1566 visitas
RESISTIR. Los Wayuu se aferran a los sueños y consejos de los sabedores y autoridades tradicionales. Ilustración: OjoPúblico / Amapolay.
Ojo Público.Colombia: Irene lleva la fuerza Wayuu de la resistencia
Consulta este contenido en los idiomas y lenguas
Desde la Alta Guajira de Colombia, la tejedora indígena Irene Katherine Jayariyu Ipuana, de 27 años, se aferra en sus creencias para protegerse de la emergencia por el coronavirus. Las medidas de confinamiento ha frenado la venta de artesanías. Alza su voz para pedir agua y comida desde una de las regiones más pobres. Esta historia hace parte de “Ellas luchan”, una serie coordinada por OjoPúblico en América Latina, en alianza con Agenda Propia y otros medios.
Al extremo norte de Colombia, en Siapana, una región de la Alta Guajira, de tierras áridas, muy secas, los indígenas del pueblo Wayuu, la etnia más numerosa de Colombia y Venezuela, previenen la pandemia del Covid-19 con el ritual de la danza de la ‘yonna’ (la realizan en ceremonias de celebración, sanación y para alejar a los espíritus malignos) y con baños de plantas medicinales. Siguen el mensaje de un sueño (lapü) de una de las abuelas que les comunicó cómo resistir la emergencia que tiene paralizado al mundo.
En una de las 48 comunidades de Siapana, ubicadas a ocho horas del municipio de Uribia, vive Irene Katherine Jayariyu Ipuana, de 27 años, madre de dos niñas, de 4 y 6 años. Se sustenta del tejido de mochilas y chinchorros o hamacas, así como lo hace el 90% de las Wayuu. Según el censo de población de 2018, los Wayuu son 380.000 indígenas. En Colombia habitan 105 pueblos y la población total es de 1,9 millones.
La vida de las Wayuu depende de la artesanía. Los tejidos hacen parte de su cultura y cosmovisión. Desde niñas aprenden a hilar, a tejer. Con agujas y lanas coloridas plasman lo que sienten por la vida, la armonía y sus sueños. Irene lidera la Cooperativa Multiactiva Artesanías Wayuu “Coarwas", integrada por 40 mujeres, todas elaboran mochilas y carteras, que comercializan dentro y fuera del país.
Una mochila la venden promedio 150.000 pesos (38 dólares), con eso apenas les alcanza para comprar comida. Viven con lo mínimo, pero ahora, ni siquiera hay dinero para lo esencial. Las ventas se paralizaron desde que el gobierno anunció las medidas de aislamiento preventivo obligatorio, el pasado 24 de marzo.
“Todo está cerrado, no hay transporte, todo subió de precio. Estamos muy preocupadas, no sabemos cómo nos vamos a alimentar”, dice con un tono de angustia.
Irene comenta que sus productos también eran adquiridos por turistas que llegaban a visitar las playas, el desierto y las dunas de arena, sitios exóticos de su territorio ancestral, gran parte bordeado por el mar Caribe. Pero desde que se cerraron las fronteras y se suspendieron los vuelos, “estamos solos”, dice. Los productos que ofrecían por Instagram han sido cancelados.
La emergencia por el coronavirus, se suma a la crisis humanitaria que vivía el pueblo Wayuu por la falta de agua y alimentos. Este grupo presenta los índices más altos de extrema pobreza en Colombia. Por ejemplo, en Uribia, el municipio de donde es Irene, la pobreza alcanza al 92%. La situación empeoró con el retorno de miles de personas de la misma etnia asentadas en Venezuela, que desde el 2017 empezaron a migrar a La Guajira, huyendo de la crisis del país vecino.
“De por sí, antes nuestra vida, ya era difícil. Los niños han muerto de hambre. En este momento los jagüey (pozos de agua) están secos”.
Al hambre se suma la sed. Irene asegura que carecen del líquido para lavarse las manos, según las recomendaciones para evitar la enfermedad, tampoco tienen dinero para comprar mascarillas.
Por ahora, piden que el gobierno no los olvide, reclaman ayudas como alimentación, productos de aseo y sanitarios. “Lo único que nos queda es exigir que nos envíen alimentos, se le pasó el listado al Ministerior del Interior de las familias, esperamos que llegue algo. Estamos maniatadas, tampoco sabemos cuando acabe esto”.
Entre tanto, los gobiernos Nacional y regionales han enviado subsidios económicos a familias en condiciones de alta vulnerabilidad y mercados o alimentos, sin embargo, Irene asegura que “a la Alta Guajira no ha llegado nada”.
Varias comunidades de los Wayuu, en distintas zonas de La Guajira, adelantan campañas por redes sociales por donde piden donaciones. Otras han salido a las principales carreteras reclamando ayudas, y algunas mujeres cambian sus artesanías por comida.
En Colombia, el Instituto Nacional de Salud informó que al 18 de abril de 2020 hay 3.621 contagiados de Covid-19, y 166 muertos. El Sistema de Monitoreo Territorial de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, reportó que en los pueblos indígenas hay cuatro casos y alertó que 591.000 familias están en riesgo por la pandemia.
Los Wayuu saben que por ahora deben confinarse como lo han hecho los 48,2 millones de colombianos. Se aferran a los sueños y consejos de los sabedores y autoridades tradicionales.
Por ello, las mujeres Wayuu, con sus mantas rojas, danzan la Yonna para buscar protección. Con las plantas vijo (malua) y malanbo (alouka), que crece en la Serranía de La Makuira, se bañan y beben. También ponen sus tallos en la entrada de sus ranchos para alejar la enfermedad. Y desde su árido territorio, con resistencia y dignidad le harán frente a esta nueva crisis
Comparta en sus redes sociales
Comparta en sus redes sociales
Rituales para llamar la lluvia, la respuesta espiritual de los Yampara a la sequía
Espiritualidad para combatir la sequía que afecta a familias indígenas productoras.
Indígenas en México son guardianes de la abeja nativa pisilnekmej
La cosecha de la miel de la abeja melipona, especie sin aguijón, es una actividad ancestral de los pueblos indígenas Totonakus y Nahuas en la Sierra Norte de Puebla, en México. La producción beneficia económicamente a las familias y les permite proteger el territorio, pero hay serias amenazas sobre la actividad.
Las plantas medicinales, el legado del pueblo Misak
Un sabedor tradicional, una partera y un cuidador protegen el uso de las plantas, uno de los legados del pueblo indígena Misak. En la casa Sierra Morena siembran más de 200 especies de flora que utilizan para sanar las enfermedades físicas y espirituales de sus comunidades en el municipio colombiano de Silvia, en el departamento del Cauca.
Comentar