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Ilustración: David Ricardo Moreno Álvarez.
Del silencio a la Palabra: La diversidad sexual que habita el territorio Nasa del Norte del Cauca.
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Historia de la comunicadora Diana Collazos. Originalmente publicada en el CRIC.
En el norte del departamento del Cauca, una de las regiones más diversas y conflictivas del suroccidente colombiano, habita el pueblo indígena Nasa, organizado en la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) y el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). El pueblo Nasa mantiene vivas sus prácticas culturales, espirituales y organizativas, ha consolidado una estructura política de gobierno propio, la cual ha sido fundamental en el ejercicio de control territorial que busca hacerle frente al conflicto armado y a los actores ilegales que se disputan el territorio.
A pesar de que durante años la disputa territorial ha acaparado la atención pública, poco se ha hablado de las transformaciones internas que vive el pueblo Nasa, en torno a temas sociales que cada vez toman más fuerza, tal como lo es la diversidad sexual, un tema históricamente invisibilizado en los pueblos indígenas y que hoy empieza a abrir espacios de conversación y debate entre los jóvenes, autoridades tradicionales y estructuras político-organizativas. En la medida en que el pueblo Nasa reafirma sus principios de armonía, equilibrio y respeto, también se enfrenta al reto de reconocer identidades y orientaciones sexuales diversas que han existido siempre, pero que no han tenido un lugar claro y firme en el discurso comunitario.
Es por ello, que este artículo busca explorar ese camino silencioso pero profundo, en donde la diversidad sexual empieza a ocupar un lugar en los debates internos del pueblo Nasa, a través de las voces y los testimonios de sus protagonistas, poniendo sobre la mesa las tensiones que genera y las oportunidades con las que se va abriendo camino para comprender cómo este diálogo, aún incipiente, se entrelaza con la defensa de la vida, el territorio, la identidad cultural y espiritual que ha marcado la historia del norte del Cauca.
Origen de la vida
Cuentan mayoras y mayores del pueblo indígena Nasa del norte del Cauca, que el creador de los primeros seres del universo fue Isxkwe Sxlapun, un abuelo que en su ser compartía los sexos masculino y femenino.
Isxkwe Sxlapun que significa piedra que produce fuego, era un abuelo que pasaba el tiempo durmiendo en la oscuridad, hasta que apareció el Ksxa’w, el espíritu del sueño en forma de abuelo quien le mostró tres piedras y le pidió frotarlas. Al despertar, Sxlapun obedeció y vio cómo al frotar las piedras se originó una candela que se transformó en un ser de cuerpo caliente llamado Uma (Madre).
Uma se sentía sola y le pidió a Sxlapun que le consiguiera un parejo, entonces Ksxa’w, apareció de nuevo en sus sueños y le pidió frotar otras piedras. Esta vez al frotarlas apareció un ser masculino, Sek (Sol) quien hizo pareja con Uma. Dos seres de cuerpos calientes.
Tiempo después, por no cumplir algunas orientaciones del abuelo, el cuerpo de Uma se enfrió y se volvió agua, Sek quedó solo y eso preocupó a Sxlapun quien de nuevo fue visitado por Ksxa’w, él le mostró unas piedras de color blanco, que al frotarlas produjo una candela fría que se convirtió en la Luna, la segunda compañera de Sek.
Uma, por su parte, se fue a otro espacio y tuvo hijas y Sek que convivía con la Luna, tuvo hijos hombres. Ellos, los hijos de Sek y las hijas de Uma, querían juntarse, pero el abuelo lo prohibió porque eran de la misma sangre.
Esta vez, la indicación de Ksxa’w al abuelo fue tragarse unas piedras pequeñitas. Lo que ocurrió después fue que Isxkwe Sxlapun fue fecundado, se le abultó la barriga como una mujer y de ese embarazo tuvo hombres y mujeres que sí pudieron emparejarse con las hijas de Uma y los hijos de Sek.
Lo que explica el mayor Marcos Yule, del territorio ancestral de Toribío, quien revive este relato, es que Isxkwe Sxlapun pudo embarazarse porque era un ser masculino y femenino. Era abuelo y abuela, una sola unidad, una pareja en el mismo cuerpo. En el pueblo Nasa, explica, el ser que crea vida tiene esa condición, un solo cuerpo y en ese cuerpo conviven lo masculino y lo femenino.
En el libro Taw Nasa, escrito por Marcos Yule y Carmen Vitonás, en sus primeras páginas relatan esta historia, y en uno de sus fragmentos aparece el siguiente comentario: “Desde la creación se creó eso; es por eso que hasta ahora existe A’Z MEZ, que no solo la mujer puede parir, el hombre también puede parir si tiene los genitales del hombre y la mujer” (pág. 37).
Esta visión, que reconoce dos géneros en un solo cuerpo, no es la de todos los mayores y mayoras del pueblo Nasa. En las familias, tradicionalmente se enseña que la concepción de la vida se da en dualidad, en pareja, es decir, hombre y mujer, y de ello depende la armonía y equilibrio con la Madre Tierra. Desde este concepto, no se reconoce la existencia de otros géneros, modos y formas de vida que también hacen parte de la Madre Tierra, llevando así, no solo a desconocer sino a invisibilizar de manera prejuiciosa a quienes tienen un género diverso.
LA LUCHA POR RECONOCERSE
A lo largo de la historia son muchas y muchos quienes desde la valentía y dignidad se muestran, y su lucha, que desde siempre ha sido colectiva, hoy también se alza en nombre de a quienes los miedos los habitan.
Claudia Coicué, es una compañera Nasa de 43 años, líder indígena del resguardo Nasa Kiwe Tekh Ksxa’w, ubicado en el municipio de Santander de Quilichao, Cauca. Ella ha asumido importantes cargos a nivel comunitario, como autoridad tradicional, coordinadora del Plan de Vida, actualmente es coordinadora política de educación territorial en su resguardo y activista de la población LGTBIQ+.
Para Claudia fue un proceso difícil el reconocerse como una mujer indígena y lesbiana. “Era como si al decirlo estuviera traicionando a alguien”.
“Para todo es un camino, el primer reconocimiento es de mi etnia, asumirme como indígena ya que crecí en un territorio urbano. Luego vienen otros retos, en este caso mi liderazgo como indígena Nasa”.
Claudia fue autoridad indígena para el año 2015; en ese mismo año, inició no solo su proceso político sino también su autorreconocimiento en la comunidad como una mujer lesbiana.
“La vida, el caminar, hace verme desde adentro en mi orientación sexual, es cuando llega el enamoramiento hacia otra mujer. No fue fácil, tuve una lucha interna entre el deber ser como indígena, en lo que cultural y cosmogónicamente se venía diciendo. Fue complejo asumirme cómo tal, luego pasarlo a un plano político, mi familia no lo aceptó, yo salí de mi casa, salí de mis espacios y asumí el dolor de la no aceptación. Ese fue el primer choque, pero de ahí en adelante asumí mi liderazgo en esa transformación de liderar no solo procesos políticos indígenas, sino también desde la población LGTBI. Hacer esos procesos de participación en algunos escenarios me ayudó también a reconocerme como la mujer lesbiana que soy”.
“UNA MUJER QUE LE GUSTA OTRA MUJER”
Neli Garces, quien es conocida como Nelifa, es una mujer Nasa de 31 años, cuenta que desde sus ocho años acompaña las luchas por la defensa de la vida y el territorio. Ha sido guardia indígena, coordinadora del proceso de jóvenes de su territorio y autoridad tradicional Khabuwe’sx, entre otros acompañamientos que ha realizado de manera activa en el territorio de Miranda, Cauca. Es madre de un niño de 11 años, quien, con dulzura, afirma ser el motor de su vida. Actualmente es coordinadora del Hilo de jóvenes del resguardo indígena de La Cilia – la Calera y acompaña procesos desde el activismo LGTBIQ+.
Neli, cuenta que su reconocimiento como mujer lesbiana no fue tan duro, ya que no recibió rechazo por parte de su familia; sin embargo, el mayor rechazo lo vivió por parte de personas cercanas al proceso organizativo de las comunidades indígenas del pueblo Nasa en el norte del Cauca.
“Yo no me creo con la facultad de hablar de los demás muchachos, pero sí resaltar cosas, porque siento que las luchas internas de ellos han sido más graves, más fuertes, yo quizá hablaría desde el privilegio y es porque la aceptación en mi familia no fue tan dura, ni tan rígida como les ha tocado a mis otros compañeros que aún siguen como en ese encontrarse”.
Nelifa asegura tener dificultades con compañeros de otros territorios indígenas, quienes cuestionan, estigmatizan y discriminan su activismo frente al tema de diversidades sexuales.
“Tengo una pelea casada con un compañero de la zona Tierradentro, según él lo que promuevo y hago es muy cuestionable, estamos a puertas de una pelea jurídica por la estigmatización y discriminación que hace desde los diferentes ámbitos”.
Para ella esta situación es un poco difícil, sin embargo, trata de entender las distintas visiones que puedan tener quienes no la conocen, pero deja en claro que más allá de las posiciones debe primar el respeto.
“Desde el pueblo Nasa es algo muy duro y marcado. Cada Nasa tiene su pensar, son cosas que para ellos son difíciles de aceptar, me pongo en los pros y en los contras, pero es un espacio donde todos merecemos respeto. En el norte son muy pocos los inconvenientes que he tenido, he sido una persona que quizá por mi manera de ser, ha hecho que esa aceptación esté y sea algo de admirar, pero en otras zonas yo soy como el pecado andante”.
Llegar a ese reconocimiento en su territorio no fue nada fácil. Entre los años 2014 y 2016, Nelifa, fue coordinadora de jóvenes de su territorio y dice que tuvo que dejar algunos espacios para poder ser tenida en cuenta como lideresa.
«Estando en este espacio diverso, un tiempo me alejé mucho de la organización porqué sentí que acompañando jóvenes nadie iba a los procesos porque yo estaba y el decir era que se iban a volver homosexuales, entonces decidí alejarme, eso me sirvió para conocer fundaciones y organizaciones, aprender a formar y formar políticamente. Cómo ser uno sin tanta restricción”.
Parte importante de este proceso que viene tejiendo con orgullo Nelifa, es gracias a un compañero de lucha, a quien llamaban Erik Secue, quien en el XVI congreso del CRIC, realizado en Mosoco del 7 al 10 de agosto del 2021, les dijo “Nosotros tenemos que dejar de ser esa burla por ser lo que somos y empezar a hacer trabajo político, hacernos notar de otra manera, que ya no nos identifiquen por burlarse porque somos gays, sino por algo que tenga peso y valor”, estas palabras habitan con fuerza en el ser de Nelifa, quien siente que desde el espacio espiritual donde él se encuentra ahora, le sonríe diciéndole que sí podía.
ABRIENDO CAMINO.
Los retos políticos y espirituales tanto para Claudia, como para Nelifa, han sido constantes y nada fáciles. Han tenido que enfrentar una lucha interna con ellas mismas y contra las incoherencias de algunas personas que están dentro de los procesos organizativos.
Para Claudia, tal como ella lo menciona, el miedo más grande que tuvo en el espacio comunitario “fue romper con las creencias, con las normas que suponemos son naturales, el miedo más grande era esa traición a la madre naturaleza (creo mucho en esa visión de mundo desde la espiritualidad Nasa), el primer choque y cuestionamiento fue decir yo no soy natural. Y si soy natural, ¿por qué soy diferente?”.
Otro de los miedos, fue enfrentar a la comunidad y las creencias que existen, recibiendo por parte de ella la aceptación, “nunca pensé que podía ser autoridad siendo una mujer lesbiana y siempre me dio miedo, porque era un sueño que yo tenía, pero fue bonito, la comunidad en su sabiduría permitió que así pasara, estando con mi pareja”.
Dentro de este ejercicio, tuvo que enfrentar las persecuciones políticas por parte de algunos liderazgos homofóbicos, que usando como excusa su orientación sexual, buscaban deslegitimarla de los procesos.
Actualmente Claudia, está en la búsqueda y fortalecimiento desde la parte espiritual, acompañada de mayores y mayoras quienes vienen orientado su camino y el de otros y otras compañeras de cuerpos y sentires diversos, no desde el tabú, sino desde la libertad de ser con la Madre Tierra.
En el año 2022, cuando Nelifa, iba a asumir como autoridad Khabuwe’sx, en su territorio, la comunidad le manifestó que no podía hacerlo, debido a su orientación sexual, argumentando que solo existen dos sentires, hombre y mujer.
En el pueblo Nasa, al igual que otros pueblos indígenas, el bastón de mando es el complemento, la pareja espiritual de quienes asumen un cargo de autoridad tradicional dentro de sus territorios, un símbolo de responsabilidad y respeto.
“En tulpa, la comunidad dijo que por mi orientación sexual no estaba en la capacidad de recibir el cargo, que el bastón es hombre o mujer y no sabían qué bastón me iban a entregar a mí, yo les conteste que seguía siendo una mujer que le gusta otra mujer y que sentía como mujer. Esto fue algo que sirvió para que la comunidad terminara de avalar ese espacio y me dieron el bastón”.
“NACÍ EN UN CUERPO EQUIVOCADO”
Sofía Noscue, primera mujer Nasa trans que se reconoce abiertamente, tiene 22 años y es oriunda del territorio ancestral de Corinto; su proceso no fue distinto a los demás, ella manifiesta que nació mujer en el cuerpo de un hombre. Desde pequeña sabía que estaba en el cuerpo equivocado y emprendió un camino que la llevó a vencer los miedos de la época, para poder ser la mujer que siempre sintió en su ser.
“Yo me reconocí como una chica trans a los 16 o 17 años, hablé con mi mamá y le dije que siempre me había sentido como una mujer y que iba a hacer mi cambio a reconocerme como lo que yo era, como lo que siempre había querido desde pequeña”.
Sofía menciona “lo que recuerdo son lágrimas, lágrimas de dolor y felicidad porque lo que yo traía era una carga, cuando salía de la casa, podía ser yo y cuando volvía, tenía que ser el hombre de la casa. Fue algo bonito y doloroso, porque yo sabía que mi mamá quería un niño y lastimosamente salí siendo niña”.
Sofía reconoció sus miedos, aquellos que desde niña la abrazaron y que hoy ya no existen, porque a medida que reafirmaba su ser, ellos se fueron yendo.
Ella no recibió el apoyo que esperaba por parte de su padre. Sin embargo, siempre contó con la fuerza y el amor incondicional de su madre, doña Carmenza Quisicué, quien, a su vez, es su mejor amiga.
Para doña Carmenza, los retos con Sofía, (antes llamada Winstonw Alexandro), iniciaron desde el embarazo, al enfrentarse al rechazo por parte de su pareja y asumiendo la responsabilidad de sacar adelante a su hijo.
En los primeros años de vida los familiares cercanos notaron comportamientos que para ellos no eran normales en un niño, como jugar con muñecas. Doña Carmenza, casi sin comprender, solo respondía “es un niño, yo la verdad no sé qué vaya a pasar”.
Sin saber entonces, Sofía decide contarle todo a su madre, las lágrimas las abrazan y doña Carmenza, suelta de sus labios y de su ser, las palabras que cualquier hijo o hija espera escuchar: “usted sola no va a estar, yo voy a asimilar lo que usted quiera ser”.
A doña Carmenza, como a muchas madres que pasan por esta situación, también le dijeron que lo que estaba viviendo Sofía, era una enfermedad y que tenía cura. Ella no prestó atención a lo que la gente decía y aceptó a su hija tal cual es: “ella es mi hija, la acepté y la seguiré aceptando siempre”.
También como muchas madres y familiares de compañeras y compañeros diversos, que día a día se enfrentan al rechazo, a los malos comentarios, señalamientos y burlas, doña Carmenza vive con miedo de que le quiten a su hija, su única compañera, ya que juntas han enfrentado la vida.
“El miedo que a mí me daría es la violencia, no falta que haya personas que por ser ella trans, le quieran hacer daño, que ella salga y no vuelva, tal como le pasó a la muchacha en Medellín, para mí eso es duro. Ella es la única que me acompaña y eso sería difícil”.
El 04 de abril del 2025, en el barrio Playa Rica de Bello (Antioquia), Sara Miley Gonzales, una mujer trans, fue brutalmente golpeada, le fracturaron sus piernas y brazos y luego fue arrojada a la quebrada La García. Ella falleció el 05 de abril en el hospital La María de Medellín.
Sofía, desde esa sangre guerrera que milenariamente recorre su ser, ha empezado la lucha por la defensa de la vida de las personas trans, visibilizando y contando su historia, llegando a distintos rincones del territorio con un mensaje de valentía y dignidad y abrazando el recuerdo y la infancia de Winstonw Alexandro, un niño valiente a quien siempre recordará con mucho amor.
“COMO GAYS HEMOS APORTADO MUCHÍSIMO A ESTO”.
Esteilenk Dicue, tiene 30 años, es un compañero Nasa del Territorio Ancestral de Corinto, comunicador y realizador audiovisual indígena. Desde su ejercicio ha acompañado de manera incondicional las luchas del proceso organizativo de los pueblos indígenas del Cauca. Como las demás historias, su lucha por reconocer la diversidad que lo habita no fue nada fácil. “Hay un dilema: ¿el gay nace o se hace?, yo personalmente creo que nací gay”.
Él reconoce venir de una familia que, aunque mantiene los usos y costumbres del pueblo Nasa, está muy permeada por la religión católica. Siempre le sembraron miedos como el de irse al infierno si hacía algo malo, algo que no entendía y que luego empezó a cuestionar con firmeza.
“El tema de irme al infierno me dio muy duro. Un día me puse a pensar y dije que no quería creer en un dios que por todo me condene al infierno, y que, por sentirme bien con otra persona, también me condene, si uno no le está haciendo daño a nadie”.
Esteilenk cuenta que durante un tiempo intentó sostener vínculos heterosexuales que fracasaron y que, por el contrario, le reafirmaron su verdadera identidad sexual.
Uno de los momentos más duros en su proceso fue enfrentarse al rechazo de su madre, una herida que con la voz entrecortada manifiesta no ha podido sanar.
Esteilenk encontró el apoyo en su padre, la persona que menos esperaba y quien le ayudó a entender a su mamá, una mujer que creció bajo las creencias religiosas que condenan lo que le es diferente.
“Mi papá me dijo, ‘mijo yo siempre lo he querido, a mí esto no me interesa, a mí me interesa que vaya a la casa y hable con su mamá y que la entienda, a ella siempre le dijeron que eso es malo y es la primera vez que ella siente algo, que cree que es malo cerca’”.
Una vez solucionado su “problema”, decide aislarse de los temas de diversidad sexual, “yo sigo con mi vida, que cada uno mire cómo soluciona su problema. Respeto a la gente que da la lucha por este asunto, pero creo que para mí no es relevante porque yo ante todo me considero Nasa, un ser humano, no me define lo que tengo en medio de las piernas”.
Sin embargo, en el camino conoció a Elizabeth Castillo, una activista LGTBIQ+, quien le compartió el libro No somos Etcéteras. Esteilenk, se encuentra en la dedicatoria “A nuestros ancestros, especialmente a los que nacieron y murieron en el Closet”. Esta frase lo lleva a reflexionar frente a su historia y la historia de quienes tuvieron que esconder toda la vida su orientación sexual.
Si bien él resalta que no quiere que lo “reconozcan por marica, sino por el trabajo que ha hecho” también reconoce que es importante empezar a hablar del tema en todos los espacios, abrir escenarios de escucha segura, pues es solo una de las muchas formas en que se pueden salvar vidas.
“DESPUÉS DE CONTARLE A MI MAMÁ EL RESTO NO ME INTERESA”
Otra de las historias que nos acompañan en este camino, es la de un compañero Nasa, a quien llamaremos Mateo. Un joven que a sus 18 años decidió reconocerse como un hombre homosexual.
Mateo es uno de los muchos jóvenes entregados al proceso organizativo a nivel zonal como ACIN y a nivel regional como CRIC. Su ejercicio desde la palabra y la comunicación visibiliza y acompaña las luchas de los pueblos indígenas del Cauca, mismo ejercicio que lo ha llevado a estar en situaciones de riesgo y amenazas, aislándolo de su familia y territorio.
Con un tono un poco tímido, afirma que su orientación sexual no define su ejercicio y acompañamiento político, por ello no le interesa si los demás saben o no; que ese no es un tema de conversación dentro de su círculo.
“Yo nunca he hablado de estos temas, he asumido mis cosas y siempre he sido muy reservado, si la gente se da cuenta o les cuento, es porque hay confianza. Creo que hay muchas personas que saben -no se habla del tema-, pero yo sé que saben y nunca he sentido esa discriminación, por lo menos en el circulo que yo me rodeo”.
Mateo cuenta que el reconocerse fue un proceso difícil, sobre todo por lo que iban a decir o pensar de él. Tenía miedo de contarle a su mamá, dice haberlo pensado mucho. Sin embargo, cuando le dijo, ella lo tomó de la mejor manera, diciéndole “usted es mi hijo y lo voy a querer como usted sea”, después de contarle a su mamá y recibir su apoyo, Mateo siente que lo que digan los demás, no le interesa.
Su papá no sabe sobre sus preferencias sexuales. Mateo dice que debe contarle, aún no tiene fecha, ni lugar, pero es algo que siente que llegará pronto.
“A mi papá yo no le he contado. Pienso que él entendería, solo que no he tenido la confianza de poder decirle. Ya llegará el momento, no tengo miedo, siento que es mi deber contarle y que no se dé cuenta por otro lado. Ya llegará el momento y le contaré”.
Aunque manifiesta ser una persona reservada y casi nunca hablar de estos temas, sí deja en la conversa la importancia de poderlos hablar, de investigarlos, “no para estigmatizar o señalar”, sino para que no haya posturas radicales como la que recuerda que una persona dijo en el último congreso del CRIC: “ahora los jóvenes tienen libertad y andan enfermos”. Para Mateo: “es complicado hablar con las personas mayores porque son muy radicales y evitan tocar ese tema”. Asimismo, frente a los comentarios homofóbicos que surgen en redes sociales y otros espacios, manifiesta: “creo que la gente se escuda por miedo a lo que piensa o siente, buscan desviar el tema por miedo a que puedan tener estos gustos”.
Mateo seguirá su lucha desde la palabra, poniendo en los escenarios comunicativos este y muchos temas, acompañando a su gente y llevando con dignidad un legado que corre su sangre, el legado Nasa que defiende la vida y el territorio.
LOS PREJUICIOS.
En algunos territorios no solo del norte del Cauca, es común escuchar expresiones como la que recuerda el Mayor Marcos Yule, dicha durante un encuentro de paridad y diversidad de género, realizado en el municipio de Toribío en el año 2021: “Eso [la diversidad sexual] pasa cuando uno no cumple las normas naturales, las recomendaciones, es un castigo porque no se hacen las cosas bien, no se limpia el sucio”. (El sucio, es un término que se le da a la enfermedad, o desarmonía que ocurre dentro de un cuerpo o en el territorio).
También los comentarios en redes sociales de algunos guardias indígenas donde su planteamiento no coincide con el discurso y ejercicio político de defensa de la vida. “Mano dura para que así no haya esa enfermedad de LGTBIQ+”, “Maricadas, gays, lesbianas ni deberían estar en la organización, que vergüenza”, “La gente está loca y desocupada, lastimosamente no se puede erradicar esa fea enfermedad por que se creen muy vulnerables malditos lgtbi [sic] ”.
Comentarios de este tipo generan odio, y claramente ponen en riesgo la vida y estabilidad emocional de quienes tienen un modo distinto de vivir su sexualidad.
Para Sofía, por ejemplo, son comentarios que no aportan y podrían ser una amenaza contra la vida y a su vez reflejan el miedo de quienes lo manifiestan, pues las personas diversas están alzando su voz y reclamando por sus derechos.
Igual piensa Claudia, que califica esos mensajes como incoherentes y un reflejo de las contradicciones que hay en el ejercicio de defensa de la vida como proceso indígena.
Comentarios como los señalados reflejan el sesgo que aún existe en algunas personas del pueblo Nasa. El ser una persona con una orientación sexual distinta parece ser una condena. Se les señala en los espacios, en redes sociales, se les ignora y muchos parecen tener el papel de jueces, juzgan desde el odio sobre lo que para ellos está bien o está mal. Les aterra que se tomen los espacios, que hablen de derechos y reconocimiento político.
Neli, recuerda una de las experiencias vividas con una de estas personas, a quien le hizo un comentario en redes sociales: “yo prefiero ser marica y no tapar todo con la religión”. La respuesta a ello fue; “una arepera de mierda no me va a venir a decir lo que tengo qué hacer, usted no es nadie, acá siempre va a reinar es hombre y mujer, si es posible acabamos con ustedes porque ustedes son una plaga”.
“Yo lo sentí como una amenaza”, dice Neli, por ello tomó medidas jurídicas contra uno de los compañeros, pues dice que lo que vive es una persecución: “esto afecta porque yo soy una persona que defiende los derechos dentro de la población LGTBIQ, y si él no sabe el delito que está incurriendo, lo va a saber por mí”.
En Colombia, según el Código Penal, los artículos 134A y 134B establecen que impedir o restringir derechos, así como promover actos de hostigamiento “por razón de sexo u orientación sexual”, constituye delito y es sancionado con penas de prisión y multas.
¿CUAL ES MI IDENTIDAD ESPIRITUAL?
Dentro de este tejido de palabras y el encontrarse en este camino, surge la necesidad de saber e indagar cómo eran llamadas las personas diversas -desde lo espiritual- porque, aunque se incluyan diversas formas de vida en el término LGTBIQ+, este sigue siendo ajeno a los territorios y la cosmovisión Nasa, aquella que no está permeada por las religiones.
Claudia, por ejemplo, no habla de los dos espíritus, ni se reconoce en ellos, porque para ella es generar dualidad, entonces desde la práctica busca encontrar su identidad espiritual y saber qué seres ancestrales diversos son los que la rodean. Es una conversa importante que se tiene que dar para así romper con los imaginarios dualistas que siempre han estado. Manifiesta que ha sido un proceso muy lento, pero que debe ser un ejercicio conciliador que les permita dialogar con personas de pensamiento radical.
Nelifa, recuerda una ocasión en un ritual donde un mayor espiritual manifestó que no se podía concentrar porque había alguien que le hacía perder las señas, y que él sabía que era ella, porque para él, ella tenía cuerpo de mujer con don de hombre, y que sus señas eran totalmente diferentes a las que él sentía, así que no la dejaban participar de los espacios espirituales porque por su orientación sexual, “dañaba los trabajos”.
Ella es una mujer que cree y practica la medicina tradicional, por lo que esas palabras fueron hirientes, pero de alguna manera le ayudaron a reafirmar su camino: “pensé que no me iba a sentir excluida, apartada y fue todo lo contrario, era feo. Luego entendí que el error venía de los mayores, que no eran entendidos y no estaban abiertos a que habían otras formas dentro de la espiritualidad”.
Nelifa, con orientación de una mayora espiritual y junto con otras personas de distintos territorios, conformó el colectivo Adx tuu Yaset, que en nasa Yuwe, traduce “Me llaman”. Este espacio fue creado para encontrarse, hablar y transformar las realidades y de cierto modo, también encontrar esa raíz espiritual.
“Vimos la necesidad de formar nuestro propio colectivo, Adx tuu Yaset, que desde el sentir, traduce ‘Me Llaman’. El sentido que tomamos es porque muchas veces no te dicen como la persona tal, sino como el maricón ese, la arepera esa, la machorra, por eso ese nombre tiene un sentido”.
ESTAMOS AQUÍ.
La lucha por reconocerse, por buscar los espacios dentro de la organización no es nueva. Lleva muchos años en este largo camino.
Uno de los primeros escenarios que brindó espacios seguros a las y los jóvenes diversos fue el Movimiento Juvenil Álvaro Ulcué Chocué, un espacio donde podían ser escuchados.
Sin embargo, en la lectura de algunas personas homofóbicas o descontextualizadas, este espacio es señalado como una “cuna de homosexuales”. Nelifa cuenta que “el decir es que el Movimiento Juvenil es una tapadera de maricas y maricones porque todos los que entrabamos allá salimos convertidos en homosexuales.”
La realidad es muy distinta, a lo que durante años ha hecho eco en los distintos rincones de los territorios del norte del Cauca, ya que las y los jóvenes encontraban en este espacio un lugar donde podían ser y donde no eran señalados ni cuestionados por su orientación sexual.
“Para mí el Movimiento Juvenil, es como mi casa, creo que grandes liderazgos de acá del norte del Cauca y del CRIC, salimos de ahí. El mundo necesita muchos más espacios como el Movimiento Juvenil, donde a usted lo escuchen, lo abracen y lo apoyen en las decisiones que usted tome”, dice Esteilenk.
En mayo del 2019, en el VII encuentro regional de jóvenes CRIC, realizado en el resguardo de Jambaló, Cauca, se puso el tema dentro del trabajo en comisiones. Pocos lo abordaron y las conclusiones fueron bastante desalentadoras: es una desarmonía, es una enfermedad que se da por el consumo de pollo.
Nelifa recuerda un poco de este espacio: “lo que yo logré entender dentro de esas plenarias es que población diversa no había en el territorio, y que si lo había eran personas que estaban por experimentar o eran personas enfermas que en algún momento se les podía dar la cura y que los maricas salían eran porque las hormonas se alborotaban por comer pollo”.
Algunos manifiestan que cuando uno está enfermo busca curarse, y ellos no buscan una cura a lo que el mundo les dice que es una enfermedad, buscan y exigen respeto como personas, como seres humanos. “Nosotros necesitamos que nos respeten. La aceptación no se ruega, no se mendiga, yo exijo que me respeten”, dice Esteilenk.
Otros de los escenarios donde se volvió a abordar el tema, sin mucho eco, fue el XVI Congreso del CRIC, llevado a cabo en el Territorio de Mosoco, municipio de Páez-Cauca, en el año 2021. En algunas de las comisiones se mencionó la importancia de abordar el tema de diversidades sexuales y de familias diversas, desde el respeto y la inclusión. Y aunque quedaron tres puntos un poco generales, es muy poco el avance que se ha tenido en los territorios. Frente a la necesidad y urgencia de abordar este tema:
– Desarrollar políticas indígenas para el reconocimiento y la atención de familias en condición de vulnerabilidad, y personas con capacidades diversas y diversidad sexual.
– Fortalecer los procesos de investigación CRISSAC (Crianza y siembra de sabidurías y conocimientos) sobre nuestros espacios educativos desde el gobierno propio teniendo en cuenta los enfoques de capacidades diversas, género, etario, diversidad sexual, entre otros.
– Generar espacios de conversa en el marco del respeto en relación con la diversidad sexual presente en las comunidades recogiendo los sentires de los jóvenes y su identidad sexual.
A partir de este escenario son los mismos compañeros y compañeras diversas quienes empiezan a tomarse una vocería bastante importante y a mostrarse con más seguridad, buscando el respeto por sus procesos políticos y por su decisión de vida.
Para Esteilenk: “no es que ahora haya más maricas en la comunidad, es que los maricas que siempre estuvieron en la comunidad ahora estamos hablando, ahora estamos diciendo que estamos aquí, que siempre estuvimos”.
Siempre estuvieron y seguirán estando, son parte de un pueblo con raíces milenarias, son parte de la familia y la organización, así lo mencionaron muchas mayoras y jóvenes en el XVII congreso del CRIC, realizado este año 2025 en el municipio de Puracé, en respuesta a la pregunta “¿qué entendemos por diversidad sexual (orientación sexual e identidad de género)?”, y “¿Cuál es el trato que le estamos dando a los comuneros y comuneras que se identifican como LGTBIQ+?”.
Muchos y muchas rompieron el silencio, vencieron sus miedos, no fueron solo jóvenes del pueblo Nasa, sino de los 11 pueblos que integran el CRIC, los que hablaron y escucharon sus sentires, aquellos cargados de dolor, pero, sobre todo, mucha valentía.
El resultado de este escenario fue el siguiente mandato:
– Reconocer como organización CRIC a la población diversa sexualmente, así como garantizar y respetar sus derechos integralmente. Así mismo, se debe asumir el compromiso por parte de las autoridades, generar espacios para la formación y fundamentación en las estructuras locales, zonales y regionales, sobre diversidad sexual.
El Thuthenas de la ACIN, Éibar Fernández, al preguntarle sobre cómo se reconoce el tema de diversidad sexual dentro de la organización, responde: “es muy complejo reconocer esas realidades, más cuando uno está en un tema de organización y nos cuesta porque hemos crecido en un mundo de liderazgos muy radicales. Entonces cuando me hacen la pregunta que cómo veo la diversidad sexual, yo digo que es compleja, pero es una realidad y no la podemos desconocer”.
LOS RETOS DEL MOVIMIENTO INDÍGENA.
Hoy tanto la organización zonal ACIN, como la regional CRIC, tienen muchos retos frente a este escenario, partiendo de que es orientación y mandato de la máxima autoridad que es la asamblea, es decir, la comunidad.
Frente a esto el Thuthenas Éibar, dice “hay que cambiar los escenarios de discursos, revisar nuestras estructuras y reconocer que el pensamiento radical ya no puede ser radical, sino el de reconocer esas realidades que se están dando. No es fácil, pero es una realidad que tenemos que reconocer porque es gente que espera de nosotros, son indígenas, son comuneros y son familia. El congreso determinó algo muy general y es ¿cómo recomponemos la familia?, y consideramos que el primer ejercicio es reconociendo que hay diversidades de familias. Otro de los retos es cómo la organización se dispone para recoger esta sociedad en las estructuras administrativas. No es nada fácil, pero deben estar en las estructuras porque también pueden ser personas que lideren, hay unas que lo están haciendo de una manera muy silenciosa”.
El Thuthenas Éibar resalta la importancia de recuperar la confianza con la comunidad y la juventud, e ir abriendo “con mucho cuidado” nuevos escenarios de reconocimiento de sociedad.
Aunque parece haber un avance, el camino sigue siendo largo, hay que transformar mucho desde dentro, transformar los discursos, romper estereotipos y barreras que impiden la vida en libertad, la misma que desde siempre como pueblo Nasa, se ha luchado.
Como población diversa, que ha caminado las luchas colectivas, coinciden en la importancia de que la organización les tenga en cuenta en los censos, como personas y familias diversas. Asimismo, en la cuestión de las ayudas como de vivienda, que NO se les descarte “porque no saben quién es la mamá o el papá”, como lo dijo Nelifa.
Otro reto importante que tiene el proceso organizativo y que es mandato del congreso, es investigar e informar sobre el tema sin miedos, ni etiquetas en todos y cada uno de sus espacios.
Sofía, por ejemplo, en su proceso de transformación se automedicó muchas veces, poniendo en riesgo su vida. Tampoco tuvo apoyo psicológico; por ello se suma a estas voces que piden a la organización una mayor inclusión, esperando por parte de la Asociación indígena del Cauca AIC-EPSI, más información y acompañamiento a las personas que están en ese proceso, para que no tomen riesgos y poder hacer su cambio de una manera más segura.
Del mismo modo, Esteilenk invita a “avanzar en una política pública que reconozca la diversidad sexual en las comunidades indígenas. La escucha es muy importante, pero no solo escuchando se salva, al final quien resuelve todo eso, es una política, donde haya espacios de cuidado y atención”.
Estos llamados—desde las experiencias personales hasta las propuestas organizativas—muestran que para el pueblo Nasa aún existen retos profundos en la defensa de la vida y del territorio. Esta entonces es solo una puntada de un gran tejido, que busca abrir camino y sumarse a los sentires y aquellas voces que han querido silenciar, pero que hoy suenan con mucha fuerza, plasmando las luchas de la población diversa del territorio de Çxhab Wala Kiwe, el territorio del gran pueblo. Seres Nasa que desde su raíz milenaria también buscan la armonía y equilibrio con la Madre Tierra.
*Esta investigación periodística fue realizada con apoyo de la Beca Relatos de región: Periodismo local que explica Colombia, del Ceper de la Universidad de Los Andes, y el contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de su autora.
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