque, que se dedican a la protección de los derechos de las mujeres y a la reactivación de sus conocimientos ancestrales. Maricela convoca a espacios de rescate de la tradición oral y cosmovisión Cabécar, identifica y articula la labor de maestros y artesanos, y reconoce y crea fuentes de ingresos para las madres jefas de hogar.
Con esta labor se busca la revalorización del conocimiento ancestral, recuperar el sentido del trabajo colectivo, la soberanía alimentaria y el respeto hacia la naturaleza.
Para las mujeres que forman parte de la Asociación, Maricela ha sido un ejemplo de resistencia, de qué tan lejos pueden llegar trabajando en comunidad y de la necesidad de volver a lo originario.
La propia historia de vida de Maricela permite evidenciar los efectos de las experiencias personales en las luchas socioambientales.
A sus 25 años (hace más de 20 años) Maricela decidió hacerle frente a una de las épocas más difíciles que vivió. Ella fue víctima de violencia doméstica y cuando esto ocurrió hablaba únicamente la lengua materna cabécar y desconocía que una ley la protegía, para hacerle frente a su caso se llenó de fuerza y tomó la mano de las instituciones de gobierno y del Estado para reclamar su poder, y convertirse en voz y traductora para muchas mujeres que han pasado por situaciones similares. Desde entonces, su incidencia comunitaria no ha parado.
Hoy, debido a su labor, son varias las mujeres que reciben una capacitación continua en formación humana, igualdad, participación política, cambio climático, entre otros temas.
Maricela también ha dirigido procesos de recuperación de tierras indígenas. Fundó otra asociación de empresarias de los pueblos originarios que comercializan plátano y se encarga de organizar actividades que buscan rescatar la tradición gastronómica y costumbres cábecar, tales como música originaria, la elaboración de artesanías, canastos, jabas, bolsos y collares para adornar el cuerpo.
Maricela Fernández: “Cuando vimos que la pandemia se acercaba a nuestro territorio, supimos que teníamos que organizarnos para que no le faltara la comida a ninguna familia”.
Al sureste de Costa Rica, en el cantón de Talamanca, específicamente en el distrito de Bratsi, diez comunidades se conectan. Una es la comunidad de Monte de Sión, donde las familias producen banano, pepino y naranjilla, además, las señoras preparan carne ahumada. En El Progreso, en cambio, es fácil conseguir arroz casero, frijoles, cacao y semillas de maíz para cultivar. Cada mes, ambas comunidades entran en contacto e intercambian sus productos.
El intercambio se produce a través de una figura llamada “tejedora de conocimiento”: una mujer representante de cada comunidad es la encargada de hacer bases de datos de los productos disponibles en la región y enviar información vía Whatsapp al equipo central de la Asociación de Mujeres Kábata Könana.
En la oficina central, ubicada en las instalaciones de la Asociación de Desarrollo Integral del Territorio Indígena Talamanca Cabécar (Aditica) en Telire, las mujeres elaboran la ruta de intercambio de los productos que permite a todas las familias tener el alimento que necesitan a través de los métodos ancestrales propios del Sköwak (finca tradicional en los territorios Bribri y Cabécar), bajo los principios y valores culturales indígenas de solidaridad (Ñakimá), intercambio (Julákimá), colectividad (Klabé) y diálogo (Käpakö).
Desde su creación, en junio de 2020, época de mayor afectación de la cuarentena por la pandemia, este sistema ha permitido el intercambio de una gran cantidad de productos y semillas, con la participación de 110 familias del territorio Talamanca Cabécar. Entre la variedad de frutas y vegetales intercambiados se incluyen yuca, ñame, taro americano, frijoles, arroz, plátano, aguacate, maíz, chocolate, fruta de pan, carambola y mango. Además, ofrecen leche agria, leña, mermeladas, manteca de cerdo, pollo achiotado, pinolillo, carne ahumada, tamal asado, helados y más.
Durante 2021, con la apertura paulatina de espacios públicos y locales comerciales, se ha posibilitado el intercambio personal y la creación de una feria donde las mujeres pueden vender los productos y hacer trueques. Hasta junio se habían realizado cinco ferias que, además de la venta de productos agrícolas, han permitido el rescate de prácticas culturales, comercializar artesanías y comida típica.
En las ferias cada tejedora lleva un cuaderno y anota lo que vende e intercambia para cada familia.
“En mi cuaderno anoto lo que nos enviaron las familias. Por ejemplo cocos, y al vender los cocos, yo tengo que sumar cuantos vendí y al final sumo la cantidad que es. Al regresar a la comunidad le reintegro la plata a cada familia o los productos que intercambié”, comenta Jesenia Uva Granados, de la comunidad de Los Ángeles.
Al final del día lo que no se logra vender, se intercambia.
Para las diez mujeres tejedoras de conocimiento, el Estanco de trueque virtual productivo se ha convertido en una fuente de ingreso. Lo que comenzó como un trueque, ahora es un sistema de comercialización que ha ayudado a que muchas familias, especialmente las mujeres, puedan recibir ingresos por su trabajo.
“A una como mujer le cuesta mucho conseguir trabajo aquí. Por medio de la venta de estos productos llega un ingreso que una se gana cada mes. Antes estos productos se quedaban en cada casa, se perdían, ahora pueden venir personas de otros lados y comprarlos. Todos son orgánicos y tenemos mucha variedad”, indica Yes Morera Bonilla, mujer cabécar de la comunidad de Monte de Sión.
La historia de Yes se repite en muchas mujeres que pensaban que no podían generar un ingreso al organizarse y tratar de vender productos que quedaban para consumo propio y que muchas veces se desperdiciaban. “Mi misma familia se ha visto beneficiada. Mi mamá siempre ha cultivado café y hacía todo el proceso para consumo propio, igual con el arroz y la masa de maíz. Pero ahora ella dice que con esa masa de maíz puede ir y vender y comprar azúcar o jabón con esa plata”, comenta Iris Sabina, fiscal de la Asociación Kábata Könana.
“El rol que ha tomado Maricela ha sido clave. Tiene muchísima experiencia liderando procesos y hoy está en su punto máximo. Ahora Maricela participa en foros internacionales, eventos virtuales de todo tipo, de alto nivel. Hace poco participó en un encuentro virtual con la Ministra de Ambiente y Energía, además fue nominada al premio Héroes del paisaje, otorgado por el Foro Global de paisajes (Alemania). Lo más importante, detrás de Maricela han surgido muchas otras mujeres. Por ejemplo, en las próximas semanas, otra de las chicas tiene una reunión con la encargada de la Embajada Británica para Costa Rica y así te podría comentar más casos”, dice Rosemary Alvarez Vega, Coordinadora Internacional de Proyectos de LOVE FOR LIFE, organización sin fines de lucro que trabaja con la comunidad.
“Desde diferentes organizaciones (el corredor biológico, IUCN, la cuenta binacional, SINAC y demás) han venido participando y desarrollando una serie de proyectos que tienen que ver con la adaptación natural al cambio climático, y eso es lo que ya hacen los territorios indígenas: el sistema de policultivo, las semillas criollas, la agrodiversidad en las fincas, la rotación de cultivos, lo que hacen en el Estanco. Ellos y ellas ya lo están haciendo. Nuestra labor es nada más impulsarlo”, indica Jeimy Carranza, coordinadora de trabajo con territorios para el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), área La Amistad Caribe.
El territorio Cabécar ha sido una zona donde la incidencia externa, del mundo no indígena, ha hecho que las comunidades indígenas hayan cambiado sus hábitos, considerando el monocultivo como una opción para subsistencia y para obtener mejores ingresos.
En una serie de manuales titulados Cambio climático y bosques: promoviendo la participación del pueblo Bribri y Cabécar (2014) publicados por REDD+, FONAFIFO, Cooperación Alemana y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), se plantean las principales amenazas que enfrenta el territorio, como la sustitución de los sistemas tradicionales de agricultura por sistemas foráneos, las actividades de caza, pesca, entre otros. La recolección y sistemas productivos diversos se van modificando y ponen en peligro el balance ecológico de la zona, según el documento.
Además, en esa misma publicación se hace hincapié en que la expansión del monocultivo de plátano es un problema actual ya que ha desplazado a los granos básicos y a la agricultura tradicional diversificada. Su producción ha implicado más deforestación, contaminación del suelo, debido al uso desmedido de agroquímicos, plásticos y mal uso de desechos.
Todo esto no solo amenaza la sostenibilidad agrícola sino también contribuye al cambio climático. “Con el abandono de la producción y de la recolección de bienes de consumo tradicional, se contribuye al aumento de problemas de desnutrición y de salud, ya que están ausentes componentes tan importantes en la comida indígena como las carnes silvestres, pescado, tubérculos, pejibayes y musáceas”, cita la publicación.
En 2015 se publicó el Manual de Prácticas Ancestrales Bribrí y Cabécar, como parte del Proyecto el Medio Rural frente a los Retos del Cambio Climático elaborado por la organización Culturas y Desarrollo en Centroamérica (Cudeca), con el apoyo de la Asociación de Desarrollo Integral del Territorio Indígena Talamanca Cabécar (Aditica) y de la Asociación de Desarrollo Integral de Bribri (Adibribri). En este documento se hace referencia a los múltiples beneficios de volver a las fincas tradicionales que promueve el Estanco de trueque virtual productivo, como por ejemplo “el no uso de fertilizantes químicos ni venenos, la producción de alimentos sanos y medicinas naturales a lo largo del año; la contribución a la protección de los recursos y la conservación de la biodiversidad”. Además, el trueque es un espacio cultural de aprendizaje y producción de conocimientos, reseña el manual.
Desde un punto de vista socioeconómico, como plantea el manual, la integración de esta diversidad de cultivos que permite la zona es una gran estrategia de gestión de riesgos, además de generar distintos ingresos a lo largo del año para todas las familias de la comunidad.
“A pesar de todo lo que ha traído la pandemia, nos ha permitido regresar a lo ancestral, a la reactivación económica desde las familias y eso no tiene precio”, comenta Maricela.
El Estanco ha contado desde su inicio, gracias a las redes que ha ido tejiendo, con el apoyo de Aditica, así como de la Red Indígena Bribri y Cabécar (RIBCA), de la organización Love for Life y la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques; también de la Cooperación Alemana. Además, esta iniciativa forma parte del Plan Indígena de Atención y Recuperación de la Pandemia que RIBCA elaboró para atender la Covid-19.
Estas entidades enfatizan que estas actividades, como fincas tradicionales, intercambios, trueques, el sistema con el que opera el Estanco de trueque virtual productivo, así como la forma de organización comunitaria la Asociación de Mujeres Kábata Könana, son formas de adaptación al cambio climático. Incluso son prácticas que refuerzan los valores de la cosmovisión Cabécar de equilibrio y armonía.
El Estanco de trueque virtual productivo, una vez superada la crisis sanitaria, pretende seguir y se plantea a futuro con más actividades y proyectos. Lo que comenzó como una estrategia frente a la Covid-19 es para Maricela tan solo el inicio de algo más grande, una ruta próspera para mejorar la estima y la reapropiación cultural. Un cimiento claro de que el valor del conocimiento ancestral es intangible.
“Cuando veo que todas las mujeres están empacando plátano, cuando veo que los jóvenes están estudiando porque las mamás tienen cómo mantener sus estudios, cuando veo que hay mujeres proyectándose para el futuro, cuando veo que nuestra cultura sigue viva, es la razón por la que sigo trabajando”, comenta Maricela.
El 15 de julio del 2021 la Asociación de Mujeres Kábata Könan recibió el Premio Ecuatorial otorgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y sus socios, por la creación del Estanco Indígena de Trueque Virtual Productivo.
El galardón reconoce a las comunidades locales e indígenas de todo el mundo que exhiben soluciones locales e innovadoras para abordar la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, y lograr sus objetivos de desarrollo local incluso durante una pandemia.
En la edición #12 de esta premiación, 10 organizaciones fueron seleccionadas como ganadoras, de países como Brasil, Bolivia, Camerún, Costa Rica, Ecuador, India, Níger, México y Kirguistán. Las iniciativas fueron seleccionadas de un grupo de más de 600 nominaciones de 126 países por un Comité Asesor Técnico independiente de expertos de renombre internacional.
Nota. Esta historia hace parte de la serie periodística Miradas a los Territorios ¡Resistir para Sanar!, y se produjo en un ejercicio de co-creación con periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias (Rede Tecendo Histórias), bajo la coordinación editorial del medio independiente Agenda Propia.
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Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.
La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.
Un sabedor tradicional, una partera y un cuidador protegen el uso de las plantas, uno de los legados del pueblo indígena Misak. En la casa Sierra Morena siembran más de 200 especies de flora que utilizan para sanar las enfermedades físicas y espirituales de sus comunidades en el municipio colombiano de Silvia, en el departamento del Cauca.
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