La minería amenaza el centro sagrado del mundo
Una empresa canadiense lleva años intentando extraer el oro y otros minerales del territorio indígena colombiano de los Jaguares del Yuruparí.
Territorio del pueblo awá, en el corregimiento Cofanía Jardines de Sucumbíos, en Ipiales, Nariño, límites con Putumayo. Foto: Asociación Minga
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La explotación petrolera, la expansión de los cultivos de coca y el control de distintos grupos armados ilegales, ponen en riesgo la pervivencia del pueblo indígena Awá, ubicado en los departamentos de Putumayo y Nariño, al sur de Colombia.
Desde tierras del resguardo Ishu Awá, muy cerca de la costa del Pacífico colombiano, en el corregimiento Cofanía Jardines de Sucumbíos, en Ipiales, Nariño, límites con Putumayo, lugar donde sus abuelos llegaron hace 30 años, desplazados por la violencia derivada del conflicto con las guerrillas, hablan Noel Amílcar Chapues Guevara y Julio Ricardo Solarte Ascuntar, líderes indígenas Awá:
“En nuestros territorios avanza el ingreso de distintas personas y empresas que están explotando recursos como el oro, el coltán (tierras negras), el agua, el petróleo y la madera”, advierten ambos, mientras se graban en video con sus celulares con la esperanza de que su voz se escuche, y más en estos tiempos donde la pandemia los golpea y los aísla.
Los indígenas awá, cuenta Julio, acumulan varias etapas históricas huyendo de sus tierras ancestrales de las áreas selváticas del litoral Pacífico de Ecuador y de Colombia, como consecuencia de distintas violencias que se remontan a la época de la colonia y llegan hasta el conflicto armado colombiano. Obligados a desplazarse de un lugar a otro, los awá no tienen un territorio propio, y sus asentamientos muchas veces son de carácter temporal y muy reducidos. Este pueblo binacional, en la actualidad, habita en un área de 610.000 hectáreas en la zona andino amazónica del cordón fronterizo, de las cuales 480.000 están en Colombia y 116.640 en Ecuador.
Según el Departamento Nacional de Estadística, DANE, en el lado colombiano los awá son 44.516 indígenas. De éstos, 39.000 están en Nariño y 5.000 en Putumayo.
Los awá se consideran “gentes de la selva y de la montaña”. Viven de la pesca y de la caza, son cultivadores de yuca, plátano y maíz, trabajan la cestería y conservan la lengua materna: el Awapít. Sin embargo, cada día que pasa pierden sus costumbres y sus territorios son más estrechos. La razón es siempre la misma: la presencia de extraños, que los desplazan para quedarse con sus recursos naturales.
Julio comenta que, desde hace más de una década, las luchas contra explotaciones del crudo han marcado el camino de los awá. Recuerda que en 2011, cuando se encontraban en proceso de titulación del resguardo Ishu Awá, consiguieron impedir que fueran construidos 74 pozos para extracción de petróleo. Su preocupación entonces era que las 5.800 hectáreas de su territorio fueran cedidas a las petroleras y ellos volvieran a vivir el dolor de abandonar sus tierras. Pero en 2014, las exploraciones de la industria petrolera seguían vigentes, según consta en documentos públicos de consulta previa del Ministerio del Interior. En la actualidad, en áreas cercanas, la explotación de hidrocarburos se mantiene.
Desde 2011, aprendieron que debían estar informados y preparados para luchar con instrumentos adecuados. “No sólo la protesta social, sino en el tema jurídico, de educación, en la información para que conozcan nuestros derechos, y ahora en lo ambiental”, dice el líder.
Lo mismo ocurre en las comunidades que están en Putumayo. En áreas cercanas de casi todos los resguardos de las etnias awá, nasa, kofán, pastos, ingas y embera chamí hacen presencia las petroleras. El mapa de la Producción de hidrocarburos a nivel territorial, de la Iniciativa para la Transparencia de Industrias Extractivas, EITI, de Colombia, señala los municipios del Putumayo, en el sur del país, que presentan áreas en rojo que apuntan extracción de crudo.
Noel agrega que también en su comunidad Awá Tatchan, en el Valle del Guamuez, el interés petrolero se mantiene, y la destrucción del entorno que producen estas explotaciones ha provocado la escasez de alimentos y la caza es limitada. Cuenta Noel que las multinacionales invaden sus espacios, sus tierras quedan cerca de las explotaciones y en varias ocasiones se ha producido contaminación de los caños y ríos por derrame de petróleo, afectando gravemente a la fauna y los cultivos.
“La ardilla, aves que conocemos como la panguana, e incluso peces, ya muy poco se consiguen. La carne de monte, que era la que naturalmente se consumía, ya casi no se ve, entonces las comunidades empezaron a comprar carne de res, de cerdo o llevar pollo de engorde”, comenta Noel con preocupación, porque para él los nuevos hábitos alimenticios hacen que la cultura indígena se debilite peligrosamente.
Hace tres años, sigue Noel, “en la comunidad de Mataje Alto, en Ecuador, la Gran Familia Awá emitió un mandato en contra de la minería y de la explotación industrial de los recursos o de los elementos de la naturaleza como los denominamos nosotros. En el 2019, nuevamente se vuelve a reforzar el mandato y en la exigencia de respeto a los derechos humanos y en la defensa del territorio”, porque vieron que ambos gobiernos, el ecuatoriano y el colombiano, “han seguido aprobando más y más títulos para extracción en áreas naturales habitadas por nosotros”.
Pero en tiempos de pandemia, sus preocupaciones crecieron. Ahora temen que la necesidad de reactivación económica. Los líderes Awá, en el video que grabaron desde su territorio, dejaron claro que la única forma de hacer frente a los problemas que traen las distintas explotaciones de recursos naturales es la resistencia y el trabajo colectivo. Es por ello que siguen fortaleciendo sus organizaciones de base.
En los territorios awá de Colombia la preocupación va más allá de las explotaciones de petróleo. Desde hace ya tiempo, sus asentamientos y caminos se han convertido en escenarios de tensión y de amenazas. Un informe de alerta temprana de la Defensoría del Pueblo señalaba en octubre de 2019 que la tensión “se caracteriza por la confrontación entre grupos armados ilegales que se disputan el territorio por el control de los cultivos de uso ilícito. El pueblo awá afronta una especial situación de vulnerabilidad”.
Es tan grave lo que pasa en Nariño y Putumayo que las voces de muchos líderes y jóvenes indígenas han sido violentamente silenciadas. El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz, reportó que en 2020 en esas dos regiones fueron asesinados 30 indígenas, la mayoría del pueblo Awá.
La abogada, Olga Viviana Merchán García, del cabildo Inkal awá (Kacsati) del municipio de Villagarzón, también líder indígena, asegura que “la mayoría de nuestros territorios, al no tener una economía de producción propia y verse inmersa en el capitalismo de extraer recursos, muchos han dejado de sembrar sus alimentos, como son el chiro, el plátano, el maíz, la yuca y la yota para sembrar coca. Entonces, eso es una situación que afecta negativamente a todos”.
Con los sembríos de coca en sus comunidades, llegan las políticas estatales de erradicación forzada y la fumigación con glifosato. “Ese químico está comprobado que no sólo afecta el cultivo sino que el mismo ambiente lleva el químico y daña a otras plantas. Desde el año 2015, en el momento que fueron fumigadas las plantaciones, uno siembra, por ejemplo, la yuca, y le sale contaminada con unos hongos que dejó el glifosato en la tierra”, comenta Noel.
La erradicación no solo ha afectado la seguridad alimentaria de los Awá, sino que también ha traído enfrentamientos con la fuerza pública. La firma de la paz entre la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno fue una ilusión para los awá, pues allí no han visto el cese del conflicto. “Hay todo tipo de grupos ilegales. Nosotros estamos preocupados por el incumplimiento del acuerdo de paz”.
Aún así, las autoridades locales en Putumayo sostienen que “después de que se firmó el acuerdo las condiciones han mejorado”, como asegura el alcalde de Villagarzón, José Andrés López Muñoz, quien también dice que el territorio awá “si está afectado con cultivos de uso ilícito” y que “son las disidencias de las FARC las que pasan por esa zona (…) de una manera más esporádica”. Otros funcionarios contactados de la Gobernación del Putumayo no respondieron a las múltiples llamadas realizadas por este equipo periodístico para conocer la situación del pueblo awá.
“Nosotros estamos convencidos que algún día vamos a estar más tranquilos y no vamos a tener estas amenazas. El mensaje es que no desfallecemos en la lucha, que sigamos defendiendo la vida, el territorio y a nuestra gente, a nuestro pueblo”, manifiesta con esperanza Julio.
Mientras muestran el magnífico cordón montañoso que une a Colombia y Ecuador, Noel y Julio saben que una de las formas que tienen para proteger su pervivencia es preservar la selva. Por ello, tienen varios proyectos como reforestar 350 hectáreas, y conseguir que se declare como reserva binacional un territorio aproximado de 40 y 50 mil hectáreas de bosque primario.
Noel explica que en el proceso de reforestación esperan sembrar maderables y plantas comestibles, frutales y medicinales para recuperar sus alimentos propios. “Va a beneficiar a ocho comunidades en la zona de integración fronteriza, será una gran avance”.
Sobre el gran proyecto de reservas, el objetivo es declarar cuatro áreas de conservación para la Gran Familia Awá en Colombia y Ecuador. “Las organizaciones Unipa, Camawari, Fecae y Acipap estamos previendo crear un corredor binacional de conservación de importancia para nuestro pueblo”, ello, esperan lograrlo con el apoyo del Fondo de Alianza para los Ecosistemas Críticos.
Esa zona de reserva contribuirá a salvaguardar su cultura y creencias. “Decimos que somos elemento de vida. Entonces, tiene mucha relación el ser awá con la tierra, con el agua, con los árboles, con los animales, con los espíritus, con todo lo que habita ahí. El territorio estará monitoreado y custodiado por indígenas awá, y la intención es crear la guardia indígena awá, para que sean los guardianes quienes apoyen en la conservación”, finaliza Noel.
Y así, desde una chagra tradicional donde cultivan plátano y yuca, productos básicos de subsistencia del pueblo indígena, Julio y Noel alzan su voz para denunciar que, en mitad de una pandemia que nadie sabe cuándo terminará, los awá están atrapados entre explotaciones petroleras, cultivos ilícitos de coca y grupos armados ilegales que se disputan el territorio. Se saben seriamente amenazados. Pero siguen de pie, y están luchando.
*Vanessa Teteye es periodista e indígena bora. Edilma Prada es periodista de investigación y directora de Agenda Propia.
Esta historia forma parte de la serie Destellos del Amazonas, coordinada en América Latina por democraciaAbierta. En Colombia participó el equipo intercultural de Agenda Propia con la vinculación de periodistas indígenas. La serie está apoyada por el Rainforest Jounalism Fund del Pulitzer Center. Agradecemos los testimonios y material gráfico aportados por miembros de las comunidades retratadas en esta historia que permanecen aislados por causa de la covid-19.
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