La laguna es fuente de vida para las comunidades miskitas.

Lesly Banegas.
Honduras

Honduras: deforestación amenaza la zona cultural de la Biosfera Río Plátano

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Dec 12, 2021 Compartir

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La ganadería extensiva y las operaciones del crimen organizado son las principales causas del avance de la deforestación en la región que rodea a la Laguna Ebans, la cual forma parte de la zona cultural de la Reserva.

*Esta historia es producida por Mongabay Latam y se republica en Agenda Propia en el marco de una alianza de medios.

En el departamento de Gracias a Dios, región conocida como La Moskitia hondureña, se encuentra la Reserva de la Biosfera Río Plátano, considerada por las Naciones Unidas como patrimonio de la humanidad por albergar importantes áreas marinas costeras y coralinas, además de una variedad de ambientes que incluye extensos bosques lluviosos. Es, también, la casa de cuatro pueblos indígenas: Pech o Payas, Tawahkas, Garífunas y, sobre todo, Miskitos. Se trata de un territorio que hoy enfrenta un rápido proceso de deforestación provocado, en especial, por las invasiones de ganaderos y la presencia de grupos del narcotráfico.

Una de las áreas en donde más se mira la expansión de la deforestación es el municipio de Brus Laguna, alrededor de la Laguna Ebans o Ébano y que forma parte de la zona cultural de la Reserva de la Biosfera Río Plátano. En 2010, esa área contaba con 379 mil hectáreas de cubierta selvática que se extendía sobre el 85 % de su terreno. Pero solo en 2020, se perdieron 12 mil hectáreas de cubierta arbórea; de las cuales casi 7 mil hectáreas eran de bosque primario húmedo, de acuerdo con los datos de la plataforma Global Forest Watch, la cual realiza un monitoreo constante del estado de los bosques en todo el mundo.

La deforestación también avanza en el municipio de Juan Francisco Bulnes, colindante al de Brus Laguna y donde también se encuentra parte de la Laguna Ebans. Los datos de la plataforma Global Forest Watch muestran que entre 2002 y 2020, esa zona se quedó sin 10.5 mil hectáreas de bosque primario húmedo; el 2020 fue el año que registró la mayor pérdida: casi dos mil hectáreas.

Un representante de la Plataforma Indígena de La Moskitia, quien pidió omitir su nombre por seguridad, explicó a Mongabay Latam que la destrucción de la zona aledaña a Laguna Ebans es por “la invasión de personas de dinero” que llegan de otras partes del país para impulsar la ganadería extensiva, bajo el cobijo de las autoridades que les han autorizado planes de manejo forestal, sin importar que con ello ponen en riesgo la vida de las comunidades indígenas.

“Hay ausencia del Estado, pobladores amenazados a muerte que han sido desplazados de sus territorios, persecución a dirigentes indígenas y asesinatos dentro de la zona a manos de militares”, denunció el integrante de la Plataforma Indígena. Como ejemplo,  recordó que hace unas semanas cuatro miskitos fueron asesinados y varios resultaron heridos. La muerte de sus hermanos, acusó, se da por el conflicto socio ambiental que se vive en la región de La Moskitia.

Conservación, solo en el papel

La zona de La Moskitia es bañada por el Mar Caribe y la atraviesan extensas lagunas, ríos y canales por donde a diario circulan cientos de lanchas que trasladan a la población, productos de primera necesidad y combustible. “Por su enorme riqueza natural es un lugar muy codiciado por narcotraficantes que operan con toda libertad y por gente con mucho dinero y poder político”, señaló el integrante de la Plataforma Indígena.

Para el dirigente, la categoría de protección de la Reserva de la Biosfera Río Plátano está solo en el papel, ya que se registra una deforestación alarmante. Además, en septiembre de 2013, el gobierno hondureño autorizó proyectos hidroeléctricos como el de Piedras Amarillas, también conocido como Patuca III, que se encuentra dentro del área de influencia de la reserva e impulsa la instalación de las llamadas Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDEs).

El representante miskito explica que la deforestación se ha intensificado en los últimos años: “Aquí funcionarios, ministros y militares envían a otros para que vayan a comprar tierras, pero la inversión económica es de ellos. En las comunidades solo se conocen a los testaferros que están comprando y vendiendo tierra; los verdaderos propietarios están escondidos bajo la sombra”.

Mongabay Latam intentó conversar con otros actores de la zona de la Laguna Ebans, pero se encontró con el mismo dilema: la población prefiere ocultar su identidad por tema de seguridad.

La población miskita reconoce que la falta de trabajo y oportunidades que generen ingresos económicos, los obliga a vender sus tierras a extraños que llegan ofreciendo desarrollo a las comunidades.

Sin embargo, en muchos casos, denuncia la población miskita, la persona que compra termina teniendo en su poder más tierras de las que pagó, porque goza del respaldo de las instituciones del Estado, encargadas de la titulación de tierras y que deberían de ser garantes de los derechos fundamentales de la población indígena. Esta es una de las causas del desastre ecológico que hoy vive la Laguna Ebans y la Reserva de la Biosfera Río Plátano.

Un representante del Instituto de Conservación Forestal (ICF) —entidad estatal que se encarga de regular cuestiones ambientales-forestales— que trabaja en la región y que, como todos, habla bajo la condición del anonimato, confirma que la mayor amenaza que existe hoy en zona de la Laguna Ebans es la ganadería extensiva. “La mayoría de las personas que realizan esta actividad son de origen mestizo, no son nativos de la zona, han llegado de otras partes del país”.

Deforestación aumentó con la pandemia

En el territorio que se encuentran alrededor de la Laguna Ebans viven, desde hace siglos, varios pueblos indígenas; están ahí, incluso, antes de la creación de los municipios y de que se declarara el área protegida en 1980. “Antes de eso ya estaban las comunidades indígenas colocadas en esa zona que pertenece al municipio de Juan Francisco Bulnes”, dijo el representante del ICF.

El área boscosa que rodea a la Laguna Ebans es conocida como Baltimore y se trata de la cordillera más importante de Río Plátano; la segunda en altura después de la cordillera de Punta de Piedra que se ubica en la zona de amortiguamiento de la Reserva.

Un análisis realizado por el ICF revela que en Río Plátano cada año se pierden entre 2600 y 2700 hectáreas de bosque. Sin embargo, por la pandemia del COVID-19, ese número aumentó dramáticamente, alcanzando casi las 9000 hectáreas por año.

“Se ha triplicado el dato de deforestación en toda la reserva, no solo en la zona de Ebans, sino que también en Sico Paulaya, en Dulce Nombre de Culmí y Wampusirpi, que son las zonas amortiguamiento de Río Plátano”, argumentó una fuente de la institución.

Los datos disponibles en la plataforma Global Forest Watch muestran que entre 2001 y 2020, la Reserva de la Biosfera Río Plátano perdió 59.9 mil hectáreas de bosque primario húmedo. El año con la mayor afectación fue 2020, cuando se perdieron 6.56 mil hectáreas.

Si se analizan los datos sobre cobertura arbórea total —que incluye el bosque primario— se observa que en 2020 se perdieron poco más de 10 mil hectáreas.

Vivir bajo el acecho

Por su ubicación geográfica, la región de La Moskitia ha sido catalogada como tierra fértil para el trasiego de drogas y otros productos ilegales. De acuerdo a datos oficiales del gobierno, solo en el 2020 fueron inhabilitadas 34 pistas clandestinas de aterrizaje y se incautaron ocho avionetas.

La población indígena de la zona sobrevive en medio de la comercialización ilegal de aves, como la guacamaya roja (Ara macao), y otros animales que se encuentran en peligro de extinción; así como de la tala indiscriminada.

Hablar de drogas y deforestación en La Moskitia se ha transformado en un asunto de vida o muerte. La fuerte presencia del crimen organizado y de empresarios con poder político y económico ha silenciado a los líderes comunitarios que habían alzado su voz de protesta.

“No es lo mismo hacer una denuncia contra el Estado que es visible, que hacerla contra otros actores que operan bajo la sombra y que están ocupando nuestros territorios”, dijo a Mongabay Latam un miembro de la asociación Moskitia Asla Takanka (MASTA), quien asegura que hablar de este tema es poner en peligro su propia vida y la de quienes defienden los derechos humanos en las comunidades.

Control territorial 

En septiembre pasado, los tripulantes de un helicóptero de las Fuerzas Armadas de Honduras dispararon contra un poblado en la Laguna Ebans, dejando a 12 pobladores miskitos heridos de gravedad.

La institución castrense argumentó que el hecho se produjo cuando daban seguimiento a una lancha rápida de tres motores que supuestamente trasladaba drogas. No hubo personas detenidas, pero sí pobladores heridos que realizaban sus actividades de pesca. Tampoco hubo sanciones para militares que dispararon como se ve en los videos y fotografías difundidas por los miskitos.

El excapitán del ejército Santos Orellana Rodríguez —quien estuvo asignado a La Moskitia durante diez años, en una misión de tarea especial contra el crimen organizado—, cuenta a Mongabay Latam que en Honduras no existe una institución que desarrolle un trabajo de inteligencia para conocer  por donde pasa exactamente la droga y detectar a  los responsables de la deforestación en la Reserva de la Biosfera.

Orellana fue dado de baja del ejército por denunciar el decomiso de una aeronave con drogas propiedad de Juan Antonio “Tony” Hernández, hermano del presidente de Honduras. Hoy Hernández enfrenta cadena perpetua por narcotráfico.

Los pobladores de La Moskitia hondureña señalan que la vida de las comunidades está en peligro, porque no hay forma de detener la deforestación, sobre todo al no existir un control o prevención por parte de  las autoridades.

“Cortar los árboles es cortar la vida. Nuestros ancestros han cuidado esto, hacían pequeñas parcelas, pero sembraban otros árboles”, dijo el representante de la Plataforma Indígena.

El nivel de pobreza en la región de La Moskitia, la violencia del crimen organizado y la destrucción de los bosques para abrir paso a la ganadería extensiva son las cargas que hoy padecen las comunidades indígenas en el oriente de Honduras.

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