Visita del papa Juan Pablo Segundo. Foto: tomada de El Tiempo.

Colombia

La carta prohibida que un indígena caucano le leyó a Juan Pablo II

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May 5, 2014 Compartir

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A pocos días de cumplirse 28 años de la visita de Juan Pablo II a Popayán, y a propósito de su beatificación, recordamos el histórico momento en el que un indígena Nasa le leyó una carta al desaparecido Papa. Un mensaje de resistencia, que la Iglesia de aquel tiempo no quería que se difundiera.

Alianza Agenda Propia / El Nuevo Liberal

Era un soleado viernes, 4 de julio de 1986, faltaba poco para el mediodía y en el norte de Popayán, cerca de la Villa Olímpica, miles de fieles se habían congregado para recibir una visita histórica; había llegado a la capital del Cauca el Papa Juan Pablo II.

En aquella fecha, hace 28 años, cuando la Ciudad Blanca apenas se recuperaba de la dolorosa tragedia que significó el terremoto de 1983, la comunidad católica recibió con regocijo la visita del Sumo Pontífice, y en medio de la solemne celebración, nervioso y ansioso esperaba cerca del púlpito un indígena, proveniente de las montañas del norte del Cauca. Era Guillermo Tenorio, que en aquel entonces tenía 38 años y a quien se le había encargado una tarea, que hoy en sus años dorados aún lo conmueve y hace un nudo en su garganta.

"Me pusieron que representara en nombre de los pueblos indígenas de Colombia para hacerle el saludo a Juan Pablo II cuando él llegara a Popayán y entonces yo asumí la responsabilidad, aunque tuve dificultades porque en el Clero caucano no quería que uno fuera a decir las cosas que estaban pasando y que uno no podía decir nada sino que todos estábamos bien, que no se podía hablar mal del Estado, que todo estaba bien", recuerda Guillermo, quien nació en Toribío, en 1948.

En medio de un silencio eclesiástico, anunciaron su intervención, y el joven indígena cogió el micrófono, sacó dos hojas que contenían un texto escrito a máquina y empezó: "Su Santidad, dentro de pocos años estaremos celebrando los 500 años de la llegada del conquistador a nuestras tierras. Muchos hechos han pasado y han dejado huellas en el destino de nuestros pueblos; para nosotros los indígenas ha sido un vuelco total en nuestra historia. Cumplimos 500 años de una historia hecha del silencio, del dolor, del desprecio, de la marginación y del martirio desconocido porque es martirio de indio. Contamos con una historia de lucha que ha sido de vida o muerte para nuestra cultura. Muchos hermanos han sucumbido frente a la agresión sin piedad del conquistador y muchos nos hemos mantenido en pie".

Al llegar a ese punto de su discurso, los silbidos y los aplausos de los asistentes empezaron a mezclarse y Tenorio siguió firme: "Las montañas agrestes de los majestuosos Andes, las llanuras y las profundas selvas amazónicas son testigos mudos de tanto sufrimiento, de tantas esperanzas; la música, el canto, la mirada de cada indígena llevan la huella de la tristeza por el despojo de la madre tierra (...) nuestros pies están encallecidos por los largos caminos que nos ha tocado recorrer huyendo del invasor que nos ha arrinconado".

Continuaba el público atento a las palabras del impasible indígena y él no se detenía: "estamos recobrando con duro trabajo nuestras tierras para sobrevivir aquí con las formas de gobierno propias. Hablamos con orgullo nuestras lenguas y buscamos un sistema educativo que favorezca nuestras propias culturas y desarrollo social. Es un camino difícil y duro porque las respuestas de los terratenientes no se han hecho esperar, asesinando indígenas, incluidas mujeres y niños y encarcelándolos; finalmente militarizados nuestros resguardos". En ese momento los aplausos aumentaron, mientras el Papa Juan Pablo II escuchaba detenidamente cubriéndose su rostro con las manos.

Guillermo Tenorio continuaba leyendo con más seguridad: "Cabe destacar que en contra nuestra también ha estado un sector del Clero que por luchar por nuestras liberaciones nos han calumniado de subversivos (...) a pesar de todo mantenemos la fe en Cristo (...). Ha habido sin embargo un sector de la Iglesia que ha visto en las luchas indígenas, representados los sufrimientos de Cristo por una verdadera liberación y por el derecho a vivir, que es por lo cual nosotros luchamos. Y así como aquellos representantes de Cristo en la tierra que han estado en nuestro lado, también son perseguidos y asesinados; es el caso de...".

En ese instante Guillermo Tenorio fue interrumpido por un áspero "¡basta!", que hizo eco en el campo abierto y entre la multitud volvió el silencio a reinar. Aquella ruda y frenética palabra la pronunció el padre Gregorio Caicedo, quien presidia la ceremonia; en esos instantes acompañó rápidamente al atónito indígena hacia donde estaba el Papa, llevándolo casi a empujones. Juan Pablo II se acercó y abrazó al joven indígena diciéndole que le pediría después que leyera lo que había hecho falta de su discurso. El Papa Wojtyla fue muy prudente y diplomático al resolver el incidente.

Los nombres de los jóvenes sacerdotes asesinados que Tenorio no alcanzó a pronunciar debido a la estrepita interrupción, eran el de Pedro Nel Rodríguez, párroco de Corinto, y el del único sacerdote indígena Páez de la época, Álvaro Ulcué Chocué, cuyo crimen había ocurrido meses atrás.

La escritura del documento

Guillermo Tenorio, quien guarda como un tesoro aquella carta, contó que la redactó con varios de sus compañeros y amigos de la época, "el finado Cristóbal Secúe, Álvaro Valencia, comunero de Tacueyó; y Armando Olaya, el párroco de Toribío de aquel entonces, que no volví a saber de él".

La escritura de aquella "carta prohibida", como la recuerda Guillermo Tenorio, quien hasta hace poco fue el coordinador del Programa de Mayores del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, empezó en marzo de 1986, cuatro meses antes de la llegada del Papá a Popayán. Él fue el 'elegido' tanto para ayudar a redactarla como para leerla, pero ese proceso de redacción se extendió ya que debía pasar por la revisión del arzobispo de Popayán de ese año, monseñor Samuel Silverio Buitrago, quien falleció en 1990.

Cuenta el destacado líder indígena que el padre Olaya era el que llevaba la carta al Arzobispo para que la revisara, "entonces el Arzobispo la rechazaba, que esto no se puede decir que esto tan poco y nos la devolvía".

A mediados de marzo de 1986 le hicieron llegar una primera versión del documento a monseñor Samuel Silverio, y en mayo una segunda, que también fue corregida en la mayoría de contenido; entonces el grupo de redactores de la misiva tuvieron que tomar una decisión que se convirtió en una de las anécdotas más recordadas en sus vidas.

Cuando ya se iba aproximando la visita de Juan Pablo II, narró Tenorio, "pues monseñor nos dijo que no estaba de acuerdo en hacer el saludo, y que entonces yo no participaba, me iba a descartar entonces fue cuando yo le dije que la escribiera él mismo la carta y así que esa era la que íbamos a leer, pero la realidad era otra porque nosotros teníamos la carta que habíamos escrito primero, y era la que íbamos a leer".

Dijo Guillermo que eso se dio porque era claro que le estaban intentando impedir decir las cosas como eran y "pues tocó cambiar la estrategia y decir que el Arzobispo hiciera la carta de saludo como iba a ser".

Él salió a leer la carta seguro, corriendo el riesgo de que aquel "basta" se podría escuchar en cualquier instante de su alocución. ¿Pero por qué tanta confianza? Según lo expresó el veterano indígena "lo que sucedió es que nosotros ya habíamos mandado una copia a la Nunciatura Apostólica a Roma, por ahí en abril de 1986, entonces creo que esa carta el Papa la leyó y ya él ya sabía que era lo que se estaba publicando cuando ya llegara a Popayán (...) por eso él nos apoyó y pues nosotros le agradecimos mucho, nos apoyó moralmente en el momento que nos habían interrumpido".

Narró Tenorio que en primer lugar en ese momento se rompió con ese "complejo de inferioridad" que a veces sentía como indígena, "a mí me daba como cierto temor, pensaba qué me irá a pasar, bueno, me venían cosas a la memoria, pero era un compromiso que tenía que hacerlo bien".

Dijo que en su pensamiento siempre tuvo la convicción de que Juan Pablo II ya sabía del mensaje original; "yo me decía él nos debe respaldar, esa sensación me vino en el corazón, entonces yo tenía como la confianza de que el Papa me apoyaría y así sucedió".

De acuerdo con el testimonio del indígena que se hizo famoso por su discurso al Papa, el deseo de ellos era que desde Roma se constituyera una comisión jurídica de un equipo de Jesuitas, para que los atendieran, los asesoraran en todos los problemas difíciles que tenían en esos años, "pero no se logró".

Una carta que sigue vigente

El mensaje de aquella carta, a pesar de que se leyó hace 28 años sigue más vigente que nunca, afirmó Guillermo Tenorio, puesto que los indígenas y las poblaciones rurales de Colombia y América Latina continúan padeciendo múltiples afectaciones y flagelos. En el caso del Cauca expresó que "ahora llegó una situación peor porque la presencia de los paramilitares que comenzaron a hacer miles de masacres contra los indígenas, a perseguir a los dirigentes yo creo pues que en ésta época presente se ha complicado más. La presencia de las multinacionales que se empezaron a tomar los territorios indígenas para sacar minerales como el oro; si hay cosas más graves que lo que vivimos en la época de 1986".

Para el experimentado nativo, que dejó de ser católico en 1994, 8 años después de que le leyó la carta a Juan Pablo II, hoy la relación con el Clero, el mismo que recuerda era muy apático en sus días de muchacho, ha ido mejorando lentamente con el indígena. "Acá en Cauca un tiempo hubo un diálogo con la Iglesia y la organización del CRIC para ver sí ellos querían entrar en programas de plataformas de denuncias indígenas y les mencionábamos que de parte de la Iglesia jerárquica había mucho silencio, que no se había solidarizado, dialogamos en esos términos".

Sin embargo resaltó que hay sacerdotes que poco a poco se han ido vinculando a la movilización indígena a nivel departamental y nacional, que de alguna forma la vocación se ha abierto espacio en medio de los resguardos y cabildos. "Por ejemplo en la Prefectura de Tierradentro hay otro padre nasayuwehablante, el padre Freddy Cuetio, y hay otros en el Seminario, vamos a ver si se ordenan (...) el Papa cuando nos llamó a la sacristía ese fue el compromiso que nos dejó, que no fuéramos a descuidar el ir enviando jóvenes a los Seminarios para que no fuera el único sacerdote indígena Álvaro Ulcué".

Aquella expresión de Juan Pablo II en esa memorable mañana del 4 de julio de 1986 fue: "con los indígenas del Cauca y de toda Colombia quiero agradecer a Dios el don de la fe, que hace ya casi cinco siglos ha arraigado fuertemente en vuestros corazones y en vuestras comunidades. Los misioneros procedentes de España os trajeron el Mensaje salvador de Cristo y os anunciaron la doctrina de Jesús según vuestros moldes culturales. En medio de grandes vicisitudes y dificultades, a veces también de incomprensiones, limitaciones o fallos, la tarea evangelizadora se llevó adelante con la ayuda de Dios".

Una explicación

"En el 86 tuve que viajar por todo Colombia porque de muchas universidades y organizaciones me invitaron para que aclarara lo que había pasado en la venida del Papa a Popayán. Fui a universidades de Bogotá, Medellín, Neiva, Pasto en Córdoba, casi un mes de capital en capital, hasta en Quibdó", relató el protagonista de ésta historia.

Dijo además que el mensaje de la carta sirvió mucho por un tiempo "porque en esa época había tanta persecución a los líderes que venían impulsando la recuperación de tierras en el Cauca, por unos cinco o seis años se calmó un poco y no hubo tanta persecución". Recalcó que aunque el Gobierno llamó al diálogo, a concertar los problemas y a comprometerse, "como siempre no cumplió.

Se sabe las líneas de la carta casi de memoria, es como un poema que lo acompañará siempre manifestó, resaltando que por ejemplo cuando se habla del despertar de la conciencia en el documento hay que hacer memoria de que "antes estábamos como dormidos, como descuidados y ahora cuando ya despertamos eso ya nos implicó abrirnos a movilizarnos exigiendo el respeto a nuestros derechos que han sido tan atropellados, tan pisoteados".

Frente a lo que pasa en la actualidad, con las movilizaciones agrarias y la actitud del Gobierno, enfatizó que el contenido del histórico documento del que es coautor, y que Juan Pablo II recordaría toda su vida, "como que ha entrado fluido en muchas organizaciones sociales no solamente de los indígenas sino que en este momento está fluyendo por todas las grandes marchas que están haciendo los agricultores en el paro agrario, los cafeteros, los paperos, los camioneros, eso se siente".

Finalmente expresó que se siente muy orgulloso de lo que le ha generado ser el portador del inolvidable mensaje de resistencia, y aunque muchas de sus peticiones no se hicieran realidad, la alegría es que hoy constantemente niños, profesionales, y líderes de la región le piden copias de su discurso más afamado; "es como un documento sagrado para ellos. Eso realmente está dando un verdadero fruto, mucho acompañamiento", concluyó.

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