VULNERABLES. En Apurímac el 87% de la población tiene empleos informales. Ilustración: OjoPúblico / Amapolay

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Perú: Madai no puede dormir pensando en que se quedó sin empleo

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Apr 19, 2020 Compartir

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En todo el Perú, 1'483,084 personas viven en comunidades quechua. Apurímac es una de las regiones con más personas pertenecientes a este pueblo. El 87% de los empleos son informales y las medidas restrictivas por la pandemia están afectando la economía familiar de miles. Esta es la historia de Madai, madre como las otras 6.786 mujeres que crían y educan solas a sus hijos menores de edad en esta región. “Ellas luchan”, es una serie coordinada por OjoPúblico en América Latina.

Achachaw es una interjección quechua que significa ¡qué miedo! 

Esa es la palabra más mencionada por Madai Rodríguez Osorio, una mujer de 40 años, con asma y que todos los días prende el fogón a leña para preparar quinua dulce de desayuno y quinua salada para el almuerzo. Un día sopa, un día segundo, en la noche mazamorra o lo que sobre del mediodía, pero casi siempre quinua desde hace casi un mes. 

Sopla el fuego, se cansa, tose, respira y cocina para ella, su hija que ya va a cumplir la mayoría de edad (18) y su otro hijo de 3 años. Unos días antes de que se declarara el Estado de Emergencia por el Covid-19, Madai compró una arroba de quinua (poco más de once kilos) como insumo para preparar los desayunos que vendía desde hace más de diez años en una calle de la provincia de Andahuaylas, en las alturas de Apurímac, una de las regiones con mayor población quechua del Perú. 

En el Perú viven actualmente 55 pueblos indígenas, 51 son originarios de la Amazonía y 4 de los Andes. De estos últimos, el más importante por la cantidad de personas que hablan la lengua son los quechua. En todo el Perú, la población de las comunidades del pueblo quechua se estima en 1'483,084 personas, según los resultados del censo nacional del 2017. Son también el sector de la población con menos ingresos y con más desigualdad de acceso a servicios básicos elementales.

En Apurímac, el 87% de la población económicamente activa tiene un empleo informal, según las cifras del Ministerio de Trabajo, y Madai forma parte de esas estadísticas. Desde que se declaró el aislamiento obligatorio ya no sale a vender y ha dejado de recibir los veinte o treinta soles que ganaba a diario. Antes, se acostaba a las ocho de la noche y se levantaba a las dos de la mañana, preparaba los desayunos y a las cuatro ya estaba vendiendo la quinua caliente.

“Iba con mi bebé cargando en la espalda y empujando mi carrito. A veces cuando se dormía lo tapaba, lo acomodaba y lo colocaba debajo de mi carreta”. 

Madai trabajaba de pie 6 horas al día. Luego volvía a su casa a cocinar e iba al mercado por la tarde a comprar los insumos para el día siguiente, después cenaba y se iba dormir temprano. La misma rutina todos los días. Pero ahora todo ha cambiado. Dice que ya no duerme a las ocho: “Cuando no tienes plata no puedes ni dormir”. 

Ella vivía en un cuarto alquilado, pero hace ocho años se compró un terreno junto a otras 150 personas de la Asociación de Familiares Víctimas del Terrorismo (AFAVIT). “Antes no tenía luz ni agua. Andaba de aquí para allá con vela, parecía un alma en pena”. Desde hace tres años ya tiene los servicios y ha construido su vivienda con préstamos bancarios. El silencio del toque de queda de estos días le recuerda su niñez en Pampachiri, cuando la violencia terrorista amenazaba a su distrito de Andahuaylas ubicado a más de 3 mil metros de altura, cuyo nombre en español se traduce como “pampa fría”. 

En aquellos años “la noche entraba y cada vez que el perro ladraba nosotros nos escapábamos con linterna. De eso yo tengo trauma. Achachaw, ya no quiero ni acordarme”, dice Madai.

Madai migró a Andahuaylas para estudiar Cosmetología, pero no pudo terminar su carrera porque se embarazó cuando tenía 23 años y luego se separó. “Prefiero estar tranquila, sola. Si no hay comprensión qué voy a hacer. No podemos aguantar eso. Cuando te comprendes vives feliz, cuando no, no vives bien pues. Yo puedo sola”. 

Como ella, 6.786 mujeres crían y educan solas a sus hijos menores de edad en Apurímac, según información del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). 

Madai ha escuchado en la radio que las personas con otras patologías tienen más probabilidades de ser hospitalizadas por el Covid-19, y tiene miedo. Además del asma, hace 5 años le diagnosticaron hipertiroidismo.

En ese momento gestionó un préstamo de quinientos soles para viajar a Cusco y hacerse los chequeos médicos porque en la provincia donde vive no existe un endocrinólogo permanente. Ahora toma una pastilla a diario y gasta mensualmente treinta soles en la compra de su medicina.

Otras palabras -más bien preguntas- recurrentes de Madai son “¿cómo voy a hacer?, ¿qué voy a hacer?, ¿adónde voy a ir? No salgo, más que todo por la enfermedad. Qué voy a hacer pues, tengo que obedecer no más. A la gente que sale les están deteniendo y también por eso tengo miedo”. Aunque la cuarentena la haya “agarrado en pobreza”, como ella dice, está de acuerdo con las medidas del gobierno porque cree que son necesarias. 

Madai no recibió el bono de los S/ 380, ni es beneficiaria de ningún programa del Estado. “Si ganas a diario, te desesperas cuando no tienes plata. (...) ¿Cuánta gente estará así?”, se pregunta. Es la misma incertidumbre que atraviesan miles de personas que se han quedado sin ingresos desde que comenzó la cuarentena en Perú, hace más de un mes.  

A veces, en estos días, Madai se fía productos de una tienda cercana a su casa. Planea trabajar en lo que pueda para pagar esa deuda cuando pase el encierre. Se ríe con ganas cuando recuerda que después de mucho tiempo obtuvo su permiso para vender desayunos por pura insistencia: “yo iba todos los días a la municipalidad y el señor me dijo “¡qué horror esta señora ya me tiene cansado!, ya, anda, ve vendiendo allí”. Qué hubiera sido si me hubiera rendido, así en cualquier cosa que hagas tienes que insistir hasta lograrlo. Ahora también, cuando pase todo esto estaré bien. Tengo que sacar adelante a mis hijos”. 

En Apurímac, desde que se declaró el Estado de Emergencia 14 comunidades quechuas han cerrado los accesos a sus territorios.

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