3344 visitas
Representación de la partería Guaraní.
Giovanni Salazar.Partería Guaraní: saberes para una salud materna plena
Consulta este contenido en los idiomas y lenguas
Hasta hace medio siglo, las familias de los territorios indígenas de la Nación Guaraní, en Bolivia, veían nacer a sus hijas e hijos con el conocimiento de la partería tradicional. Hoy, ocurre cada vez menos. Sin embargo, este saber se resiste a desaparecer y urge la transferencia de conocimientos entre generaciones para mantener en la atención de los nacimientos masajes, cánticos, rezos, secretos y plantas a lo que el sistema de salud boliviano llama “partos interculturales”.
Semida Urioste, madre y lideresa Guaraní, ha dado a luz cuatro veces. Sus dos niñas y dos niños han nacido de manera natural con el acompañamiento de hombres y mujeres parteras de su comunidad Pipi Parirenda, en el municipio de Camiri. Su hijo más reciente, Iyaire, nació sano hace apenas dos meses: pesó 4,300 gramos y midió 49 centímetros, como notificó la enfermera que lo revisó cinco días después de su nacimiento.
Desde las primeras contracciones hasta la llegada de Iyaire pasaron siete horas. El partero Miguel Curinda estuvo todo el tiempo con ella, le ayudó con masajes y le dio de beber agua de albahaca y menta. El cordón umbilical lo cortó el esposo de Semida, Marcelo Curinda, con una tijera desinfectada con alcohol, y luego lo amarró con un hilo.
En preparación a este momento, durante el embarazo Semida masajeaba su vientre con aceite de pata de vaca para ayudar al bebé a acomodarse; estos movimientos también le servían para disminuir dolores y malestares. El aceite fue santiguado con sahumerio y palabras secretas que le prepararon Miguel, de 65 años, y Nélida Guzmán, de 88, los dos únicos parteros que quedan en su comunidad.
“Quería mi parto natural, confío mucho en ellos, porque mis dos hijos mayores nacieron aquí, en mi casa, gracias a ellos”, era el anhelo de Semida.
En esta comunidad rural, ubicada en el Territorio Comunitario de Origen Kaami, a 40 kilómetros del municipio de Camiri de la provincia Cordillera, en el departamento de Santa Cruz, y en donde se encuentra el centro de salud más cercano, la partería es una tradición a la que algunas mujeres, como Semida, aún acuden. En la provincia reside un 71,7 por ciento de las 320 comunidades de la Nación Guaraní.
Allí, hombres y mujeres parteras les hacen saber a las embarazadas que los movimientos del feto inician a partir del tercer mes de gestación. Desde ese momento, el tratamiento se hace con grasa de pata y fricción abdominal para la reacomodación del bebé: se soba el vientre de la madre en sentido contrario a las manecillas del reloj. Semanas antes del parto, con las manos ubican la cabeza del bebé y palpan suavemente el vientre de la madre con secretos, oraciones en un lenguaje que sabedoras como Nélida entienden y reproducen. “Este procedimiento se realiza cada noche hasta el nacimiento”, cuenta Teresa Eugenio, enfermera Guaraní quien ha atendido partos en comunidades rurales combinando sus conocimientos de partería tradicional con los de la medicina obstétrica.
La técnica de los masajes ha evitado que las gestantes sean trasladadas al Hospital Municipal de Camiri para parir por cesárea, cuenta Mario Ríos, responsable del puesto de salud Pipi Itiyuro que atiende a tres comunidades de la zona: Pipi Parirenda, Pipi Itiyuro y Pipi Santa Rita. El médico recuerda el caso de una madre primeriza que tenía antecedentes familiares de posición transversa de bebés (no se ubicaban para el nacimiento), pero el partero de su comunidad, con masajes, logró revertir ese problema. “Como médicos tenemos técnicas que pueden favorecer al bebé”, reconoce Mario, “pero no a la madre”.
Además de los masajes, Miguel le recomendó a Semida hacer caminatas para facilitar el trabajo de parto natural. Por eso, a los siete meses de gestación, se le podía ver moviéndose ágilmente de un lado a otro, mientras preparaba pan en su horno de barro para vender a las familias de su comunidad. Además, nunca interrumpió las actividades de cuidado en su hogar.
La partería y la cosmovisión Guaraní
La Nación Guaraní es uno de los 36 pueblos indígenas que existen hoy en Bolivia. Esta comunidad preserva su lengua de nombre Guaraní y se concibe como parte de la naturaleza y del cosmos: la Madre Tierra les revela las leyes de vida y así descubren la sabiduría y los designios divinos de sostener el equilibrio. El Guaraní busca el aguyje (estado de gracia y plenitud) mediante el tekokatu, vida plena, con ejercicios orales y físicos.
En la cosmovisión del pueblo (manera de ver la vida), explica Nicolasa Callejas, mujer dirigente Guaraní y dedicada al estudio de la partería tradicional, estos saberes no se quedan solo en el alumbramiento desde los conocimientos fisiológicos, como ocurre en la medicina obstétrica, sino que se expanden hacia el tratamiento espiritual y emocional de la mamá y el bebé.
Nicolasa, quien también es maestra de Tekove Katu, la Escuela Técnica de Salud del Chaco, dice que un ejemplo de esto son las santiguadas: “son oraciones conectadas a nuestra espiritualidad, por eso son palabras secretas, porque son transmitidas en sueños y en ecos a las parteras que están conectadas con esta espiritualidad en la cosmovisión, son oraciones con las que le dan la bienvenida a una nueva vida”.
En uno de los partos de Semida, Nélida usó palabras secretas mientras raspaba la tierra de la boca del horno de barro de su casa y la mezclaba en un vaso para dársela a beber para que su dolor disminuyera y el bebé naciera rápido. “Y funcionó”, recuerda sonriendo Semida: “Le oró en sus secretos a Ñanderu Tumpa (Dios para el mundo Guaraní), y funcionó”.
Las oraciones secretas también son incluidas en la preparación de plantas medicinales y baños para el cuidado de la temperatura corporal de la mujer durante el alumbramiento. “Antes de parir, la abuela Nélida y don Miguel me preparaban baños calientes con plantas medicinales para dilatar más rápido y sentía menos el dolor”, revive Semida.
Nélida aprendió la partería a los 18 años, observando a su abuela y a su madre. “Mi abuela me enseñó a ver en la forma de la barriga de la embarazada si el niño o la niña está en posición para nacer, también, en la forma de caminar de la madre, si será niña o niño”, cuenta. Con ellas atendió aproximadamente 70 partos.
Las parteras ayudaban a las embarazadas a dar a luz desde mucho antes de que llegara la cobertura del sistema de salud a las zonas rurales bolivianas. Miguel y Nélida calculan que han atendido unos 130 nacimientos en Pipi Parirenda y otras comunidades dentro del territorio Kaami. No tienen registros escritos de muertes de madres o bebés durante la atención de los alumbramientos.
Partería tradicional en riesgo de desaparecer
En las diecinueve comunidades Guaraní del territorio Kaami, el Programa Salud Familiar Comunitaria Intercultural del municipio de Camiri apenas tiene el registro de ocho parteras y parteros mayores de 50 años; en Pipi Parirenda, Nélida es la única identificada.
Según revelan las cifras de la Encuesta de Demografía y Salud de 2016, la más reciente realizada en Bolivia, en las áreas rurales del país la partería es responsable de un 5,8 por ciento de los nacimientos, frente a un 17,6 que se reporta como “asistido por familiares”; un 75,6 por ciento que asegura haber sido atendido por “personal de salud calificado” (mujeres y hombres profesionales en medicina y enfermería), y el restante uno por ciento que manifestó no haber recibido ningún tipo de atención. En el departamento de Santa Cruz, donde está la comunidad de Semida, la partería atendió apenas el 2,20 por ciento de nacimientos. Las cifras de la encuesta corresponden al periodo de 2010 a 2015.
Los números del Hospital Municipal de Camiri se suman a estas estadísticas. De los 4.328 partos registrados allí entre 2017 y 2022 (56,9 por ciento por cesárea y 43,1 por vía vaginal), tan solo dieciséis fueron atendidos por parteras (en los establecimientos de salud de las comunidades Guasuigua, Pipi, Rodeo y Urundaity).
En el periodo comprendido entre 2020 y 2022, los alumbramientos recibidos en el Hospital por hombres y mujeres parteras disminuyeron considerablemente. En el año más reciente del que se tienen datos, 2022, no se reporta un solo caso atendido de esta manera.
Los partos institucionalizados se imponen en Camiri, lo que, como explica Nicolasa, “incide en la desvalorización del rol de las parteras en contextos donde las nuevas generaciones les dan más prioridad a conocimientos de la medicina convencional”.
Para Florentina Aragillo Flores, mujer dirigente en temas de salud en la zona, las madres gestantes de Pipi Parirenda son mujeres jóvenes que ahora acostumbran a hacer su control en el hospital y tener su parto allí, con cesárea. Esto se debe, dice, a la falta de conocimiento y desconfianza en la partería. “Lamentablemente este tema no es prioridad, ni para las autoridades de gobierno, tampoco para nuestras organizaciones, porque no lo estamos hablando en nuestras asambleas, y es necesario hacerlo para rescatar la práctica”, reflexiona.
Esta preocupación se extiende a la organización Capitanía Kaami, que reúne a diferentes comunidades rurales. Allí, también quedan pocas personas mayores de 60 años con este conocimiento ancestral. Además, “las postas no están habilitadas para atender partos, menos aún para incluir la partería. Por eso, la mayoría de las mujeres va a dar a luz al hospital”, explica Elvia Romero, responsable de salud de la Capitanía.
Los lugares a los que se refiere Elvia son puestos de salud instalados dentro de las comunidades rurales. Estos son centros de primer nivel dentro del sistema de salud boliviano y allí los pacientes reciben las atenciones básicas. En Camiri hay siete postas con un médico y un auxiliar de enfermería, y la atención es de lunes a viernes, por ocho horas. Para los embarazos, el personal solo realiza controles prenatales, y en los partos, las mujeres siempre son trasladadas al hospital, en donde no se incluye a hombres y mujeres parteras como personal médico para asistirlas.
“En las postas no hay la infraestructura adecuada, como salas de internación, y tampoco tienen una cobertura más amplia, como 24 horas”, dice María Esther Guzmán, directora de los centros de salud del primer nivel. En los hospitales de segundo nivel, en cambio, la atención es extendida y cuentan con especialidades de pediatría, ginecología, cirugía y medicina interna.
Los partos interculturales, el desafío del sistema de salud actual
A partir de la aprobación de la Ley N°459 de Medicina Tradicional Ancestral Boliviana en 2013, el Estado Plurinacional reconoce las prácticas tradicionales y las incluye en el Sistema Nacional de Salud.
La ley señala que las entidades territoriales autónomas deben mejorar las condiciones de infraestructura, equipamiento y recursos humanos necesarios para la articulación de la medicina tradicional ancestral en los establecimientos y redes del Sistema Nacional de Salud con enfoque intercultural.
“Se han dado pasos importantes para que el sistema se encamine hacia el parto intercultural”, dice Diego Noruega del Programa de Salud Intercultural de la Dirección General de Medicina Tradicional, dependiente del Ministerio de Salud y Deportes, y explica que antes “sólo se miraba la salud sexual y reproductiva para tener hijos”, pero a partir de la demanda de los pueblos indígenas de mostrar la forma de atención de acuerdo con la cultura de la comunidad, ha sido posible enfocarse en la articulación de la partería indígena y la obstétrica, para “una salud materna plena”.
Lo que se busca con el parto intercultural es posibilitar que las mujeres den a luz a sus hijas e hijos en centros de salud en donde se respeten sus decisiones, usos y costumbres, entre los que se encuentran, claro está, los conocimientos de la partería tradicional.
Según reporta la Dirección General de Medicina Tradicional, en Bolivia existen 51 centros con salas de partos interculturales. Estos se ubican en los departamentos de La Paz, Sucre, Potosí y Cochabamba. En la región del Chaco, donde se encuentran los territorios de la Nación Guaraní, no existe ninguno.
“Los centros de salud de primer y segundo nivel deben estar acondicionados con salas de partos interculturales, adaptados para madres de comunidades indígenas”, urge Erwin Viruez, director del Servicio Departamental de Salud Santa Cruz, quien siguió de cerca la experiencia de la única sala de parto intercultural que hay en el hospital del municipio de Ascensión de Guarayos. “Cuando hay un parto intercultural interviene la familia, porque en la cultura indígena de tierras bajas el nacimiento es un momento social de toda la comunidad. Cuando en los hospitales no dejan entrar ni al esposo, eso es violencia obstétrica”, explica.
Justamente Semida sintió esa violencia cuando tuvo a su tercer hijo en el hospital de Camiri. Esa vez tuvo que ser trasladada de emergencia porque sangró antes del nacimiento del niño y ya habían pasado varias horas de trabajo de parto en casa junto a Nélida y al médico de la posta. “Entré sola a la sala de parto, no dejaron ingresar a nadie más. Doña Nélida me acompañó sólo hasta la puerta y desde ahí me pasaba té de hierbas, en horarios de visitas. También sentí esa violencia cuando me dejaron sola en la camilla, por horas. Después de que nació mi bebé, se lo llevaron un rato largo y se olvidaron de que yo estaba en la sala”, recuerda.
De acuerdo a la Encuesta de Prevalencia y Características de Violencia contra la Mujer realizada en 2016 por el Instituto Nacional de Estadística, en Bolivia el 63,5 por ciento de las mujeres que han dado a luz reportan haber sido víctimas de violencia obstétrica; el 68,3 por ciento de estos casos ocurrieron en hospitales públicos.
“Los partos de la comunidad de Semida son programados en el hospital municipal y son descentralizados porque las postas no tienen las condiciones para atender ninguna complicación”, explica Ricardo Bozo, director del hospital municipal de Camiri y dice que si el Estado habilitara los centros de salud para la atención de los nacimientos sería posible la incorporación de la partería a través de los llamados “partos interculturales”, acercando así al “personal de salud calificado” y a hombres y mujeres parteras. Juntanza urgente si se considera, además, que cada vez quedan menos sabedoras y sabedores en la zona.
“Se requieren estrategias para acercar a las parteras de manera real al sistema”, subraya Sandra Padilla, antropóloga quien durante doce años ha indagado sobre el área de salud en comunidades Guaraní y ha encontrado cómo las parteras al ver que el sistema de salud exige parto institucional, “tienen miedo de no cumplir con el concepto de la atención”. Por eso ellas mismas derivan a las madres al hospital: “Hay mujeres que no avisan que son parteras por ese miedo, frente a un doctor estudiado académicamente creen que van a cometer un error y les van a llamar la atención”, cuenta Sandra.
En palabras del Director del Hospital, para 2026 el centro de salud incluirá una sala de parto intercultural y, un año antes, para 2025, los centros de salud con cobertura en comunidades rurales y la periferia de Camiri ya habrán integrado la partería y los conocimientos de la medicina tradicional.
Con la muerte de las parteras se pierde el conocimiento
Aunque haya ley y existan las intenciones de los funcionarios, la preocupación de Semida es que el saber finalmente desaparezca con la muerte de hombres y mujeres parteras. Ella sabe que Nélida y Miguel son mayores de edad y si el conocimiento no se transmite pronto, la práctica se va a perder.
Una tarea urgente es la promoción de la política de Salud Familiar Comunitaria Intercultural, sin embargo, aún “no se han desarrollado espacios para la recuperación, conservación y promoción de estos saberes con jóvenes”, cuenta Nelvi Ochoa, responsable de médicos de este programa en Camiri. En la región del Chaco, sin embargo, y según dice Mauricio Rivero de la Dirección de Medicina Tradicional, se está intentando implementar las experiencia del Centro AIDA (Atención Integral de Adolescentes) para concientizar a los y las jóvenes sobre temas de medicina tradicional, entre ellos, la partería indígena. Esto lo hacen mediante procesos de diálogos intergeneracionales entre hombres y mujeres sabedoras y personas jóvenes con interés en temas de salud intercultural.
En el país se han generado pocos encuentros nacionales de intercambio de conocimientos entre médicos tradicionales. El último realizado en noviembre de 2021, participaron 36 médicos, hombres y mujeres, entre ellos, el partero Miguel, quienes entregaron la documentación que les solicitó el Ministerio de Salud para quedar en la bases de datos del Registro Único de la Medicina Tradicional Ancestral Boliviana y para la posterior acreditación de su rol de médicos tradicionales para ser incluidos como personal de salud.
Este es “un paso para acceder a puestos para parteros y parteras que les permitan gozar de todos los beneficios como cualquier médico”, asegura la enfermera Teresa y añade que hace más de 40 años están esperando “ítems” (puestos de trabajo en el sistema de salud pagados por el Estado) y la acreditación “es un paso pequeño, pero es un paso”.
Nélida no logró asistir a este evento. Si bien no estaba informada, también dice que no habría tenido los recursos económicos para movilizarse desde su comunidad Pipi Parirenda hasta Camiri. Aun así, tiene la esperanza de que el Estado compense sus años de trabajo.
Mientras esto ocurre, la antropóloga Guaraní Sandra Padilla insiste en que es importante que el personal de salud que trabaja en las comunidades identifique a las mujeres y hombres que están transmitiendo el conocimiento de la partería tradicional a sus hijas, hijos u otros familiares, porque es en el núcleo de los hogares en donde se practica y en donde están quedando alojados los saberes y el futuro de la partería.
Esta historia empezó a escribirse cuando Semida todavía estaba en embarazo. Su hijo nació el 10 de marzo de 2023 y Nélida no participó en este parto. A sus 88 años, ella siente que ya debe dejar descansar su rol de matrona y mira con nostalgia su horno de barro. Cuando Semida buscaba un nombre para su niño recién nacido, y así bendecir su camino por el territorio, en las conversaciones para este relato la periodista tuvo oportunidad de sugerir un nombre en Guaraní, “Iyaire”, que significa “el dueño”. “Combina bien con la forma de su nacimiento”, le respondió Semida, “porque fue parto natural”.
Palabras de la autora de este artículo. Me siento honrada de sugerirle a Semida el nombre de Iyaire para su hijo. Ya no es una práctica poner nombres en Guaraní, entonces para mí es muy significativo que gracias a este reportaje se dio la oportunidad de ponerle el nombre a un niño en lengua materna. Como indígenas debemos preocuparnos por recuperar y preservar nuestra cultura como la partería tradicional.
Nota. Este reportaje es resultado de la iniciativa Tejiendo historias con datos de Agenda Propia, cocreada con periodistas y narradoras indígenas y no indígenas de la Red Tejiendo Historias en América Latina. Con el apoyo de Datasketch y Google News.
Comparta en sus redes sociales
Comparta en sus redes sociales
Rituales para llamar la lluvia, la respuesta espiritual de los Yampara a la sequía
Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.
Indígenas en México son guardianes de la abeja nativa pisilnekmej
La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.
“¡No olvidemos nuestro idioma Shuar!”
La nacionalidad o pueblo indígena Shuar, ubicada en la cordillera del Cóndor, en la provincia Morona Santiago de la Amazonía ecuatoriana, se enfrenta al temor de la pérdida de su lengua Shuar Chicham.
Comentar